Sailkatu gabe

EUSKARA OBJETIVO (HABLA: HIZKETA)

Identificación.

Ya no es el mero entenderse, la mera intercomunicación entre dos o más personas, sino que, al tratarse de un área euskérica tan pequeña y apretada, sobreviene la revelación de uno mismo a los demás y viceversa. Aunque en todo diálogo hay revelación, no lo es tanto en idiomas muy extendidos como el inglés o el ruso, porque en nacionalidades pequeñas la revelación, además de individual, es también de intimidad colectiva. Y esta revelación hace que el individuo se sienta entrañablemente unido a su grupo. Hasta hace poco, hablar en euskara con los campesinos era abrir la puerta de la confianza, descubrirse como miembro de la familia euskaldun. Entonces uno se abre y da para recibir, porque el habla es siempre esencialmente reciprocidad, estableciéndose un experimento de identificación en el que no pueden faltar, naturalmente, las discrepancias. Precisamente en euskara al "amigo" se le denomina "adizkide", que literalmente quiere decir "compañero de entendimiento". Así planteadas las cosas, en nuestro caso particular, hablar en euskara es ya, de por sí, toma de conciencia nacional y participación étnica. Es la participación mutua de algo que es un bien común de índole espiritual. Cada vocablo que llega a otro despierta o puede despertar una idea adormecida o una idea nueva. Los autores castellanos achacaban a los vizcaínos sus lacónicas explicaciones o respuestas y que con pocas palabras querían decir mucho. Entre los euskaldunes los hay muy frondosos cuando hablan, pero predominan, con mucho, aquellos que hablan poco e intercalan silencios. Entre el hablar completo y gramatical es más castizo el hablar elíptico, alusivo e íntimo. El euskara, además de envolver en la intimidad nacional a sus usuarios, despierta la curiosidad de su origen y el sentimiento de misterio cuando se le estudia. Nace en el alma el enigma vasco, y con él los primeros afanes por conocer sus interioridades semánticas y la génesis de sus palabras. El último paso suele ser el descubrimiento de su filosofía interna. Porque el euskaldun iletrado ha legado al euskaldun de hoy una mentalidad idiomática que es toda una revelación. Al decir el vasco castizo que "todo lo que tiene nombre es", lleva a la comunidad a un realismo universal sorprendente. El vocabulario euskérico de nombres no seria entonces sino el catálogo universal de realidades materiales, biológicas, socioculturales, psicológicas y espirituales. Realismo universal, sin reducción de una índole a otra, sin discriminaciones, pero distinguiendo aquello experimentado por uno mismo y afirmado secamente, da, "es", de lo conocido a través del testimonio de otros, omen da, "dicen es". El euskara ha ido enriqueciéndose con adquisiciones sucesivas durante quizá milenios. Su vocabulario y su semántica se han ido organizando como un reflejo del universo mismo en toda su complejidad. No es que el euskara refleje panteísmo, no, sino universalidad. Es intrigante, p. ej., que ciertos vocablos recorran toda la gama de la naturaleza universal, desde el espíritu a la materia, o viceversa, especificándose sin salirse de la línea: así, de gogo, según el contexto, brotan los conceptos "gana", "deseo", "apetito", "recuerdo", "mente", "pensamiento", "alma", "espíritu" y, cosa curiosa, gogor "duro", en sentido material y espiritual. El euskara, pues, debe estudiarse como revelador de la identidad e intimidad colectiva vasca (patria-pueblo-nación), de la afectividad hacia las propias tradiciones y cosas, y de la comunidad personal entre vasco-hablantes. Y, como cima, otra revelación, del euskara en sí, como portador de un mensaje filosófico lleno de sorpresas. Revelación, sí, pero no pura revelación, sino que, a su vez, consiste en participación viva de la intimidad del otro, en la medida que se nos da, de la intimidad colectiva, que se hace patrimonio de todos, y de los secretos del propio euskara que guarda celoso. Pero la lengua, así inserta en el individuo como intimidad colectiva, al ser vernácula, mamada en el regazo materno, modela el alma infantil cargándola de todas las resonancias ambientales. La lengua materna tiene carga afectiva indestructible mientras viva la persona que la posea. En cambio la lengua adquirida es pura receta, una clave de intercomunicación sin color, olor ni sabor. Un alemán puede saber que amatxo significa madrecita, pero nunca le afectará como en su idioma propio. A un vasco le deja frío e indiferente decir Vasconia, pero no, Euskalerria, aun tratándose de una misma, realidad. Una de las etiquetas es carne viva; la otra, mero cartón escrito, inequívoco, sí, pero sin carga vital.