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Comercio (1978ko bertsioa)

El comercio marítimo en la Edad Moderna. Puede decirse que, en lo que respecta al comercio, la Edad Moderna comienza en la costa cantábrica en 1511, fecha de fundación del Consulado de Bilbao, por privilegio de 22 de junio de aquel año. La erección del Consulado supuso la reafirmación de Bilbao como núcleo hegemónico de la costa cantábrica, puerto por donde salían y entraban la mayor parte de las mercaderías que circulaban entre el norte de Europa y la Península, siguiendo diversas rutas. Las pretensiones de dominio absoluto sobre el comercio cantábrico del Consulado de Bilbao, así como sus pugnas comerciales con el de Burgos y los puertos vecinos, fueron continuas. Las Ordenanzas de la Noble Villa de Bilbao, redactadas por su concejo años antes de la creación del Consulado, en 1489, pretendían prohibir nada menos que la carga de hierros, aceros y lanas con destino al norte de Europa en todos los puertos desde Bayona de Galicia hasta Fuenterrabía. La rivalidad de Bilbao con Portugalete queda bien demostrada en una provisión de D.ª Juana expedida en 1515 con destino al Corregidor de Vizcaya. En ella se expone que el Regimiento de la Villa de Bilbao había planteado quejas porque los vecinos de Portugalete dañaban y agraviaban con cohechos a los tratantes y navegantes que intentaban pasar la barra, por lo que muchos de ellos renunciaban a acudir a Bilbao, y se pide al corregidor que castigue tales hechos. Burgos trató en varias ocasiones de doblegar a los bilbaínos desviando su comercio lanero hacia otros puertos: así, en 1547 firmó una concordia con Portugalete, muy protestada por Bilbao, para que sus lanas fueran embarcadas en aquel puerto. El mismo año se efectúa en Deva una capitulación en el mismo sentido. Una pragmática dada en Valladolid el 30 de abril de 1558 trata de resolver la guerra comercial señalando las condiciones de exportación de lana a Flandes, Francia e Italia, y facultando para tal comercio a los puertos de las Cuatro Villas de Santander, San Sebastián y Bilbao. Más de un siglo más tarde, muy decaído el comercio lanero, aún continúan las disputas: en un memorial de Burgos a Carlos II se exige que su consulado pueda dirigir todo el tráfico marítimo de los puertos del Cantábrico, para evitar la «corrupción» de los mercaderes de la costa. La solicitud de Burgos no fue atendida. Santander mismo, medio arruinada, hizo intentos de atraerse a los comerciantes de Bilbao, como el holandés Orforsterland, a quien ofreció diversas franquicias si trasladaba a la capital de la Montaña el centro de sus actividades financieras. El año 1700 vemos también cómo Santander celebra capitulaciones con los comerciantes ingleses de Bilbao, para conseguir su traslado, que no fueron aprobadas por el Consejo Real. En tiempo de Carlos V zarpaban de Bilbao dos flotas comerciales al año: una para Flandes y otra para la Rochela y Nantes. A Nantes se llevaban lana, barricas de acero en barras y labrado. También a Inglaterra se exportaba hierro y acero, y se traía a cambio paños ingleses. En la flota que partió para Flandes en la primavera de 1572 se encontraban, entre las mayores, las siguientes naves vizcaínas: la de Juan de Rigoitia, de Bilbao, de 650 toneladas; la de Martín de Capitillo, de Portugalete, de 630; la de Pedro de Arbieto, de Bilbao, de 550; la de Martín de Ochoa, de Portugalete, de 150; la de Juan de Basori, la de Martín de Jáuregui, la de Sancho de Vallecilla, las tres de Portugalete y muchas otras. Armadas iban las naves de Juan de Montellano, de 750 toneladas; la de Ochoa de Sierra, de 510 toneladas y varias más. Las naves vascas no solamente llevaban a cabo el comercio con el norte de Europa desde sus puertos de origen; sabemos que, entre 1545 y 1551, cargaron en Santander, para Flandes, siete galeones de Portugalete, dos de Sestao y uno de cada una de las siguientes poblaciones vizcaínas: Deusto, Bermeo, Bilbao, Baracaldo, Lequeitio, Erandio, Plencia y Somorrostro. También se registraron II naos de Portugalete, 7 de Deusto, 5 de Bermeo, 2 de Bilbao, Sestao y Baracaldo y una de Lequeitio, Erandio y Plencia. Curiosamente, entre las mercancías de exportación del País Vasco figuraban con frecuencia naranjas, limas y limones. Su cultivo era general en la costa vasca, y aunque no solían alcanzar el grado de maduración necesario para ser comestibles eran muy utilizadas en farmacia. Durante todo el s. XVI fue la ruta de Flandes la de más tráfico de Europa. Por ella iban y venían las embarcaciones vascas cargadas de lana castellana y hierro vizcaíno, que inyectaban además el oro y plata americanos en la Bolsa de Amberes, desde 1531 corazón financiero del continente. Ya en la segunda mitad del s. XV el progresivo encenagamiento del estuario del Zwin impedía a las naves de cierto calado llegar a Brujas, que perdió importancia comercial en beneficio de Amberes. Los navíos vascos, con base fundamentalmente en Bilbao, puede decirse que dominaron durante muchos años las rutas del mar del Norte. La Rochela seguía siendo una escala importante en el camino a Flandes. En uno de sus principales muelles se hallaba emplazada una factoría vasca. Pedro de Medina afirma, en 1548, que cada año se cargaban de lana cincuenta naves, con un total de cincuenta mil sacas. El auge del transporte marítimo hizo que los vascos abandonasen, hasta cierto punto, las actividades pesqueras, que tanta importancia habían adquirido en la Baja Edad Media. La pesca de la ballena, en decadencia, fue sustituida por la de bacalao en Terranova, que tuvo lugar su mayor esplendor a comienzos del s. XVI. Todavía en 1554 una cédula de Carlos V permite la exportación de bacalao desde la costa vasca; avanzado el siglo se registra una fuerte importación de salazones y subproductos de la ballena desde los puertos labortanos: la intensa dedicación al comercio de las naves vizcaínas y guipuzcoanas hacía perder a estas provincias puestos en la pesca tradicional. En los últimos años de gobierno de Felipe II el bacalao, que se había convertido en alimento popular en toda la Península, es conducido a nuestros puertos casi exclusivamente por los navíos bretones. Fernando el Católico prohibió la salida de oro y plata de sus estados. En carta del 14 de junio de 1514 todavía ordena al corregidor de Vizcaya. que se informe sobre si se cumplen o no las normas dadas para que todo mercader extranjero que trajese mercaderías al Señorío declarase su valor, para llevarse a su regreso mercaderías equivalentes. Pocos años más tarde la política imperial de Carlos V haría impracticable el rígido mercantilismo de su abuelo. En sentido inverso a la de lanas castellanas y hierro vizcaíno se desarrolló una intensa corriente de productos manufacturados. La desastrosa organización económica de la monarquía española provocó la decadencia artesanal. El comercio americano, ante la incapacidad de la metrópoli, quedó inevitablemente en poder de extranjeros. Toda clase de manufacturas, sobre todo textiles, eran transportadas desde los puertos de Flandes, Normandía y Bretaña hasta los cantábricos, siendo en gran parte reexpedidos de éstos a Cádiz y Sevilla. También en Bayona se embarcaban, camino de Andalucía y América, productos de diversas regiones francesas. La ciudad del Adur fue un importante centro de difusión de la moneda española, el oro americano que, en pago de las mercaderías europeas, seguía desde Bayona el camino de las ferias de Lyon, y de allí a las ciudades comerciales alemanas. Cuando los pagos eran oficiales entre los estados el punto de recepción de los metales preciosos solía ser, no Bayona, sino Burdeos. Además, una corriente incontrolable de oro y plata americanos escapaba en los navíos que hacían la ruta de Flandes y a través del Pirineo navarro. Más tarde, ya en pleno marasmo económico, hundido el comercio de Flandes, el oro tomó el camino de Barcelona y Génova.