Lurraldeak

Bizkaia. Educación y cultura

En la segunda mitad del siglo XIX se establecen los primeros fotógrafos en Bilbao. Bermeo, Durango, Balmaseda, Lekeitio y Gernika los conocerán tras la II Guerra carlista que concitó un gran número de ellos.

Las vistas fijas eran objeto de gran curiosidad en la Bizkaia de fin de siglo y el cine, propiamente tal, fue conocido en el teatro Arriaga, el 9 de agosto de 1896, de la mano del pionero Eduardo Jimeno. La calle Correo, habitual paseo de Bilbao, fue escenario de proyecciones fijas. Le seguirían el Panorama y demás derivados de la linterna mágica. Las primeras proyecciones cinematográficas de cortos tuvieron lugar en un kiosco de la plaza de Federico Moyúa de Bilbao que luego se trasladó a la plaza del Bombero Echániz. La popularidad del espectáculo, más vivo y más barato que el teatro, hizo que se lo incorporara a los barracones de ferias y circo.

Las primeras salas surgen en las primeras décadas del siglo XX en la calle Ripa, en Bidebarrieta, en la Gran Vía, etc. El teatro-circo del Ensanche de Bilbao se hizo tristemente conocido por la tragedia acaecida durante la sesión de cine del 24 de noviembre de 1912 en el que perecieron 46 personas. Las salas más conocidas fueron las bilbaínas Olimpia (Gran Vía), Vega(esquina Bailén y la Naja), Salón Vizcaya (San Francisco), la citada del Ensanche (entre Alameda Recalde, Licenciado Poza, General Concha y Alameda Urquijo); en el teatro Campos Elíseos, el coliseo Albía, el teatro Trueba y el Buenos Aires se alternaba el cine con espectáculos en vivo.

Varios operadores de casas famosas -Lumiére, Pathé y Gaumont- se establecieron en Bilbao en la primera década del siglo. Entre los nativos cabe destacar a los hermanos Mauro y Víctor Azcona, baracaldeses, que iniciaron su amplia producción en 1920. Fruto de su interés documentalista fueron Vizcaya pintoresca, Caja de Ahorros Municipal de Bilbao, Inauguración del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, De Bilbao al Abra en fiestas, Regatas de balandros en el Abra, Ciclón en el rompeolas, Bilbao, etc. Durante los años 20-30 Bizkaia contó con un buen puñado de cineastas amateurs como Ricardo Bastida, León Armando Zalbidea, Remigio Eguren, Felipe Manterola, Porfirio Sánchez Sauthier, etc.

Se conoce la existencia de la productora Bilbao Film en 1915. De una Academia de declamación surgieron Aureliano González, Telesforo Gil y el fotógrafo Alejandro Olavarría que, agrupados, crearon Hispania Films que produjo los films de ficción Un drama en Bilbao (1923), Lolita, la huérfana (1924), Anastasio busca novia (1925) y Edurne, modista bilbaina (1924), de gran interés social. Los hermanos Azcona tuvieron gran éxito local con El Mayorazgo de Basterretxe (1928). También lo cosechó Martintxu Perugorria en día de romería producida por Olavarria y su Academia Cinematográfica. No ocurrió otro tanto con Nemesio Manuel Sobrevilla, autor de El sexto sentido (1926), que no llegó a estrenarse. Sobrevilla es autor de Gernika, documental de 1937, y Elai-Alai, de 1939. Reportajes Mezquíriz de Última Hora (1935) es la experiencia de un navarro, Miguel Mezquíriz, residente en Bilbao, autor de un sinnúmero de reportajes sobre Bizkaia y Vasconia tanto en el período republicano como en la guerra como operador en el bando sublevado. La llegada del cine sonoro y, posteriormente, la guerra, acabaron con estas producciones vizcaínas merecedoras de mejor suerte. El cineasta Sabino Antonio Micón marchó de Bilbao a Madrid donde desarrolló su trabajo de autor y de crítico de cine. También probó suerte en Madrid, París y Berlín Mauro Azcona. Sobrenadan en esta filmografía los nombres de los actores y actrices Félix y Nieves Gon-Ber, Fany Lebrero, Orlando Villafranca, José Tejada, Margarita Arregui. Citemos, finalmente, los Documentales vascos rodados en plena guerra por el Gobierno Vasco.

En los primeros años de la postguerra, el ambiente "regional" de la cinematografía española hizo que Bizkaia prestara sus paisajes y sus arquetipos a la nueva filmografía (ej. Raza de F. Franco). Posteriormente el escenario vasco puede apreciarse en Tormenta y La casa sin fronteras rodadas en Mundaka. En Bilbao se filmaron Rapsodia de sangre (Isasi-Isasmendi, 1957), Ronda española (Vajda, 1951), Neutralidad (Fernández Ardavín, 1949), María, matrícula de Bilbao (Vadja, 1960), Murió hace 15 años (Gil, 1954), etc.

Los cine-clubs sirvieron para eludir la censura franquista y ofrecer cine de calidad al mismo tiempo. Es de destacar en Bizkaia el papel desempeñado por el cine-club Fax de Bilbao creado en 1954 a la sombra de la juventud de Acción Católica. Otros cine-clubs surgieron en el entorno universitario, en Barakaldo, Getxo, etc.

Resulta difícil establecer la relación de actividades cinematográficas llevadas a cabo en cada uno de los territorios históricos; Vasconia es pequeña y tanto realizadores como productores llevan a cabo sus actividades tanto en Bizkaia como en Navarra, Gipuzkoa y Vitoria. Nada tiene de extraño, por tanto, que en la siguiente relación se citen los trabajos de unos y otros indicando, eso sí, su procedencia. La realización del documental Ama Lur (Néstor Basterretxea y Fernando Larruquert, 1968) supuso el punto de partida de un cine autóctono que difería mucho de lo que en esta materia se había hecho en España tras la guerra civil con relación al País Vasco. Se demostró que se podía reflejar en imágenes todo el sentir de nuestro pueblo -problemas de censura aparte-, al margen de aquellos títulos que, ambientados en Euskadi, apenas si se apartaban del encorsetamiento de un cartón-piedra que amparaba un sin fin de tópicos principalmente relacionados con el juego de la pelota, la gastronomía y la particular forma de expresarse en castellano que tienen los euskaldunes (Cancha vasca, Ronda española, La vida nueva de Pedrito de Andía, Amaya, etc.). La falta de infraestructura y la carencia de medios cinematográficos en que se encontraba el País Vasco empujaron a realizadores como los vizcaínos Pedro Olea, Jesús Yagüe y Víctor Erice, y los guipuzcoanos Antonio Mercero, Iván Zulueta, Eloy de la Iglesia, Javier Aguirre, Antxón Eceiza y Elías Querejeta, entre otros, a buscarse la vida en Madrid, centro de producción estatal.

A principio de la década de los años 70 se formaron algunas cooperativas y productoras independientes dispuestas a llevar a feliz término las ideas que deseaban materializar algunos cineastas aficionados sin salir de la tierra que les vio nacer. Iñigo Silva (Un domingo en Álava, Orden: retrato maligno de un generalísimo, 1970), Rafael Trecu (Navarra agreste, Usisumbue/No molesten, 1971), Antón Merikaetxebarria (Oldarren zurrumurruak, 1972), José Julián Baquedano (Bi, 1972) y José Angel Rebolledo (Arriluce, 1974), son claros ejemplos de aquella incipiente corriente cinematográfica alentada principalmente desde cine-clubs, algunos de los cuales (el Universitario, de Bilbao, por ejemplo) llegaron a financiar películas. No había finalizado aún el régimen político anterior cuando el vizcaíno Merikaetxebarria ya había filmado Arrantzale, el último título de una época en la que políticamente nunca se tuvo en cuenta la gestación de una cinematografía vasca. La instauración de la democracia significó una apertura de miras hacia el futuro que supuso la creación de productoras como Araba Films con la que Iñaki Núñez realizó la secuestrada Estado de excepción (1976), Zeppo Films bajo cuyo sello Imanol Uribe puso el dedo en la llaga ecologista con Ez (1977) en torno a la Central Nuclear de Lemóniz, y Heiga Filmeak cuyo título más emblemático fue Ikurrinaz Filmeak (1977).

El interés por la realización de un cine autóctono unió a los directores en conversaciones que dieron pie a la creación de la Asociación de Cineastas Vascos que se materializó a principios de 1978. A partir de entonces se inició una carrera que tendría sus altibajos, pero, sin duda, serviría como señal de partida para lo que luego se daría en llamar "cine vasco". Surgieron los nombres de Iñaki Aizpuru (Martintxori, 1978) y Juan Miguel Gutiérrez (Balantxatxoak, 1978) en Gipuzkoa, Aurelio Garrote (Udazkena Busturialdean?, 1978), Juan Ortuoste (Carmen 3º G, 1978), Javier Rebollo (Agur Txomin, 1979) y Modesto Pena (Aventura en el Trópico, 1979) en Bizkaia, y Paco Avizanda (Pincho de rosa, 1978) y Montxo Armendáriz (Barrengarriaren dantza, 1979) en Navarra.

El fenómeno audiovisual no fue ajeno a un incipiente Gobierno Vasco, máxime contándose ya con Euskal Telebista. Se materializaron una serie de ayudas a una cinematografía que indistintamente utilizaba los idiomas euskara y castellano para dar forma a unos acabados que, en la mayoría de los casos, con los problemas sociales o políticos que planteaban, tenía en jaque a la Administración central, sobre todo cuando Imanol Uribe dio a conocer el documental de largometraje El proceso de Burgos (1980) en un clima de veladas amenazas. Con la participación privada se llevó a cabo el proyecto de la serie documental Ikuska compuesta por más de veinte títulos realizados por los directores más representativos del País Vasco, entre los que se encontraban los alejados Pedro Olea y José Luis Egea. Para entonces ya se había creado la Filmoteca Vasca gracias al celo coleccionista de Peio Aldazabal, cuyo principal logro inicial fue la restauración de uno de los primeros largometrajes realizados en Euskadi, El mayorazgo de Basterretxe (Mauro Azkona,1928).

A comienzos de los 80, algunos directores vizcaínos decidieron dar el salto del corto al largometraje comercial. Imanol Uribe demostró poseer buen ritmo narrativo en La fuga de Segovia (1981) y Ortuoste y Rebollo aportaron paisajes bilbaínos a la desigual Siete calles bajo su sello Lan Zinema. Esta inquietud cinematográfica provocó la curiosidad de otras autonomías. El 30 de marzo de l982 se inauguró la Semana de Cine Vasco en Barcelona. En noviembre de este mismo año, el Parlamento Vasco aprobó la Ley Vasca de Cine. Jon Bernat Heinink homenajeó al cine negro norteamericano con Criss cross - Deskarga batzuk, uno de los mejores cortos de ficción rodados en nuestro suelo. A la vez, Luis Eguiraun y Ernesto del Río, funcionarios bilbaínos procedentes del Cine Club Universitario, irrumpieron triunfalmente con el corto Octubre 12 que, como su siguiente trabajo El ojo de la tormenta, acaparó buen número de premios y distinciones. En 1983, Ángel Amigo produjo el documental Euskadi, hors d'Etat y Víctor Erice realizó la obra maestra El sur, reconocida como una de las producciones más sobresalientes del Estado. Para entonces, y animados por las ventajas que de cara al cine ofrecía el País Vasco, se empezaron a rodar en nuestro suelo diversas películas: el zarauztarra Eloy de la Iglesia El pico con gran éxito de taquilla; Alfonso Ungría La conquista de Albania; Pedro Olea Akelarre; Iñaki Aizpuru Los reporteros; Ernesto Tellería Kaiola; e Imanol Uribe La muerte de Mikel, todo un hito comercial abordando el resbaladizo tema de la homosexualidad.

Un año después, el cine vasco ya era motivo de estudio en festivales internacionales de allende nuestras fronteras, como el de Berlín, donde se proyectan La muerte de Mikel y Akelarre. Nuestros productores se unieron para optimizar recursos al tiempo que Montxo Armendáriz y José Ángel Rebolledo irrumpieron en el terreno de la realización con dos obras singulares, Tasio y Fuego Eterno. El Gobierno Vasco produjo tres mediometrajes, Ehun metro (Alfonso Ungría, 1985), Zergatik Panpox? (Xabier Elorriaga, 1985) y Hamaseigarrenean aidanez (Anjel Lertxundi, 1985), que constituyen una experiencia para el "encaje" en cines comerciales de cine hablado en euskara. La fórmula no terminó de convencer. Ese mismo año, Eloy de la Iglesia trasladó a suelo vasco un inquietante drama de Henry James, Otra vuelta de tuerca, y Javier Rebollo se trajo al gran Omero Antonutti para protagonizar Golfo de Vizcaya de desigual resultado en taquilla. Tampoco resultaron favorecidos Mar adentro (Francisco Bernabé y Rafael Trecu, 1985) -a pesar de ser un excelente documental-, y el largometraje de dibujos animados Kalabaza tripontzia (Juan Bautista Berasategui, 1985). José María Tuduri consiguió llevar a feliz término su Crónica de la guerra carlista al tiempo que Montxo Armendáriz incidía en el tema de las drogas en 27 horas y Pedro Olea aireaba el asunto de los modernos piratas en Bandera negra. Imanol Uribe hizo saltar un coche de orilla a orilla en un puente bilbaíno para juntar a Ana Belén y a Fabio Testi en una historia de abogados y capitalismo, Adiós, pequeña.

Pero no siempre el cine vasco tuvo la misma respuesta en taquilla. Este mismo año se hicieron La monja alférez (Javier Aguirre, 1985) recogiendo las aventuras de Catalina de Erauso, y El amor de ahora (Ernesto del Río, 1985) que constituyeron sendos fracasos comerciales. Coincidiendo con el 50 Aniversario de la destrucción de Gernika, Ángel Amigo produjo Lauaxeta / A los cuatro vientos (José Antonio Zorrilla, 1987), un canto a la paz a través de la figura del escritor y poeta Esteban Urkiaga. Enrique Urbizu, bilbaíno como Zorrilla, que procedía del mundo del "spot" publicitario, debutó en el cine con Tu novia está loca, una comedia en la línea de lo que se hacía en aquella época. Dato curioso: La película se rodó en el interior de una antigua fábrica de raticidas en Amorebieta. Anjel Lertxundi, por su parte, trasladó un drama con "suspense" a bordo de un pesquero vasco para hacer Kareletik. En 1988, Javier Aguirre no consiguió estrenar comercialmente su película El polizón del Ulises a pesar de contar en su reparto con tres pesos pesados del cine español: Imperio Argentina -que cantaba una nana en euskara-, Ana Mariscal y Aurora Bautista. Tampoco les fue muy bien a Ernesto Tellería con su Eskorpion ni a Juan Ortuoste con El mar es azul. Sin embargo, Pedro Sota hizo con Viento de cólera una película muy digna que compitió en resultados económicos con Ander eta Yul de Ana Díez, que abordaba el problema socio-político de Euskadi. Terminó la década con dos trabajos firmados por José Angel Rebolledo Lluvia de otoño y Antxón Eceiza Días de humo.

Empezó la década de los años 90 con dos películas de muy distintos contenidos realizadas por Montxo Armendáriz, Las cartas de Alou en torno a la integración de un hombre de color, y José María Tuduri que insistió en el tema de las guerras carlistas con El cura Santa Cruz, la primera de las cuales triunfó en el Festival Internacional de San Sebastián de aquel año contra todo pronóstico. Amparado en las subvenciones que aportaba el Gobierno Vasco por importe de cien millones de pesetas, surgió en el campo del largometraje Koldo Izagirre con Amor en off, pero muy especialmente la figura del vitoriano Juanma Bajo Ulloa que, tras triunfar de forma definitiva con tres cortos uno en super-8 Cien aviones de papel, otro en 16 milímetros Akixo y un tercero en 35 milímetros El reino de Víctor, hizo Alas de mariposa dejando atónito al Jurado Internacional del Festival donostiarra que la admitió como la mejor película presentada a concurso en 1991. Un Festival que, tras una etapa brillante con Diego Galán al frente y un año transicional de Peio Aldazabal, cayó en manos del belga Rudy Barnet consiguiendo resultados dispares.

José Antonio Zorrilla utilizó al trompetista de jazz Dizzy Gillespie para rodar El Invierno en Lisboa según Muñoz Molina, al tiempo que Imanol Uribe tomaba la última novela de Torrente Ballester para El rey pasmado. Se creó la Unión de Actores Vascos a fin de mejorar su posición social y profesional. En Madrid, Víctor Erice rodó El sol del membrillo con el pintor Antonio López como figura central, y Antonio Hernández Cómo levantar 1000 kilos, una aventura del detective Gálvez en Euskadi. En esta temporada hubo cines que no supieron adaptarse a la época y cerraron, mientras otros multiplicaban sus pantallas iniciándose una corriente comercial que en ningún momento se ha estancado. Pantallas donde se estrenaron películas como Todo por la pasta, segundo largo de Enrique Urbizu, un "thriller" con decorados de Álex de la Iglesia, un muchacho bilbaíno procedente del mundo del cómic que había triunfado anteriormente con el corto Mirindas asesinas. Pedro Almodóvar le dio luz verde para hacer su primer largometraje Acción mutante, que constituyó un soberbio éxito de taquilla. Surgió así el fenómeno De la Iglesia que tiene un "club de fans" en Japón.

En el verano de 1990, la Filmoteca Vasca en su labor callada pero eficaz, consiguió recuperar Au Pays des Basques (1930), primera película sonora realizada en nuestro suelo. Por esos días, el galdacanés Alfonso Arandia estrenó una película discreta, pero divertida, El anónimo. En Vitoria se creó una empresa dedicada a la producción de películas de dibujos animados, Eskuz Animation, de la mano de quien antes había trabajado el cortometraje, Iñigo Silva. En 1992, un donostiarra, Julio Medem, que había trabajado la crítica cinematográfica, debutó en el cine comercial con Vacas, película que pronto sería de culto. Su carrera se vería reforzada con sus dos títulos siguientes, La ardilla roja y Tierra. Medem sabe que su cine no alcanzará altas cotas de taquilla, pero se permite el lujo de rodar a capricho. Otro es el caso de Pedro Olea que estuvo a punto de optar el Oscar con El maestro de esgrima, la mejor versión cinematográfica que se ha hecho hasta la fecha de una obra literaria de Pérez Reverte. Arantxa Lazkano -autora del corto Maider- rodó a finales de 1992 su primer largo, Los años oscuros, un minucioso retrato de la sociedad vasca de la posguerra. Su estreno no lo vio Rudy Barnet como director del Festival donostiarra ya que fue sustituído por Manuel Pérez Estremera, vinculado a la programación de TVE, para retornar un año más tarde Diego Galán. A caballo entre 1992 y 1993, Juanma Bajo Ulloa rodó La madre muerta, una obra muy completa en la que sobresale la gran ambientación y el magnífico trabajo musical del también vitoriano Bingen Mendizábal. El bilbaíno Joaquín Trincado, productor habitual de los trabajos de un Enrique Urbizu que sentó sus reales en Madrid donde haría más adelante Cómo ser infeliz y disfrutarlo (1994), Cuernos de mujer (1995) y Cachito (1996), abordó la dirección con Sálvate si puedes, una crítica a las actuaciones municipales que hipotecan municipios. Pero su resultado económico se rindió a la evidencia de Días contados (Imanol Uribe, 1994) que arrasó tanto en taquilla como cuando consiguió ocho premios Goya. Fue el tiempo de rodaje de la simpática Maité (Carlos Zabala y Eneko Olasagasti, 1994), primera coproducción vasco-cubana. Montxo Armendáriz nos contó sus Historias del Kronen (1994) y poco después Ernesto del Río su Hotel y domicilio (1995).

El 4 de noviembre de 1994 se inauguró el mayor complejo de multicines del País Vasco en el Centro Comercial Max Center, de Barakaldo: doce nuevas salas que acogieron de muy buen grado El día de la bestia (1995), que Alex de la Iglesia hizo triunfar en todo el mundo con su particular idea de enfrentar a un cura vasco con el anticristo, y Salto al vacío (1995) del debutante Daniel Calparsoro al que pronto le etiquetaron como el "Tarantino" vasco. El cine vasco goza de buena salud y la mejor prueba son las últimas producciones: Menos que cero (Ernesto Tellería, 1995), El último viaje de Robert Rylands (Gracia Querejeta, 1996), Pasajes (Daniel Calparsoro, 1996), Bwana (Imanol Uribe, 1996), Airbag (Juanma Bajo Ulloa, 1996) y Más allá del jardín (Pedro Olea, 1996).

ALE