Sailkatu gabe

EUSKARA OBJETIVO (LENGUA: HIZKERA)

Proposición usual II.

Elemento expresivo. Ya no se trata de llamar la atención en un concepto dado, ni de dar a conocer el elemento inédito omitiéndose, en honor a la brevedad y concisión, todo aquello consabido de todos. Ahora se abrevia, se insiste, se reitera o se omite para hacer llegar el pensamiento propio en toda su expresividad afectiva, intelectual e intencional. A este significado puramente intelectual se le da valor estilístico, expresivo, sobrentendido e inquirido. El euskara es muy rico en este tipo de semántica: en bai, bai, Joxe, "sí, sí, Joxé"; gutxi, pizka bat, la literalidad de las palabras empleadas no alcanza a dar a conocer su valor semántico pleno si no se sitúan en el contexto y en la expresividad del conjunto. Otras veces se sobrentiende como en etorri zan gizona "el hombre que vino"; emen dago "aquí está"; bai, Jauna "si, señor" en las que se omiten explicaciones innecesarias. La intencionalidad se hinca en el elemento inquirido que el vasco expresa según la colocación de la palabra inquirida en la frase. Un ejemplo de frase rápida, elíptica, abreviada, es esta tomada de la novela Joanixio:

Burukotea burun, burukotean perralla, perrallan zapik, an dator Auxtiña.
"En cabeza cabezal, en el cabezal la herrada, en la herrada paño, ahí viene Auxtiña."

Estos cuatro trazos o rasgos esenciales nos dan la visión de esa Auxtiña de la novela. La descripción literal del suceso sería: "Con el cabezal colocado sobre la cabeza, con la herrada colocada sobre el cabezal y con el paño colocado sobre la herrada, viene, por ahí, Agustina." En la primera frase, la rapidez descriptiva es tal, que evoca, casi visualmente, la figura de Auxtiña, a quien conocemos de antemano. Así funciona la lengua semánticamente mediante los recursos de la estilística. Intervienen las palabras indispensables para el perfecto entendimiento. Lo demás se sobrentiende tanto por el contexto como por la situación que va creando la misma conversación. Ya tenemos a la lengua dotada de significativos silencios, omisiones, pausas y acentos. Ahora al sujeto le interesa destacar una idea más que las otras. La serie de ideas enunciadas no tienen el mismo grado de interés. De la semántica se salta a la literatura. El enunciado de sucesos reales y el de los ficticios, orales unos, escritos otros, pero siempre por medio de la frase, del período y del discurso.

Elisión: La vivacidad del relato se logra muy comúnmente eludiendo el auxiliar en las perífrasis verbales. Lekuona nos da estos ejemplos tomados de una improvisación del bertsolari Zapiráin:

barkaziyua eskatu beragana juanik
"pedirle perdón yendo a ella"

Falta el auxiliar niyon, "le pedí". En otra estrofa, para que suene al estilo clásico, haría falta suplir, no ya un auxiliar, sino incluso un verbo entero en gerundio:

nola deitu ninduen ark eriyotzian
"cómo me llamó ella en la muerte",

por (oroiturik) nola deitu ninduen ark eriyotzian, "recordando" cómo me llamó ella en la muerte. Este procedimiento elíptico nos deja a cargo de quien oye no sólo el elemento elidido, sino hasta otros sobrentendidos. El recurso de emplear el presente en unos casos y el pretérito imperfecto en otros, también consigue imprimir y frenar el movimiento según a los términos a que se aplique uno u otro, relato o rasgos pintorescos o ambientales. Evocación.-Para darnos la sensación de una tibia noche de viento sur emplea el poeta popular sólo dos trazos en este ejemplo:

¡Au aizearen epela! -Airean dabil orbela...
"¡Oh, qué viento éste más tibio! -La hojarasca vuela por el aire..." Dos solas pinceladas, dice Lekuona: una que habla al tacto, ¡su aizearen apela!, y otra a los ojos, Airean dabil orbela... y ambas envueltas en acariciantes sonidos de los más apropiados para remedar el suave roce del airecillo:

¡Au aizearen epela! -Airean dabil orbela...
pero, sobre todo, enormemente expresiva la primera, por aquella espontaneidad que no dice secamente que "está tibio el aire", sino que, como quien lo siente penetrar por todos los poros de su cuerpo, prorrumpe en esta exclamación: "¡Oh, qué viento éste más tibio!". La evocación, por imitación sensorial de la realidad que se expresa o por el uso de una imagen simbólica adecuada, nos llevan, casi siempre, al resultado de colorear la frase trayéndonos a la vista o al oído, principalmente, hechos de ambiente, de situación. La carga emotiva que puede llevar el pensamiento se vacía en la frase alcanzando desigual repartición y densidad según su largo y el número de palabras empleadas. Esta corriente afectiva tiende a amalgamar los grupos de articulaciones. A mayor apretamiento y rapidez, la carga emotiva es más densa y el desenlace más próximo. La expresividad se consigue en la frase por varios medios, pero citaremos solamente algunos ejemplos. En la frase:

Eman, gutxi, pizka bat, apurtto bat.
"Dame, poco, un poquito, una miguita"

se consigue el efecto apetecido mediante la repetición, cada vez más diminutiva, de ese "poco" que se pide. La repetición ha logrado el efecto de que, imaginativamente, vayamos reduciendo el tamaño hasta que la palabra apurtto con su diminutivo -tto, pero, ahora, mojada su t en -ty-, interviene el poder expresivo de ese sonido favorecido por el sentido que se le dé efectivamente. En un solo pasaje de la novela "Joanixio" tropezamos con estas repeticiones expresivas: -Ez, ez, "no, no". Ederki, ederki, "muy bien, muy bien". Olaxe, olaxe, "así mismito, así mismito". Berrik, berrik, guk zerbait esan degu, "noticia, noticia...". En todos estos casos, muy frecuentes en euskara, la repetición sirve para dar intensidad a la idea. En cambio, en la canción de Altabizkar, cuando se asoma el ejército de Carlomagno el mozo grita:

...Bat, bi, iru, lau, bost, sei, zazpi, zortzi, bederatzi, amar, amaika, milla...,
"uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once... miles...".

Esta sucesión de números, por su largo, evoca imaginativamente al ejército de Carlomagno deslizándose por el desfiladero de Roncesvalles. En las frases urruti, urruti, oso urruti, "lejos, lejos, muy lejos", luze, luze, luzia, "largo, largo, largo", parece que la distancia se refleja en tantos trechos cuantas veces se ha repetido la palabra, produciéndose el efecto apetecido.