Sailkatu gabe

EUSKARA OBJETIVO (HABLA: HIZKETA)

CONVERSACIÓN. Visto el euskara como reflejo colectivo en tratamientos, dialectos y hablas de grupo; visto el euskara como idioma comunicativo de una comunidad humana; visto el euskara como sistema objetivo instrumental, y como realización individual, queda todavía por ver al euskara como posesión individual, como algo de lo que disponemos más o menos libremente y como identificación humana a todo nivel. Si yo inventario y hago mi balance euskérico de situación llegaré a hacer aflorar un euskara personal que, en fin de cuentas, no es sino una de las unidades reales de que se compone el euskara como tal. El euskara, así, en singular, no es sino la constelación de euskaras individuales en la que late un solo euskara que planifica lo que es defectivo en cada uno de nosotros. Si yo miro en mi derredor y observo qué uso se hace del euskara, veré si realmente somos libres de emplearlo en todos los órdenes de la vida, actividades oficiales (sesiones de los Ayuntamientos, Diputaciones, etc.); si hacemos de él un instrumento cada vez más apto y si disponemos o no de los medios de hacerlo; y si se hace uso de él en todas aquellas actividades en que se imparte enseñanza, información o doctrina al público. Finalmente, llega un momento en que la palabra se remonta a una especie de comunión con el sujeto, o de identificación con él mismo, por ser un mismo sujeto el que expresa y la palabra que imparte. Dirigir la palabra a otro es entregarse en una mínima parte; apalabrar es cerrar un compromiso entre dos personas, basado en la palabra firmada con nombres y apellidos; dar la palabra es darse a sí mismo en cuerpo y alma llegando incluso a poner por testigo a Dios. Se suele decir "palabra de vasco". Ya no es la palabra solamente, sino la palabra que se da. Decir una palabra o no decir una sola palabra son meras dicciones, pero cumplir la palabra es dotarla de un valor en el que se entrega la persona misma. Comunicar la intimidad, abrirse, es tanto, como decir a otro la palabra adecuada, aquella que infunde confianza. Guardar secreto es callarse, es no confiar en el otro. Descubrirse por la palabra es tanto como quitarse el ropaje, la careta de la vida social. Dirigir a otro la palabra, es tanto como saludarle. No hablarle, es enemistad. La palabra entonces se convierte en reveladora. He aquí unos cuantos casos en que se trasciende el común hablar. Se ha dado en decir que el vasco es corto en palabras y en razones. También se ha insistido en llamarle "raza muda". Claro que todo el mundo es mudo y corto en palabras en tierras cuyo lenguaje desconoce. Se ha dicho también que es hospitalario "sin frases". En todos estos casos la comunicación propiamente dicha se realiza en forma anormal. La intercomunicación castellano-euskaldun tiene lugar en un régimen de dificultad para el vasco que trata de expresarse en castellano y de plena facilidad, para el castellano que impone su lengua sin ensayar nunca de expresarse en euskara. En el trato entre euskaldunes la intercomunicación es normal y corriente; y, lejos de ser raza muda abundan, a veces, los habladores, que no siempre son los que más dicen aunque sean los que más hablan. Por lo general, el euskaldun es reservado, pero se abre en un clima de confianza, diciendo con toda naturalidad lo que piensa. Habla y dice de buena fe lo que cree cierto. La reserva, el secreto, están ligados casi siempre a intereses menudos o a la reputación de las personas. El secreto de una setera, de un contrabando, se mantienen en círculos muy compenetrados y reducidos. La reserva se debe, más bien, a falta de confianza. La necesidad de comunicarse y la familiaridad de la comunicación (tiempo, cosechas, noticias familiares y menudas),, se satisface en cada encuentro callejero y, sobre todo, en el monte, y, hasta fines de siglo, en el horno vecinal, el lavadero, la feria, la tienda o el mercado. El correo oral suele todavía correr más rápido que el oficial, el periódico o la radio. El recadista, sin ir más lejos, ha sido siempre un buen vehículo de noticias dentro de su radio de acción. El índice de comunicabilidad puede quizá señalarse en el saludo. El vasco montañés, cuando se desplaza de un medio eminentemente euskaldun a ciudades españolas de más allá del Ebro, lo primero que le sorprende y desorienta es el cómo se llena el aire de conversación sin decir apenas nada. Nosotros, los estudiantes vascos, nos encontrábamos en ese caso, sin saber cómo terciar en la conversación, en aquel lenguaje que llamábamos "gomoso". Se hablaba y se hablaba, sin decirse nada nuevo. La verborrea sustituye a la noticia, berri, que en euskara vale tanto como "nuevo", "novedad". La mutua comprensión llega más bien a través de la actitud adoptada mientras se habla. La intercomunicación euskaldun se halla perturbada gravemente cuando se realiza entre dos generaciones inmediatas, abuelos, padres, hijos. Desde hace siglos, a causa de la represión lingüística que ha venido sufriendo Euskalerria, se han venido dando casos muy frecuentes de niños que no conocen el euskara y de abuelos que no conocen el castellano. La escuela nacional actúa de intrusa, prostituyendo su misión de primera enseñanza, al constituirse en órgano represor. La intercomunicación normal euskaldun, espontánea y viva, en un medio monolingüe, se torna dificultosa, difícil y torturante en un régimen de imposición y de intrusión de otra lengua. La intercomunicación misma entre euskaldunes y en euskara, se empobrece por la decadencia y empobrecimiento del euskara de los jóvenes ante el ágil y vigoroso euskara de los viejos. El euskaldun-berri, el nuevo euskaldun, adquiere un lenguaje pobre y seco, muy poco apto para la expresión vital mientras no se cuente con una ikastola de recio ambiente euskaldun. Porque la intercomunicación vasca gusta de la expresividad, de la intención, del humor y de la ironía, eso sí, como su música, y su poesía, en tono menor.