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Tolosa (1998 version)

Inundaciones. Por su situación en un valle angosto y a las orillas de un río de gran caudal como el Oria, Tolosa ha sufrido numerosas inundaciones a lo largo de su historia. Según Gorosábel la más antigua de la que ha quedado memoria, es la ocurrida en 1678. Las aguas subieron «dos varas» en las calles de Herreros y Correo, así como en las de Santa María, Mayor y del Emperador, inundándose asimismo las iglesias matriz de Santa María y las de los conventos de San Francisco y Santa Clara. Se destruyeron numerosas construcciones de las orillas. A consecuencia de esto, señala Gorosábel, la villa hizo voto de guardar perpetuamente el día de San Cipriano como de precepto, «bajo pena de pecado mortal» con procesión y misa. En el s. XVIII sufrió asimismo diversas avenidas del río, siendo las más devastadoras las ocurridas en junio de 1762, 1765 y 1787, repitiéndose en octubre de este último año. A consecuencia de las acaecidas el último año se realizaron obras de refuerzo de los puentes y de los muros del convento de Santa Clara, cuyas huertas se destruyeron. No fue menor la inundación que experimentó en los días 20 y 21 de mayo de 1801 , pues las aguas que entraron por los boquetes de la muralla del Tinglado y casa de Idiáquez corrían con gran fuerza a las once y media de la mañana por las calles Mayor y del Emperador. Penetraron también las aguas desde San Esteban, aunque en poca cantidad, y corriendo por la calle del Correo, atravesando el arco del portal de Castilla. La parte más baja de la población fue inundándose al mismo tiempo de retroceso de manera que llegó a cubrirse el camino real frente al convento de Santa Clara, todo el campo de Laskoain hasta la altura de las espigas de los trigos, y en la iglesia de San Francisco subió unas dos varas. Los daños que se experimentaron fueron igualmente considerables por lo que se ejecutaron algunas obras de defensa, trazadas con mucho conocimiento por el ingeniero hidráulico José del Solar. Tales fueron: la cerradura del paso de las aguas por La Rondilla, el murallón de San Esteban, la elevación dada al camino real cerca de la misma ermita, con la continuación de un murallón hacia Alliri, en fin, la construcción de una pared de cerradura de heredades de Laskoain inferior hasta sus huertas. Dos inundaciones de consideración han ocurrido durante el s. XIX en esta villa. La una fue en la noche del 28 al 29 de enero de 1831; la otra en la mañana del 16 de septiembre de 1860. Las aguas entraron por el puente de Santa Clara, portal de Castilla, boquetes de la muralla del Tinglado, y por la parte de la Rondilla, al mismo tiempo que subieron por la de la matadería, como la más baja. Entre las cinco y seis horas de la mañana del 29, de su mayor crecimiento, las aguas llegaron a ocupar el camino real de Navarra frente a Santa Clara y sobrepujaron el primer arco de su puente, entrando en la plaza vieja; en la nueva subieron hasta el cerrojo de los Toriles y segunda grada de las escaleras de la casa concejil. Todas las calles de la población se vieron por consiguiente anegadas, y las tiendas de comercio se vieron en bastante peligro. Fue opinión de observadores prácticos que esta riada fue mayor que la de 1801. La de septiembre de 1860 no fue tan grande. Sin embargo, hay que advertir que los grandes torrentes de agua que anteriormente solían entrar en la población desde la parte de Berrano, no lo hicieron esta vez sino en poca cantidad, merced a la vía férrea que se construyó, y no puede calcularse lo que hubiera sido sin esta circunstancia. La abundante y continuada lluvia de la noche del 15 al l6 produjo por consiguiente un extraordinario crecimiento del río Oria. En su virtud entró éste por los caños de la muralla del Tinglado, y también por las huertas que hay al frente de San Francisco, de manera que ambas aguas reunidas corrían en gran cantidad por la calle del Correo. Así como en todas las inundaciones anteriores, también en ésta subió de retroceso por todos los puntos de la población, entrando por la parte de Belate. Sin embargo, no rebasó el alto de la ermita de San Esteban, aunque le faltó muy poco, ni penetró en la iglesia de San Francisco más que una pequeña cantidad, y aun ésta desde el camino real.