Sailkatu gabe

EUSKARA OBJETIVO (HABLA: HIZKETA)

Utilizar la palabra. En su triple aspecto: hacerla útil de trabajo, hacer que se considere útil y utilizarla como medio de comunicación eficaz. El euskara, de por sí, es ya instrumento, pero no como otro cualquiera, sino vivo y emergente del sujeto, como el brazo emerge del cuerpo. No en balde el nombre euskara sirve de base para enunciar el gentilicio individual euskaldun y el colectivo Euskalerria. La utilización de la palabra lleva inherente el apropiamiento cultural de cuanto relaciona e interfiere. Desde niño, palabra y concepto se ligan e insertan en la mente y en el yo mismo individual. El universo bombardea incesantemente con sus imágenes y hechos toda nuestra mente a través de las ventanas sensoriales recreando en ella su propia contextura y manera de ser. La estructura de nuestra lengua, como intermediaria en toda expresión de vida, es un símil de la propia contextura universal. De ahí su importancia y su inmensidad inagotable que se pierden en los ínfimos rasgos del sonido y del concepto. Así, mientras el niño se hace dueño de su euskara, participa, en la medida de su alcance, de cuanto le rodea y se relaciona con él. Eso ha sido durante milenios ser euskaldun. Por eso no debe considerarse al euskara como cultura, sino como instrumento del sujeto en la utilización cultural. El niño se hace adulto a una con la madurez de sus adquisiciones a través del contacto con los demás y, sobre todo, de la escuela y de la vida. El euskara ha vehiculizado la existencia vasca y la ha estimulado en todos los puntos neurálgicos de la misma, utilitarios, intelectuales, morales, sociales y humanísticos. La transmisión de la tradición y toda una psicología se ha hecho siempre a través del idioma propio. Pero utilizar la palabra es intervenir oralmente en todas y cada una de las actividades, experiencias y querencias. Aquí no podemos investigar cómo interviene el euskaldun en cada uno de los ámbitos culturales convivenciales, creacionales y humanísticos, ni cómo colorea al idioma la fisiología y la psicología que nos son peculiares. No cabe duda que existen comportamientos de la palabra, hablados, propios de cada uno de esos mundillos y que hay un hablar cortés y un hablar grosero, un hablar técnico y otro filosófico, un tipo de despliegue de la palabra propio del conferenciante o del sacerdote. Pero no como hablas objetivas de profesión o de grupo, que eso incumbe al estudio del lenguaje colectivizado, sino como comportamiento en cada una de esas faenas. A modo de ejemplo voy a dar unas notas que pueden resultar un indicio de la amplia problemática de esta sección. Me refiero al siguiente título sobre "Bien hablado y mal hablado".

Bien hablado y malhablado.-El habla delata a quien habla y le identifica. Su conducta oral es reflejo de su conducta personal. Dime lo que hablas y cómo hablas y te diré quién eres. Quizá la nota más saliente de la vida cotidiana oral haya sido en la civilización vasca el ser "bien-hablado", es decir, la poca audiencia popular de las palabras soeces y, sobre todo, blasfemia, ésta importada recientemente de las llanuras aragonesa y celtíbera. Ya lo advirtió Campión en el siglo pasado que el lenguaje vasco, cívico y cortés, se vuelve soez y grosero al perderse la lengua vasca. Pero, hoy, ya no sigue precisamente a la desaparición del euskara, el hablar blasfemo, sino a la pérdida de la "hombría vasca", es decir, al gradual aumento de un íntimo complejo de inferioridad, disfrazado de virilismo. Y quizá, de hecho, se trate de la exteriorización del grado de fracaso y de frustración personal. A falta de seguridad íntima aflora la apariencia fuerte, visible en el taco, la palabrota, el vocabulario obsesivo a base de todo lo relativo a la función genital y su culminación, correlativa, la blasfemia, dicha en español aunque se hable en euskara. Ha llegado el momento o está llegando en que cada dos o tres palabras, o por lo menos, entre frase y frase, según las incidencias de la expresividad o de la cólera, se intercalan en el bello y viril euskara los escupitajos. El blasfemo vasco, el "mekagotarra", como le llamó Campión, es un impotente espiritual, un hombre de poco fuste, un vasco fuertemente decadente con aspavientos de lo contrario. A tal punto se ha estimado en la sociedad castiza vasca el hablar viril, sin aspavientos de quella índole, que el personaje central del poema "Euskaldunak" recibe el nombre de Mikel Ele-Eder, "Miguel el Bien-Hablado". En la civilización castiza vasca la "hombría", antítesis del "machismo", se conoce en parte en el bien hablar, con toda la energía, e incluso violencia que se quiera, según las circunstancias, pero, eso si, sin esos alardes de salvajismo oral estéril y de nadiez personal. Porque el blasfemo vasco, es siempre un nadie que, a falta de razones, se limita a copiar servilmente al erdaldun lo que tiene de peor y cuando lo tiene, porque entre los erdaldunes también hay "clases" en el bien y en el mal hablar. Hasta ahora los vascos y hasta un cierto punto, éramos clase bien dotada en el bien hablar, lo que equivale a una sociedad sin clases, pero gracias al erderismo invasor se inician y perfilan cada vez más estos esbozos de clase en la hombría del bien decir y del razonar. Es de señalar que en euskara no existe la blasfemia y que el repertorio de juramentos y tacos es por demás inofensivo. Hasta en esto nos da el euskara una de esas lecciones que arrancan de su misma médula trascendente. Y es que el euskara se ha formado en el seno de un pueblo orientado hacia una trascendencia espiritual de la vida.

Algunos abusos actuales.-La situación actual del euskara es la de una lengua privada de la oficialidad no sólo social y políticamente, sino en el terreno de la cultura y de las actividades públicas y estatales. En esta situación de arrinconamiento, el euskara, a pesar de sus dotes culturales innegables, no ha usado ni creado una terminología adecuada a los tiempos modernos. En este sentido el euskara normal es el usual de siempre y dialectalizado. Solamente a partir de Larramendi, junto a los términos convencionales del idioma, comienzan a aparecer tecnicismos neológicos, que unas veces son meras aplicaciones y otras, novedades en toda la regla. A finales, del siglo pasado y principios de éste se produce el fenómeno neológico y, más tarde, la reacción mordollista, pasando del purismo más extremo a la chabacanería y abandono más repelentes. El habla culta, la de la élite popular o de la élite instruida por la lectura, condujo al neologismo, a la aparición de términos nuevos, echando mano de los recursos normales de la lengua. Desde entonces se han enfrentado en Euskalerria dos hablas escritas, la "purista" y la "mordollista", en alternancias que no nos han conducido hasta ahora a un punto óptimo adecuado. Si en la preguerra sufrió el euskara los furores del purismo más extremo, no respetando préstamos latinos ya multiseculares y cargados de sensibilidad, como birjiña, sustituida por neskutz; eliza, "iglesia", por txadon; jende, "gente", por notiñ; papera "papel", por ingi; liburu "libro", por idazti, etc., ahora, la otra demencia, la polucionista, nos invade el idioma con voces como akordio "acuerdo", en lugar del popularisimo erabaki; abundantzia "abundancia", por ugaritasun; abundoski "abundantemente", por ugari, oparo, etc. El euskara necesita un habla culta, y dotada de terminología tecnológica para su empleo en ciertos medios.