Cantantes

Gayarre Garjón, Sebastián Julián

Debuta en París, en el teatro Los Italianos, la segunda quincena de febrero de 1884, con Lucrecia Borgia, acompañado de la artista española Carolina de Cepeda. Al final, el público en pie, aplaudió delirante. La prensa con sus críticos dio el veredicto que consagraba al artista ante el todo Paris. "Le Figaro" publicaba una extensa crónica. Críticos como Víctor Roger. León Kerst, August Vitu, se rendían ante el arte de Gayarre. El triunfo seguía. Gayarre tenía la llave de todos los salones de la capital de Francia. León Kerst escribía: "Gayarre y la Patti son los dos artistas que comparten el imperio de los mundos... líricos". Cantó en casa del maestro Gounod que le abrazó, conmovido, al oírle alguna de sus obras. La temporada siguió con Los Puritanos y después Lucía. Luego, varias noches Rigoletto.

A una representación asistió Víctor Hugo, ya un ilustre anciano, con sus nietos. Gayarre consideraba esto como el mayor de sus triunfos.

La gran fiesta que "Le Figaro" organizó en honor de Gayarre fue grandiosa. Los invitados eran la flor parisina en el talento, las letras y las artes. Esta soirée era la novena que el periódico "Le Figaro" daba en su suntuosa redacción. Las anteriores habían sido en honor de testas coronadas o aspirantes a un trono. El crítico musical Augusto Vitu explicaba el motivo de esta recepción: "Porque Mr. Gayarre es el Rey del canto". Gayarre cantó en esta reunión las piezas más escogidas de su repertorio. Al día siguiente el periódico sacó un suplemento con la noticia de la fiesta y las fotos del cantante y de todos los invitados. Se despidió de París con un concierto a beneficio de la Asociación de Socorros Mutuos entre los Artistas Dramáticos, en la sala del Trocadero. Actuaron Sarah-Bernhard, la Judit, los Coquelin, Delaunay, Saint-Germain y el célebre violinista Sibory. Gayarre cantó lo que el público quiso. Los artistas, al final, le entregaron una medalla de oro conmemorativa y el diploma nombrándolo individuo de la Asociación. Gayarre abandonó el Trocadero entre flamear de pañuelos y aclamaciones del pueblo en la calle.

MEL