Cantantes

Gayarre Garjón, Sebastián Julián

Este verano se fue a su pueblo, Roncal, para inaugurar la grandiosa plaza-frontón-paseo que Julián Gayarre había mandado construir para sus paisanos a orillas del Ezka, de piedra gris, bien labrada, de cien metros de larga y veinticuatro de ancha. Puede jugarse a varias modalidades de pelota. Su costo fue de ochenta mil duros de aquel tiempo. A primeros de julio llegó Gayarre con su cuñada, sus sobrinos y Pepe Elorrio. Ya le esperaban allí sus amigos de siempre, hospedados en su casa. Fueron allí los mejores pelotaris de San Sebastián, y con ellos el famoso "Chiquito de Eibar". Invitó a los aficionados de todos los pueblos del valle. Llevó una banda de música de Pamplona. Bendecido el hermoso frontón, comenzaron las fiestas que duraron tres días, con bailes, competiciones de pelota, fuegos artificiales, meriendas populares y alegría general que se extendía a los habitantes de los siete pueblos.

Haciendo caso omiso a las ofertas del Real de Madrid, se trasladó a Milán, para la temporada de 1888 que empezaba en los primeros días de enero. Reapareció en la Scala con La Africana. Tras diez años de ausencia volvió a ser el ídolo del público más exigente y entendido del mundo lírico. Los milaneses seguían manteniéndole el titulo de nostro gran tenore. En medio de la gloria de Milán, el gobierno italiano lo llamó a Roma, para cantar en los funerales del rey Víctor Manuel. Debía cantar la Misa de Réquiem, de Mascheroni, en el Panteón. La voz de Gayarre impresionó profundamente. A la terminación, el jefe del gobierno italiano, Sr. Crispi, le entregó el diploma y las insignias de la Orden de la Corona de Italia. Primera que se concedía a un artista extranjero. Terminó la temporada de la Scala clamorosamente. Luego a Roma, durante un mes en el teatro Argentino, y después al Comunale de Bolonia.

MEL