Concept

Industrialización (1985 version)

La crisis de las ferrerías. Al final del XVIII y principios del XIX comienza la crisis definitiva de este sector productivo y se asiste a un progresivo estancamiento y regresión. Montserrat Gárate, al explicar las causas de la decadencia de las ferrerías, alude a la falta de madera y consiguiente encarecimiento de ésta debido al agotamiento de los bosques, excesivamente talados durante el XVIII para roturar nuevas tierras, que originó una subida en el precio del hierro y una disminución de la demanda. Por otra parte, en Europa se habían dado ya los primeros pasos de la Revolución Industrial, lo que suponía una ruptura con los sistemas tradicionales de producción y la adopción de técnicas modernas entre las que se encontraban los hornos altos y el carbón mineral en el caso de la siderurgia. Como consecuencia de estas innovaciones, se abarató considerablemente el precio del hierro producido en los hornos europeos y las ferrerías vascas, ancladas en los viejos sistemas de producción, y utilizando carbón vegetal, no podían competir con aquéllos, por lo que las ventas de hierro vasco a Francia, Bélgica, Inglaterra y al interior de la Península, donde ya se habían instalado algunos altos hornos, fueron decreciendo. A esto hay que añadir la falta de mercado americano debido a la independencia de las Américas españolas y la existencia de aduanas en el Ebro que dificultaba la entrada en el mercado peninsular a la vez que los productos extranjeros se vendían libremente en el País. La actividad de las ferrerías fue languideciendo durante la primera mitad del XIX, especialmente de 1814 a 1860. En este último año, Guipúzcoa sólo contaba con 31 establecimientos y en el resto del País prácticamente no funcionaba ninguno. En Alava desaparecen en 1855 y en Vizcaya en 1867. Guipúzcoa, quizá por una mayor tradición ferrona, se mantuvo más tiempo aferrada a este tipo de fabricación y tardó algunos años en liquidar todas sus ferrerías: la última se cerraría en 1880. El resto de las actividades industriales experimentaron una evolución paralela a la de la metalurgia. Los establecimientos de molturación de trigo, curtido de pieles, harineras, textiles y de alpargatas, fracasaron por la imposibilidad de superar las desventajas económicas que suponía la situación arancelaria, dado que no podían competir en precio con las producciones de otras regiones españolas. La decadencia industrial de estos años se vio agravada por la invasión francesa y primera guerra carlista. Sin embargo, esta crisis fue el revulsivo del que nacería una moderna industria en Guipúzcoa y Vizcaya, ya que entonces comenzaron los movimientos de renovación de las tradicionales ferrerías en estas provincias. 1841, fecha en que finaliza la 1.ª guerra carlista y se trasladan las aduanas a los Pirineos, lo que supuso una protección para las ventas vascas al interior de la Península y una barrera arancelaria a los productos extranjeros, marca el punto de partida de este proceso que respecto al europeo resultó tardío. En el resto de las provincias vascas peninsulares, la falta de tradición industrial arraigada y de recursos naturales, unida al sistema de comunicaciones radial español que marginaba a Navarra, generó una situación de inmovilismo y conservadurismo económico que impidió todo proceso de industrialización, continuando inmersas en un ambiente de ruralización y aportando en muchos casos mano de obra barata para las provincias industrializadas. En estas provincias, los únicos centros manufactureros de carácter artesanal importantes eran los de curtidores, azucareras, destilerías, fabricación de abonos, naipes, cemento y serrerías. En Vizcaya, la industrialización se inició con la extracción y exportación masiva de mineral de hierro que luego pasó a ser moderna siderurgia y metalurgia de transformación. La presencia de yacimientos de hierro de buena calidad localizados en la región de la ría, cerca del puerto de embarque, como Somorrostro (formado por las masas de Matamoros y Triano), Galdames, Sopuerta, El Regato, Alonsótegui, Güeñes, Zarátamo, Galdácano, Abanto y el propio Bilbao, puede explicar el comienzo de la explotación masiva, cuyos artífices fueron capitalistas vizcaínos y sobre todo varias compañías inglesas que compraron concesiones, construyeron ferrocarriles, etc., para explotar un mineral que exportarían a las siderurgias de aquel país. La ría bilbaína del Nervión, que se extiende a lo largo de 14 Km. y termina en una amplia bahía, además de estar enclavada en la región minera y poseer características idóneas para la construcción de un puerto marítimo de grandes dimensiones, es punto de confluencia esencial en el País Vasco: el Ibaizábal con el Arratia le abre las puertas de Guipúzcoa y Alava y el propio Nervión le pone en contacto fácil con el post-país castellano. Estas posibilidades naturales contribuirán a convertirla en el lugar de mayor concentración industrial del País. La explotación de las minas, realizada anárquicamente en la etapa tradicional con vistas al abastecimiento de las ferrerías y a la exportación, tendrá su punto de partida moderno con carácter masivo en 1856, año en que el Fuero de Vizcaya suprime el gravamen a la exportación y sobre todo desde 1862, fecha en que se empieza a aplicar el sistema Bessemer que permite el tratamiento de minerales no fosforosos, con lo que aumenta la demanda inglesa hacia el hierro vasco. En el último tercio de siglo la cantidad extraída se estimó en 90 millones de Tn. y se calcula que el 80 % se destinó a satisfacer las necesidades de la siderurgia inglesa.