Los cementerios.
Las casas antiguas poseían su sepultura en el interior de la iglesia, donde la conservaron hasta la Revolución o, incluso, más tarde. Los dueños de casas nuevas, fundadas por segundones, al no tener ya sitio en el interior, enterraron a sus muertos en el exterior dando comienzo a los cementerios. Estos se sitúan alrededor de la iglesia, y los parroquianos, tras la misa, suelen visitar la tumba de sus difuntos. Durante siglos, los únicos monumentos funerarios de todo el País Vasco Norte han sido las estelas discoidales. Cada pueblo suletino posee cierta cantidad, incluso si, según Colas (1923), son menos numerosas y trabajadas que en otras provincias. Entre las más interesantes que reproduce Colas, hallamos una en Alçay, muy antigua, en la cual figura una ballesta. En muchas otras y en diferentes cementerios encontramos las tres cruces que pudieron inspirar quizás a los constructores de los campanarios-calvarios. La más emotiva es sin duda la de Ezpeldoipe, en Etchebar, que conmemora el asesinato de Bereterretx cometido en el s. XV y que data probablemente de esta época (vide infra, "Historia. Baja Edad Media").