Villes

Hondarribia (version de 2003)

La Marina. Antes de llegar, subiendo las aguas, al Puerto del Puntal, donde estaba la Casa-Lonja, y con ella el puerto comercial, había un pequeño embarcadero para lanchas pescadoras en el barrio de la Marina. En una información del año 1759 se habla de unas lanchas "que están delante de la ermita de la Magdalena, surtas". Más tarde, en la sesión del Concejo de 26 de setiembre de 1590, el vecino Domingo Igola pidió licencia para construir una casa en la Ribera, junto al Hospital, para recoger sus redes y aparejos de pescar; y en un expediente del año 1599 se alude a "el puesto donde de ordinario tienen los pescadores de la dicha villa de Fuenterrabía su embarcadero y desembarcadero de chalupas en el dicho puerto, delante de la ermita de la Magdalena". Sin embargo, no podríamos pensar que el barrio de la Marina fuera entonces lo que ahora, pues las aguas invadían la casi totalidad de su actual superficie, sobre todo en pleamar. Estaba fuera de las murallas, casi a tiro de mosquete de tierra no siempre amiga y, como es natural, el Concejo daba muy pocas facilidades para la construcción en este paraje extramural. Por lo pronto no aceptaba construcciones de cal y canto sino sólo de tabique que es material más liviano. En el año 1598 no había en él más que 26 casas y todavía en el 1764 el rey confirma una Ordenanza de la villa que prohibe la construcción de casas en la Marina y huertas extramurales, si no reúnen determinadas condiciones. Pero a pesar de estas limitaciones el barrio de la Marina se había poblado bastante hacia la segunda mitad del siglo XVIII. Unos fuertes temporales del año 1767 pusieron en serio peligro las casitas de los pescadores que lo formaban por lo que. la Cofradía de pescadores tuvo que levantar, delante de ellas, aprisa y corriendo, una estacada entretejida que las defendiera. Como esta defensa, hecha para salir del apuro, no podía durar, la misma Cofradía encargó al Coronel de Ingenieros D. Pedro Olano la construcción de una muralla, muro de costa, que se ejecutó sobre la marcha, y otra, a modo de muelle, que saliendo de ella iba hacia el canal. Ejecutaron las obras los maestros canteros Juan Bautista Izaguirre, José Antonio de Imaz y Dionisio de Arriola, y, por la escritura de contrata existente en el Archivo de Protocolos Seculares de Guipúzcoa, Legajo 733, folios 539 y s., sabemos que había de hacerse con "las mejores y grandes piezas que se puedan, para la subsistencia, permanencia y firmeza de la obra y toda ella según la referida traza excepto dicho muelle que se debiera tirar conforme mejor les pareciese a dichos comisionados". El muro de contención y muelle tendrían un desarrollo de setecientos ocho estados; habría una "rampla" capaz para caballerías y carros y, en tres parajes se harían escaleras de piedra "para subir, bajar y embarcar la gente en dicho muelle". Ya tenemos pues, un muro de costa, con su muelle, una "rampla" y tres escaleras. La obra la ejecutó la Cofradía que invirtió 40.000 reales. La Provincia la subvencionó por acuerdo de las Juntas de Vergara de 1767. Más adelante, en el año 1769, los representantes de la ciudad y de la Cofradía escrituraron con los maestros canteros Juan de Legarra, Martín José de Uriarte y el maestro carpintero Antonio de Berrotarán, la continuación de esta muralla seca, desde donde terminaba la anterior hasta la casa de Thomas de Echeberría; había de tener la misma anchura y elevación, "comenzando en siete pies de grosor y rematando en su cima, en cinco, con altura de diez pies, con la misma calidad de piedra que la otra y dcha cubierta, de losas grandes unidas con cal para maior susistencia; la cara interior de la muralla había de ir terraplenada de piedras, tierra y arena". La obra, ejecutada a satisfacción, fue recibida por escritura otorgada el 2 de enero de 1772, y de ella resulta que con los "dos estribos o ramplas", media trescientos veinticinco estados de a noventa y ocho pies cúbicos cada uno que, al precio de diez y nueve reales y medio de plata corriente por cada estado, según el remate, importaba 6.337,50 de dicha moneda. Las Juntas de Deva de 1774 acordaron contribuir a su importe. Esta muralla iba por el centro de la actual calle de San Pedro, según unas notas inéditas de D. Serapio Múgica que he tenido a la vista. La obra debió quedar bien y a satisfacción de todos. Sin embargo, pasado el tiempo, y a pesar de las pequeñas reparaciones hechas en la misma durante el transcurso de aquél, se imponía una reforma a fondo; protesta la Cofradía, protesta el Ayuntamiento, protesta la Comandancia de Marina y nadie atiende a las llamadas porque las Corporaciones carecen de aquellas facultades impositivas que antes tenían. Es que hemos doblado ya la segunda mitad del siglo XIX. Pero el turismo empieza, y como Fuenterrabía no puede quedarse atrás hace un esfuerzo. Y, en efecto, en una comunicación del diputado general, que dirige en 21 de julio de 1859 al director de Caminos de la provincia, le dice entre otras cosas que teniendo en cuenta la "grande afluencia de personas notables, a las costas de la provincia durante la estación del veraneo, ya sea con objeto de bañarse, ya también con el de tomar parte en expediciones marítimas y con el fin de facilitar más y más el concurso de forasteros y de ofrecer un abrigo seguro a los navegantes en los casos de tempestad, así como también con el de recibir de una manera digna a los emperadores franceses que habían prometido visitar aquel puerto, durante su permanencia en Biarritz" procediera a la formación del oportuno proyecto para la construcción de un muelle en Fuenterrabía pues, por lo visto, el proyectado por el coronel D. Pedro Olano, en 1767, había quedado inservible. Seguramente que estas razones del diputado general eran copia de las alegaciones hechas por Fuenterrabía, pero el caso es que el ingeniero de la provincia, D. Mariano José de Lascurain, formuló su proyecto en 15 de octubre de 1859. Las obras debieron ejecutarse con presteza, pues el mismo ingeniero firma la liquidación de que ascendió a 104.976,50 reales de vellón sin contar la cal hidráulica, que se subastó aparte, en 23 de setiembre de 1861. En el Archivo del Ayuntamiento se conserva el plano, y por él puede verse que el proyecto se hizo pensando no ya en "personas notables" sino en los propios emperadores franceses; el espigón del muelle, que avanzaba más allá de la línea húmeda en bajamar equinocial, se remataba por una amplia plataforma exagonal, de buenos sillares, con cuatro escalas para embarque y desembarque. Pero la Marina necesitaba ensancharse para dar plaza a su experiencia urbana; y los proyectos de relleno, desecación y aprovechamiento de marismas aprobados en 1898, el del primer Ensanche, y por R. O. de 21 de junio de 1907, el segundo, alteran la estampa de la vieja Marina de Fuenterrabía aunque logró salvar su carácter gracias al buen espíritu de sus Ayuntamientos en el que tanto ha influido Francisco Sagarzazu.

El Puntal. Por obra del segundo ensanche, el antiguo puerto del Puntal se ha alterado con el relleno, al menos en su primitivo estado, por lo que no deja de ofrecer dificultades su reconstrucción mental. Para recomponerlo hemos de acudir a las viejas estampas, y éstas, lejos de ayudarnos, enredan el propósito, pues inspiradas casi todas en el "Plan de l'isle de Conference", hecho por Beaulieu, en el 1659, para dejar una impresión gráfica de la boda de la infanta española María Teresa, con Luis XIV de Francia, en la Isla de los Faisanes, dan una imagen falsa del mismo. Se comprende perfectamente el error; al autor de la estampa, en el mejor de los casos, le interesaría la fidelidad en la representación del cortejo real que tuvo plaza en la isla y de las fuerzas que acamparon a una y otra orilla del río, pero ya no pondría el mismo cuidado en los alrededores; y, en efecto, el Puntal de Fuenterrabía lo representa por una lengüeta que va hasta la mitad del río, como si fuera un muelle de fábrica, que no puede menos de sorprender, dada la época y lugar de su emplazamiento. Después, los planos militares franceses, de 1719, interpretan la lengüeta natural del Puntal a través del criterio del plano de 1659 y vienen a confirmar una inexistente obra de fábrica. Menos mal que las estampas y grabados del siglo XIX dejan las cosas en su verdadero lugar haciendo del Puntal una restinga que saliendo debajo del baluarte de San Felipe avanzaba hacia el canal. Ese era el Puntal auténtico; y, al comienzo del mismo, por el lado de tierra, era donde se alzaba la Casa-Lonja que, aún modernizada sin duda, reproducen algunas estampas. Delante de la restinga, aguas arriba, es decir a su socaire, era donde fondeaban las embarcaciones; ahí estaba pues, el viejo puerto interior, que unas veces aparece denominado en los documentos con el nombre del Puntal y, otras, por el de San Felipe, en razón, como hemos indicado, a estar próximo el cubo de la muralla de este nombre. La referencia más antigua la encontramos, sirviéndonos de los papeles inéditos de D. Serapio, en el acta del Concejo correspondiente a la sesión del 2 de octubre de 1532, en la que se habla del proyecto de un muelle o cay, y de que se pida a la Corte licencia para el establecimiento de una sisa a las mercaderías para su construcción. Desde esta fecha, los libros de actas de varios años se refieren con alguna frecuencia al "muelle o cay sin cal" aún sin precisar donde fuera, y, por fin, en una correspondiente al mes de febrero de 1548, se concreta algo más, al decir que se expidan "cuentas de los ducados que entregó el maestre Juan de Casanueva para hacer el muelle del Puntal" lo que nos hace pensar que los acuerdos precedentes también se refieran a él. El capítulo 17 de las Ordenanzas de la Cofradía, reformadas en 13 de octubre de 1566, dice: "Así bien ordenaron que donde las dichas acequias de molino y muelle que está empezado a hacer cabe la Lonja...". O sea que en el año 1566 se había empezado ya la construcción de un muelle al borde de la Lonja, un muro de contención de la restinga del Puntal, para que atracaran los barcos para la descarga y la carga, y que tendría, seguramente, una escalera y unas argollas y, posiblemente, una rampa. Por las mismas Ordenanzas entramos en conocimiento, a través de su articulo 12, que la mitad de las multas que se impusieran a los maestres, por infracción de lo dispuesto en ellas, fuera a "la dicha Cofradía y obras que ella ordenare, como son para ayuda de hacer el muelle o las paredes, y acequias de los Molinos donde los navíos se albergan". Aparte de la intervención de la Cofradía en la construcción del muelle, que acusan estos artículos de las Ordenanzas, éstos nos descubren la existencia de unas "acequias de los molinos" donde se albergaban los navíos. Es preciso fijar la atención en que habla de navíos y no de chalupas, lo que nos hace pensar que las tales acequias de los molinos fueran verdaderos canales. Hay otro artículo del mismo Ordenamiento, el 16, que vuelve a ocuparse de ellas y dice: "Iten ordenaron que los navíos pinazas y otros bageles pequeños que estuvieren surtos dentro del puerto del Puntal y ribera o muelle y acequias de molinos y sobrevinieren otras naos gruesas y mayordomos (sic), que en tal caso hayan de dar y den lugar las menores para ende surgir y aderazarse". No era pues una declaración descuidada o incidental; éste ratifica la existencia de las acequias de los molinos y establece una prioridad de las naos gruesas sobre los navíos y bajeles pequeños para fondear en las mismas, lo que nos lleva a la conclusión de que en las marismas de Fuenterrabía, sitas aguas arriba del Puntal, había unos canales, indudablemente con sus molinos, donde fondeaban las embarcaciones buscando una mayor seguridad que en el socaire del Puntal o en el canal del Bidasoa. Eran, sin duda, los producidos por las aguas de los ríos Jaizubia y Zubimusu que acaso se abriesen, entonces, en distintos brazos, por el arenal. En esta Zona había una ferrería muy importante y el P. Pierre Lhande, en su novela Yolanda, se refiere a ella y a los canales. En el año 1560 Fuenterrabía obtuvo una Real Cédula, librada el 12 de diciembre, en Toledo, para que pudiera percibir mediante la oportuna imposición a las mercaderías que entrasen en el puerto, durante cuatro años, la cantidad de 5.400 ducados, con destino a las obras del muelle, lo que nos hace pensar que el puerto del Puntal estaría, para su época, en buenas condiciones para el cumplimiento de su cometido. Mediado el siglo XVIII debieron hacerse obras importantes en este puerto del Puntal pues en un expediente del Archivo Municipal se alude a una escritura otorgada ante el escribano D. Dionisio de Aramburu, el 7 de agosto de 1774, por la que Juan Bautista de Eizaguirre se comprometía a la construcción de un "muelle o lameda en esta ciudad y retoques que se hallan necesarias en el Muelle antiguo que mira desde la esquina de San Felipe al canal". Sin embargo, bien fuera porque la escritura no se incorporara al protocolo o porque haya error en la fecha, no he conseguido encontrar este documento, que me hubiera sido del mayor interés, en los legajos del referido escribano que se guardan en el Archivo de Protocolos seculares de Guipúzcoa. El muelle, con su lonja, aparece reproducido en todas las estampas de esta zona de Fuenterrabía, del siglo XIX; el murallón era de grandes sillares, donde atracarían los barcos, y tenía una escala empotrada en el mismo cuerpo de la pared, según la traza clásica de las escalas de los puertos. La Casa Lonja tenía una gran portalada con un arco de dos ojos.

El canal. Estos puertos del Bidasoa, al menos los de la Marina y el Puntal, estaban emplazados sobre el canal de la ría o al borde de ella, por lo que bien merece que le dediquemos un momento nuestra atención, tanto más que la propia ría ha venido cumpliendo en todo tiempo, y la cumple aun en nuestros días, función de puerto. Con independencia de estos proyectos de canalización del río, aguas arriba, los mareantes de Fuenterrabía tuvieron siempre una honda preocupación por la canalización del mismo hacia su desembocadura, pues la barra movediza de arena que se formaba en ella, constituyó en todo tiempo grave peligro.Aparte de las medidas de limpieza y balizamiento, que se tomaron constantemente, renovándose en sucesivas disposiciones, en el año 1881 se pretendió resolver el problema a fondo, abriendo un canal en errocapunta, que la Diputación prometió subvencionar con la mitad de su costo. Por el pliego de condiciones de la subasta, que se redactó entonces, sabemos que el canal había de tener 310 metros de longitud y 12 de anchura, y que su calado en bajamar de aguas vivas seria de 1,48; pero el propósito quedó en simple proyecto, pues no llegaron a realizarse las obras."