Sailkatu gabe

EUSKARA OBJETIVO (HABLA: HIZKETA)

Dar la palabra. Ya no se trata de la palabra hablada, del estudio de la cadena oral, en sus componentes y modos en que se nos ofrece habitualmente, sino de una función suprema de la palabra en la que el hombre mismo, en su realidad de persona, se da a otro. Y es aquí donde se muestra el euskara como elemento constitutivo de la persona, individual y colectiva, a las que, como hemos visto, incluso da nombre. "Palabra de vasco" se ha venido llamando en la Argentina a la promesa firme y segura. Una de las acepciones de la voz itz, "palabra", es "promesa". Esta actitud ante la palabra dada contrasta en Sudamérica con esa otra de prometer ligeramente y "si te he visto no me acuerdo". La palabra dada, al transcribirse en escritura, se concreta en la firma, en ese nombre, dos apellidos y rúbrica que son como un pronombre de la persona que promete cumplir su palabra. Pero en la civilización vasca la palabra dada, el "apalabrar" es más importante que la firma, propia más de notarios y oficiales que de la gente común. Habituados como estamos a estudiar las lenguas como sistemas de signos, objetivamente, se nos escapan estas otras funciones superiores que constituyen la palabra propiamente dicha. Porque al dar la palabra, al darse uno mismo, y poseer la capacidad de mantenerla y de cumplirla, se predice en cierto modo el porvenir inmediato, traspasándolo de líneas de conducta anticipadas. El futuro se llena de gérmenes de acción con un sentido previsto al que se entrega uno en cuerpo y alma. Se constituye la palabra dada en la garantía de un compromiso que ha de cumplirse. La vida suprema de la palabra no acaba ahí, en darse a otro, y recíprocamente en que otro se dé, sino que el compromiso se especifica en otras modalidades como el juramento solemne invocando o no el nombre de Dios. En nuestro régimen foral los reyes juraban, puestas las manos sobre los Evangelios o en presencia de la Hostia Consagrada, que cumplirían, respetarían y harían respetar los fueros de cada uno de los estados vascos. Estamos en presencia de la palabra solemne, sacra, pero en el terreno de la vida no religiosa. Como es sabido, los reyes solían cumplir lo jurado, pero siempre se suscitaban cuestiones de interpretación que daban lugar al recurso de contrafuero. El último soberano que heredó la Corona de Castilla, y con ella el Señorío de los estados vascos, fue Isabel II, bajo cuyo reinado se violó el juramento secular de los reyes. La otra vertiente de la palabra es la sacramental, con sus recitaciones y fórmulas, palabra que compromete ante sacerdotes y testigos. La palabra, así considerada, se pierde en la fuente misma que es el alma del hablante. Claro que pedir y prometer, dar la palabra, no agota el temario de esta especificación porque la entrega personal no es sino una de sus vertientes particulares. El hablante se da, se entrega también cuando dirige la palabra a otro en prueba de que "se hablan" porque hay personas que "no se hablan" ni se saludan nunca como prueba de enemistad, que en Euskalerria tiene marcada importancia. No gusta la hipocresía y el mantenimiento de una exterioridad falsa e interesada. Hay personas que cuando suprimen el saludo a otra, por una ofensa real o supuesta, ya no vuelven jamás a dirigirse la palabra. Y queda todavía otro tipo de entrega personal a través de la palabra que es la oración, otoitz, cuyo nombre euskérico revela una cierta idea de ruego y de promesa.

Protagonistas: Quien da su palabra y quien la recibe se identifica con su nombré y dos apellidos que trascienden a firma cuando se hace por escrito. La rúbrica es, entonces, como una expresión individual de la persona que es inexpresable. Es un rasgo anímico que reafirma lo que es pura palabra oral pero trascendente por que tras ella está la persona en su integridad. El cumplimiento de la palabra es la reafirmación de la persona que la dio. Todo esto, como se ha dicho, se simplifica en un nombre y dos apellidos que evocan el cosmos al utilizarse un nombre de santo (filiación espiritual), un apellido patronímico (filiación humana) y un apellido toponímico (filiación material). Nuestras denominaciones personales castizas fueron durante siglos de ese orden:
Peru Arceyz Vidadaurre, Gonçalo Gerceiz de Odiaga
Obsérvese que lo espiritual coincide con lo universal (nombres de santos de todas las nacionalidades del mundo) y lo material, con lo singular (lugar único y concreto de la tierra). Los nombres personales más antiguos que conocemos se han conservado en plomos y lápidas latinas. Los más antiguos son los de los jinetes vascones de la Turma Saluitana: Sosinaden Sosinasae, Sosimilvs Sosinasae que parecen aludir a zozo "tordo"; Arranes Arbiscar, donde se aprecia el nombre Arrano, "águila", y el apelativo Arbizcar, "colina de piedra". Hay otros como Beles Vmarbeles en el que también aparece el nombre de un animal, Beles, "cuervo", y su repetición precediéndole vmar, algo así como "hijo", "cría". Y, sobre todo, llama la atención un Elandus Enneges, patronímico este que delata un Eneko. Entre los nombres que afloran en las lápidas latinas se destacan Cison, Gizón, "hombre"; Andere, "señora"; Anderexso, "señorita"; Nescato "muchacha"; Sembus, "hijo"; Senicco, "niño"; Senarri, "marido". Junto a estos nombres figuran otros basados en los numerales: Laurco, "cuarto"; Borsei, "Quinto". Otros nombres recuerdan los de la Turma citada al utilizarse los de animales como Osson, Oxson, "Lobo, Lupo"; Hars, "oso", que ha de llegar a dar los patronímicos García y Garcés. Algunas divinidades llevan nombres de plantas como Arixo, "roble"; Artehe, "encina". Hay también adjetivos como Belex "negro"; Illunnosi, "oscuro". Junto a estos nombres netamente euskéricos aparecen otros de tipo indoeuropeo como Segontius, Boutia, Ambatus. En la Edad Media sigue la misma tradición de nombres euskéricos y otros latinos o de otras procedencias. Se repiten los nombres de parentesco como Annaya, "hermano"; Ama, "madre"; Eita, "padre"; Andre, "señora"; Iaunso, "señor". Entre los nombres de animales figuran Ochoa, "Lupo", "Lobo"; Azenari, Aznar, "zorro"; Bela, Belasko, "cuervo", "cuervito"; Ochanda, "lupa"; Usoa, "paloma"; Garcia, Harzia, "oso". Entre los adjetivos figuran Apalla "humilde"; Beraxa, "blando"; Urdina, "azul"; Oria, "amarillo"; Belaza, "negro"; Obeco, "mejor"; Ona, "buena". Los nombres parentales pasaron a figurar como títulos honoríficos que se anteponían a los personales como Jaun Eneco Azenariz, Andre Goto Galíndez. Con el cristianismo se van a ir utilizando los nombres del santoral cristiano en forma masiva pero sin desaparecer muchos de los nombres indígenas entre los que se destaca Enneko, de una vitalidad asombrosa. Santos, héroes, mitos, alternan todos en la imposición de ese nombre personal que se identifica con la persona mediante el factor sacro de los mismos. Modernamente se han incorporado al santoral cristiano nombres como Xabier, Loyola, Garikoitz, y los topónimos que acompañan al María de las advocaciones a la Virgen. Hoy, la crisis de espiritualidad se refleja en la laicización de los nombres personales bajo la tendencia a convertirlos, de un modo o de otro, en nombres toponímicos, materiales, en consonancia con la ráfaga materialista que sufren algunos sectores de nuestra gente. Los apellidos, patronímicos y toponímicos, son por lo general euskéricos. Unos son descriptivos y otros toponímicos pero no faltan los que hagan alusiones a oficios, numerales, adjetivos diversos, sustantivos, apodos y otras denominaciones varias. De estos órdenes son, p. ej., los históricos María Çubico, Peru Iturrietaco, García Etayuco, en los que se expresa la procedencia, caserío o pueblo; Gideri Momeg de Ankelo, Nunuso Narriateç de Lohinaç, en los que figuran el patronímico y el toponímico. Con adjetivos en vez de patronímicos figuran algunos como Toda, Çuria de Ayllo y con sustantivos, Domingo Erlea (la abeja). La persona se sacraliza en la palabra que le afilia a lo espiritual (nombres de santos y mitos), a lo humano, hijo de tal o de cuál o un epíteto que le caracteriza, y el suelo, casa o lugar de procedencia. Estas modalidades se dan también en otros pueblos como los frisones, que cita Bähr, pero cuya interpretación hay que buscarla en algo más trascendente que el grado de parentesco.

Promesa.-La promesa oral, palabra de vasco, ha sido suficiente por lo general en las relaciones económicas de los siglos pasados, pasando a escritura y bajo firmas en casos muy granados. La promesa de hacer, de no hacer o de inhibirse, contrasta con el juramento y actos parecidos ante testigos. Los juramentos forales de los reyes y de diversas tomas de posesión nos han sido legados en romance. Un caso excepcional puede que sea el famoso juramento ante el Arbol de Guernica formulado por el primer presidente del Gobierno vasco D. José Antonio de Aguirre y Lecube:

Jaungoikua'ren aurrean apalik,
Euzko -lur gañian zutunik,
Asabearen gomutaz,
Nere aginduba ondo betetzia
Gernikako zuaizpean
Zin dagit
.
"Humillado ante Dios/en pie sobre la tierra vasca/con el recuerdo de los antepasados/bajo el Arbol de Guernica/Juro/cumplir fielmente mi mandato."
En esta promesa cabe señalar la sacralización al humillarse ante Dios y la inserción en la actualidad y el pasado de Euskalerria, para hacer, después, el juramento de cumplir fielmente el mandato de presidente, pero siempre, bajo el Arbol de Guernica, árbol bajo el cual, según decir de Tirso de Molina, no caben "confesos ni traidores". En su textura descubrimos:
1. Dios (polo espiritual).
2. Los antepasados y el árbol de la libertad (elemento humano).
3. La tierra vasca (polo material).

Fecha.-Cada promesa oral y escrita tienen su fecha, esa alusión al día, mes y año en que se da la palabra o se firma o confirma. Es en Guernica, día 7 de octubre de 1936. La fecha tiene mucha más enjundia de lo que parece a primera vista. Descubrimos tres elementos:
- La materialidad "astronómica" del día 7 de octubre.
- La alusión a la "comunidad" de Guernica y al mes de las cosechas escasas.
- Que en el día señalado hace 1936 años que nació el hijo de Dios, "Jesucristo".
Contiene la misma estructura bipolar que el nombre personal, la promesa formulada, y, ahora, la fecha. El cosmos, en miniatura, pero desde el filo del hombre. Ni qué decir tiene que, junto a la fórmula plena, pueden indudablemente existir las fórmulas defectivas. La fecha se formula en euskara del siguiente modo:
Lerin-dik 1978'ko Uztaillaren 12'an.
"Lerin, 12 de julio de 1978."