Cantantes

Gayarre Garjón, Sebastián Julián

A su regreso de América volvió a la Scala de Milán, con Los Hugonotes, Ana Bolena, Lucrecia Borgia y La Fuerza del Destino. Su despedida fue el delirio. Había llegado el momento en que todos los empresarios se lo disputaban para los primeros teatros del mundo.

En la primavera de 1877 debutó en el Covent-Garden de Londres. Fue tal su triunfo que tuvo que cantar siete temporadas seguidas. Ya no se comprendía, no se imaginaba la temporada sin Gayarre. Se hizo tan querido de aquel público que se lo disputaban para sus salones los grupos más relevantes de la sociedad.

El otoño de 1877, después de pasar sus vacaciones en Roncal, viajó a Madrid para debutar en el Real. Pero el sensible Gayarre llevaba una espina en su corazón. Cuando volvía, en plena gloria, moría en Pamplona D. Conrado García, a quien Gayarre tenía por segundo padre. Su debut en Madrid fue la noche del jueves 4 de octubre con el teatro de bote en bote. Debía cantar La Favorita con Elena Sanz, Bocolini y Ordinas. El éxito grandioso llevó la fama de Gayarre hasta los rincones más apartados de la Península. Don Hilarión Eslava, retenido en su casa, por sus achaques, no pudo oírle en el teatro Real. Y Gayarre fue a su casa a hacerle participe del triunfo. Solos los dos, cantó todo cuanto Eslava quiso. Se entregó por entero para él. Así era el alma noble del tenor roncalés. Su padre, D. Mariano Gayarre, le dio la gran sorpresa de presentarse en Madrid a pasar las Navidades y oírle cantar. Su llegada fue a primeros de diciembre con su sobrino Pedro María Garjón. Aquella misma noche cantaba La Africana, y los llevó a una delantera central de palco por asientos. Estaba el teatro rebosante. Viendo su íntimos la alegría desbordante del gran tenor inquirieron la causa. Confió a uno de sus amigos: Está en el teatro la persona que más quiero en el mundo. Y lo llevó a la mirilla del telón. El otro pensó en alguna dama misteriosa, en un amor romántico. Pero Gayarre, grave y emocionado, le decía, señalándoselo: es mi padre. De los dos, el más viejo es él. El amigo corrió inmediatamente la voz. Pronto todas las miradas se dirigían hacia allí. Pero el tío Mariano conversaba tranquilamente con su sobrino, sin percatarse de aquella expectación que había despertado. Cuando en el acto cuarto cantó de forma inimitable la hermosa romanza O Paradisso!, el auditorio enardecido aclamaba y aplaudía al robusto anciano del palco, pero éste sólo tenía ojos para su hijo. El padre de Gayarre no faltó las noches que cantaba su Julián y llegó a ser muy popular en aquel ambiente romántico del teatro Real. Se dice que no faltó alguna señora que en medio de las ovaciones se dirigiera a él: ¡Ah! don Mariano, ¡si fuera Vd. capaz de hacer otro como él!... Señora - le contestó - esas cosas no se repiten. Uno de esos días, cuando se comentaba en la intimidad el éxito de Gayarre, Pepe Gainza le preguntó al padre: Y a Vd. ¿qué le parece, abuelo, todo lo que se dice? La respuesta de aquel hombre, que más le gustaba oír y callar, expresó su pensamiento: Como el de casa ninguno. Esta célebre frase corrió por los medios afectos al Real. Y cuando la muerte se llevó al insigne cantor, entre las coronas que llegaron al entristecido Roncal, brillaba en letras de oro, la citada frase, en la corona de Joaquina Barbieri, esposa del célebre compositor, asidua al cenáculo del artista.

MEL