Concept

Romanización (version de 1996)

Ensayo de interpretación de los criterios que presiden la presencia romana en el área: su carácter colonialista. De cuanto antecede sobre mapas de dispersión espacial de las evidencias de presencia y actuación romanas, pensamos que cabe formarse una idea bastante exacta de lo que Roma pretende al hacerse presente en el área. Apurando quizá un tanto las cosas, cabe afirmar, sin mayores riesgos de error, que la presencia romana, condicionada ante todo por el relieve y las limitaciones impuestas por el propio modelo de explotación económica y de ordenamiento social, es inducida básicamente por las posibilidades de aprovechamiento económico, que se le ofrecen en el área, si bien intervienen asimismo consideraciones de otro tipo, que inciden en lo geopolítico y estratégico de interés general.

Razones de explotación económica. Entre las razones de índole económica, juegan, en primer lugar, las posibilidades de explotación agrícola del suelo, sobre todo en lo que respecta a determinadas zonas del área; pero tampoco cabe ignorar las de explotación forestal, que ofrecen otras, concretamente el saltus (el Itiner. Anton. registra un Forum Ligneum en la ruta transpirenaica Cesaraugusta-Beneharnum). Juegan, luego, las posibilidades de explotación del subsuelo (numerosas evidencias de estaciones mineras y termales). En fin, es evidente que el área llega a interesar al colonizador como reserva de mano de obra, abundante y barata, a emplear tanto en la milicia, como en otras empresas públicas o privadas.

Razones de índole geopolítico-estratégico general. Entre las razones de índole geopolíticoestratégico general, no cabe olvidar que el área viene a ser lugar de paso más o menos obligado entre partes muy importantes de la oikoumene, a las que es preciso articular y relacionar. Respondiendo, pues, a tales imperativos -que se imbrican con los económicos arriba expuestos-, Roma llegará a materializar en el área:
a) Un vasto sistema de comunicaciones (terrestres, fluviales, oceánicas), que supone -en lo que concierne, cuando menos, a sus rutas más importantes- un montaje organizativo harto complejo (mansiones o mutationes en las rutas terrestres, instalaciones portuarias en las fluviales y marítimas, etc.) en función de la operatividad y seguridad de las mismas.
b) Un complejo dispositivo de seguridad, del que un elemento esencial viene a ser la misma red viaria. Garantía última de la pax y del orden social romano, este dispositivo parece, luego, cambiar no poco -en su diseño y en el despliegue operativo que supone- en función de las vicisitudes sociopolíticas por las que atraviesa el área: compacto y poderoso, sin duda, en un principio, hasta asegurar el pleno control del territorio, será objeto de progresivas reducciones a lo largo del s. I con la consolidación de la pax, y reorganizado y afirmado en los momentos de crisis bajoimperiales. Estimamos que nuestro ensayo de interpretación de los criterios que presumiblemente inspiran la obra de colonización romana en el área ayuda no poco a esclarecer el sentido de las enormes desigualdades que, en cuanto a densidad y significación relativa de las evidencias de todo tipo, a referir al complejo cultural romano, constatábamos más arriba al proceder al reparto de las mismas por zonas. Tales desigualdades, en efecto, no son -según llegamos a pensar- casuales o fruto de los avatares de una investigación arqueológica, mejor o peor planificada y conducida, sino que viene a ser el reflejo más o menos fiel del modelo colonizador seguido por Roma en el área. El colonizador romano -y por las razones apuntadas- privilegia unas zonas, y desdeña -o poco menos otras. Pues, bien, ello va a permitir que, al cabo de medio milenio de presencia romana colonizadora, determinadas zonas del área se configuren como auténticas reservas en las que las formas de vida ancestrales descritas por Estrabón en el s. I de nuestra Era -no, presumiblemente, sin importantes mutaciones en su bagaje cultural tradicional, y enriquecidas, en todo caso, por una multisecular historia de contactos con el elemento romano o romanizado- se dirían perpetuarse a través de los siglos de colonización. En esas reservas logra mantenerse mal que bien un viejo idioma circumpirenaico, el euskara; se mantiene también, según cabe presumir, el viejo derecho consuetudinario; y, aunque quizá disminuido, se mantiene el primitivo régimen ganadero-pastoril, de carácter trashumante, etc. El hecho no deja de tener interés. Es un aviso, ante todo, sobre los peligros de abordar en bloque el tema de la romanización del área. Pero pensamos que, sobre eso, puede hallarse en tales pervivencias una de las claves decisivas para comprender la posterior historia de la misma, en la que el ámbito vascón y vascoide -debido entre otras razones a ese mismo fracaso parcial de la acción aculturadora de Roma- irá progresivamente configurándose como una realidad inasimilable y conflictiva para las formaciones político-sociales que van formándose al N. y S. de los Pirineos. Sólo que esas insuficiencias de la acción aculturadora de Roma no van a condicionar únicamente las relaciones del mundo autóctono con el exterior, sino que estarán asimismo en el comienzo de unos procesos de diferenciación, que acabarán afectando al mismo ámbito de originario poblamiento vascoide.