Sailkatu gabe

EUSKARA OBJETIVO (HABLA: HIZKETA)

Posesión del euskara.

No tenemos sino echar una ojeada por el diccionario de Azkue para ver cómo detrás de cada palabra aparecen los signos (c) para la palabra "común" a todo el país; (c...) cuando se trata de una palabra muy difundida; las indicaciones dialectales (A, N, B, N, B, L, S, R.) cuando el uso es cada vez más restringido; y R-iz, R-uzt, G-zeg, etc., cuando es meramente local. Dejando ahora esa posesión de todos y cada uno de los hablantes en un grado mayor o menor, acaece siempre, que, al hablar, la diferencia de posesión entre los hablantes puede ir desde la homogeneización más grande a la desigualdad más chocante. De ahí, la mayor o menor conflictividad del habla usual en toda lengua, no solamente en el euskara. Estas consideraciones anteriores nos llevan a establecer que cada hablante posee la lengua de una forma siempre individual en cuanto a capacidad, modo de hablar, soltura, interpretación, etc. Estos son los problemas específicos que plantea el factor "posesión".

Todos y cada uno de los hablantes. La ventaja del diccionario de Azkue radica en que se detalla minuciosamente el grado de difusión de cada término con indicación de si es de uso común, señalado con c, si es de uso casi común señalado con c.. y si solamente es de uso dialectal o subdialectal. En realidad, el pasado de la lengua ha plebiscitado las palabras dando el sí, por uso y costumbre, a un gran número de voces. Existe un diccionario, recientemente reeditado, del capuchino P. Arbelaitz, en el que solamente se contienen las voces comunes a dos o más dialectos. Entre las voces comunes figuran algunas como abarka (abarca), urki (abedul), zabal (ancho, abierto), ondu (abonar tierras), besarka (abrazo), eskuratu (acarrear), egite (acción), gorosti (acebo), argitu (aclarar), salatu (acusar), edergarri (adorno), oartu (advertir), leia (afán), -zale (aficionado a). zorroztu (afilar), esker (agradecimiento), samindu (agriar), ur (agua), zail (aguantadizo), ito (ahogado), luzatu (alargar), zugizen (albura de leña), alkate (alcal de), prest (alerta), gosaldu (almorzar), berera (a lo suyo), gorabera (altibajo), maitagarri (amable), ubel (amoratado), atso (anciana), arlote (andrajoso), abere (bestia, animal), amu (anzuelo), urte (año), gogo (apetito), ondoratu (aproximarse), aposte (apuesta), kutxa (arca), damu (arrepentimiento), goiko (de arriba), erreka (arroyo), erre (asar), eraile (asesino), laguntza (asistencia), latz (áspero), egon (atenerse a, estar), urrezko (de oro), zeken (avaro), olo (avena), atzo (ayer). Estas son las voces comunes que figuran en el citado diccionario de Arbelaiz castellano-vasco, letra A. Examinadas, se ve inmediatamente que se trata de conceptos muy elementales y algunas veces de palabras prestadas por otros idiomas. Si esto ocurre en las correspondientes al castellano A, es de esperar que lo mismo suceda en las demás letras. Figuran elementos de la naturaleza como urki (abedul), gorosti (acebo), argitu (aclarar), ur (agua), ubel (amoratado), urte (año), gogo (apetito), erreka (arroyo), olo (avena). Todas ellas tienen el aspecto de autóctonas a excepción de erreka que cuenta en euskara con su equivalente común arcaico lats. Se considera erreka préstamo latino (top. Erreka, año 1093, en Bermeo) y quizá urki (abedul) pero problemática. Los demás conceptos son también elementales y llevan en sí componentes netamente euskéricos y vigentes como en edergarri (-garri, digno de), surgizen (-gizen, gordo), berera (-ra, a), gorabera (bera, bajo), urrezko (-zko, de), laguntza ( tza), etc. Los préstamos, como los latinos y románicos erreka (arroyo), prest (alerta), aposte (apuesta), el problemático abere (animal) y el árabe alkate (alcalde), suelen ser comunes cuando la implicación lingüística ha sido común a lo largo de todo el país por lo menos fronterizamente. El sufijo verbificador -tu. -du se supone préstamo latino. Los de uso casi común, c.., son de esta índole: merkatu (abaratar), ongarri (abono), nagialdi (acceso de pereza), oilotu (acobardarse), lagundu (acompañar), mugarritu (acotar), eragin (activo), meartu (adelgazar), arrigarri (admirable), mutur-beltz (adusto), zorrotz (afilado), on izan (agradar), ustez (a juicio de), poztu (alegrarse), ori (amarillo), adiskide (amigo), millaka (a miles), maitetasun (amor), orapillatu (anudar), leiz (apasionadamente), odolgabe (apático), on egin (aprovechar), zuzendu (arreglar), laztasun (aspereza), ozpin (avinagrado), urdindu (azularse). Pronto se advierte que coexiste otra palabra menos común a causa de la no uniformidad de algunos integrantes como -gabelbage, oilo/ollo, mea/mear, -tasun-tarzun, orapillo/korapillo. En otras ocasiones se debe a la fórmula adoptada ustez y ene ustez, lagundu y lagun izan (acompañar) o a sinónimo diferente de algún otro modo que no sea el puramente fonético, como en merkatu y beeratu (abaratar), lit. abaratar y bajar; ongarri y zimaur, gorotz, kortaitz. Hay unidad de concepto y de euskarismo pero no unidad absoluta de forma. Ya en la posesión restringida figuran palabras comunes o varias demarcaciones dialectales lo que quiere decir que el área es en este caso supradialectal pero no común a todos los euskaldunes ni tampoco exclusiva de un dialecto dado. Se encuentran comunidades aproximadas de suletino y roncalés, bajo navarro y laburdino, bajo navarro y suletino, bajo navarro y alto navarro, guipuzcoano y vizcaíno, guipuzcoano y laburdino, etc. Cuando la comunidad es casi total, como baratz, "huerto" (AN, BN, G, L, S, R.), se ha considerado como casi común, de modo que el interés radicaría en establecer áreas de comunidad, o sea, un auténtico atlas de las palabras. Aparentemente se trata de una geografía lingüística pero no se trata de localizar espacialmente a las palabras, sino en la masa de vasco-parlantes, naturalmente, extendida por el espacio. Lo meramente espacial allí permanece inamovible pero no las personas, que se desplazan. El caso de San Sebastián , p. ej., en donde coexisten euskaldunes de habla navarra, guipuzcoana y vizcaína principalmente. Tampoco aquí se estudia dialectología que es otra materia, de habla de comunidades regionales, de la caracterización y estudio sistemática de ese tipo habla. Ahora nos interesa el grado y modo de posesión individual de todos y cada uno de los hablantes de lo común, casi común, menos común, individual. Pero el atlas dialectal lleva al atlas de estas gradaciones y sirve como apoyatura para este estudio. Al hablar de las modalidades, disposición y distribución del euskara por niveles sociales, espacios dialectales y hablas restringidas a pequeñas comunidades se trató de definir en sus grandes rasgos ese dominio que se diferencia del que ahora consideramos sin otra base que el vasco-hablante. Remitimos, pues, a lo dicho sobre atlas como preparación para una problemática del estudio de la posesión del idioma a nivel personal de todos y cada uno de los euskaldunes.

Varios y cada uno de los hablantes. La lengua se realiza hablando en grupo, en presencia unos de otros con un mínimo de la pareja. Se enfrentan individualidades con idéntica o parecida posesión idiomática, no muy distanciada, pero por la interferencia de factores diversos. Dos vizcaínos entre si homogeinizan su posesión idiomática por lo menos en lo que tienen ambos de comunidad dialectal, aunque uno pertenezca a un subdialecto vizcaíno occidental y otro oriental, p. ej., uno de Gernika y otro de Aretxabaleta o pongamos por caso, de Arratia. Entre guipuzcoanos, dialectalmente entendidos, ocurre algo semejante y, así, en cada dialecto. En cada variedad se afina más y más a medida que se llega a la exclusiva variedad personal, singular. Mientras el país vivió sin modernas comunicaciones y movilizaciones de población (automóvil, etc,), las grandes áreas comunitarias permanecieron siempre parecidas a través de los siglos. Ahora puede enfrentarse un vizcaíno con un suletino, extremos del país, ocasionándose el máximo grado de diferenciación pero, a veces, con palabras comunes, heredadas de la vieja comunidad originaria y marginada por el tiempo: naz vizcaíno y naz roncalés, emon vizcaíno y emon roncalés, contra eman en casi todo el resto del país. Antes, la juventud roncalesa solía trabajar en invierno en las fábricas de alpargatas de Mauleón, ocasionando suletinismos en el habla euskérica roncalesca e importaciones de canciones populares con su letra respectiva. La zona de la Barranca navarra se ha relacionado más con los guipuzcoanos que con los navarros. Pero, dejando a un lado esos enfrentamientos dialectales, lo que interesa es el enfrentamiento de capacidades distintas, lo que sucede en la conversación entre dos niveles de posesión euskaldun. El niño de ikastola que habla en euskara con el "prestigio oficial" de la escuela, da la impresión de que el habla de los padres es deplorable, y, éstos, a veces, optan por no hablar en euskara. Lo mismo sucede a los hablantes de habla de la montaña guipuzcoana, en casos aislados, cuando se establecen en Donostia. Creen que su variedad es no hablar bien y no mera variedad en la que se puede hablar bien o mal, como en todas. No han faltado tampoco autores pedantes y necios que hayan escrito afirmaciones petulantes diciendo que los euskaldunes del campo hablan mal el euskara porque no se ajusta a sus elucubraciones y reales ignorancias. El hombre del campo vasco es un gran propietario euskaldun, es un poseedor de un idioma rico, inmensamente rico, ágil, vivo, expresivo y maestro, no a la inversa. La posesión euskérica de dos hablantes, urbano y rural, enfrentadas, no es muy diferente porque las ciudades y villas vascas son de origen tradicionalmente rural y las sucesivas aportaciones de gente del campo, muy recientes. La situación, pues, de los hablantes debe ser, en general, muy homogénea en contenido.

Cada uno de los hablantes. El idioma, por otra parte, lo posee cada individualidad en forma personal y, tan personal, que le refleja por entero en su peculiar modo de expresarse. Al fin y al cabo, se trata de algo generado en la familia y ampliado en la vecindad y en toda la peripecia de relaciones de cada individuo. Y es que cada uno de nosotros tenemos nuestra singular historia que trasciende a medir y configurar el idioma como posesión personal. El idioma, que está vivo en el cerebro de cada cual, ofrece tantas variantes como individuos, y es por eso que se manifiesta palpable este distinto dominio del idioma común cuando uno habla. Interesan, pues, estas diferencias y comunidades que se denuncian, sobre todo, en el acto de hablar. Cómo se utiliza la lengua común, cómo se habla, se dice, se escucha o se oye; cómo se entiende o interpreta. El vocabulario de un campesino es más rico en terminología botánica y atmosférica que el de un obrero de ciudad. Quiere esto decir, que la lengua individual arrastra no solamente elementos de origen social y dialectal, sino de elaboración y esfuerzo, o, de abandono y pereza, pero palpables en una modalidad lingüística única. Desde la pronunciación, carga afectiva, prejuicios, mejor o peor conocimiento y uso de las acepciones, tono y acento, hasta el saber decir lo que se quiere e interesar a otro, existe un cúmulo de casos particulares, de gran importancia en la conversación. Y es que el pensamiento se halla muy ligado a esa casuística del idioma. De todos modos, la extracción social y dialectal, influyen en la índole y configuración del lenguaje adquirido de primera intención, luego remozado culturalmente o por pura experimentación. Asimilado por vía de aprendizaje materno-vecinal suele ser también el caudal del vocabulario, la fraseología, las sentencias idiomáticas y diversos giros de la conversación corriente. En lo que se refiere a lengua, habla y lenguaje, en sentido estricto, se adquieren modalidades personales fonéticas, gramaticales y semánticas, reflejadas luego en el hablar, decir y comunicar. Todo un resultado del aprendizaje, el cultivo y la creatividad personal. El asunto se centra principalmente en el grado de integración de la función lingüística vasca en el individuo. Quiere esto decir, que la lengua, completa y total, no la posee ningún individuo en privado; reside aquélla en la totalidad de acuñaciones individuales. El ámbito lingüístico es como un firmamento de unidades lingüísticas individuales idénticas, pero diferenciadas en algo. El Diccionario de Azkue, p. ej., registra o trata de registrar la totalidad de las voces del idioma, pero, ¿cuántas posee cada vasco-hablante? La morfología vasca del mismo autor trata de registrar la total de la lengua, pero ¿en qué medida la posee y ejercita cada individuo? Claro, que cada una de las unidades lingüísticas constituye la lengua completa, pero en forza forzosamente defectiva. Se plantea inmediatamente el problema de la lengua adquirida como segunda lengua, por aprendizaje de relación o por aprendizaje pedagógico. El nuevo euskaldun es el llamado euskaldun-berri, "euskaldun-nuevo", pero artificialmente. Se plantea el problema del segundo lenguaje, así adquirido, sin la simbiosis lengua-cerebro del aprendizaje natural. El euskaldun-berri, a no ser que se halle sumergido toda su vida en un medio fuertemente euskaldun, no puede sensibilizarse en el idioma, oído, hablado, etc. como el nativo. Ahora también, llegado este punto, hemos de denunciar a algunos euskaldunberris que se pasan de la raya metiéndose imprudentemente a manipuladores del euskara hablado