Concept

Romanización (version de 1996)

Hacia el hundimiento del Estado romano. Las invasiones.

¿Unos primeros síntomas de inquietud desde fines del s. IV? Años del lanzamiento espectacular -en el firmamento cultural y político- de grupos senatoriales de la franja Norte peninsular y del área aquitánica (convertidas a la sazón, según alguno, en «el centro geo-político y defensivo del Occidente»), las décadas finales del s. IV -las de Ausonio, Paulino o Sulpicio Severo, en la Aquitania, y de Prudencio, en el área vascona del Ebro: todos ellos, más o menos plenamente identificados con la causa de una romanitas christiana, y los más de ellos colaborando activamente en el empeño de asegurar el orden romano-, esas mismas décadas -repito- parecen registrar asimismo los primeros síntomas de inquietud de la alta sociedad y administración romanas ante ese mundo -no muy conocido y quizá conscientemente relegado- de las comunidades ganaderas pobladoras del saltus del Pirineo Occidental y del de las áreas montañosas asimiladas de las Vascongadas y Cantabria. Diversos indicios parecen apoyar esta nuestra impresión: las informaciones suministradas por la Notitia dignitatum sobre reajustes introducidos por la administración en el dispositivo estratégico tradicional del área norteña peninsular, y que suponen de hecho un incremento de la presencia militar romana justo en las inmediaciones del solar vascocántabro; el «inquietos Vascones» que interpola Avieno en su Ora maritima de fines del s. IV, al traducir un viejo periplo masaliota; ciertas expresiones de la obra de Prudencio y, sobre todo, de la correspondencia epistolar de Ausonio y Paulino, de las que resulta una pintura sombria y hasta inquietante del nivel cultural y de romanización de las gentes del saltus vascónico; los resultados de las investigaciones arqueológicas, que vienen poniendo de relieve fenómenos de reviviscencia del trogloditismo en el área a partir del s. IV, y evidenciando sus protagonistas-bajo un superficial barniz de romanización- un bagaje cultural anclado esencialmente en el Bronce perdurante; probable corrimiento del movimiento bagauda sudgálico al área circumpirenaica ya desde época tetrárquica... Todo lo cual hace, por otro lado, que no se vea en principio tan descabellada una hipótesis que trate de explicar las informaciones suministradas por la Notitia dignitatum sobre reajustes del dispositivo estratégico en la zona como medidas precautorias de la administración frente al mundo inquieto de las comunidades vasco-cántabras subromanizadas, medidas que, empero, pueden no haberse traducido en un limes de la consistencia de los del Rhin o el Danubio.

Las invasiones de comienzos del s. V. En el año 407 se desencadena el proceso de migraciones de pueblos, complicado para esta parte del Occidente con las luchas derivadas del enfrentamiento entre los que secundan al usurpador Constantino III y los que siguen todavía fieles al emperador legítimo Honorio. En lo que respecta al área, el hecho es suficientemente conocido en sus episodios esenciales. Detenidos en su avance hacia el S. por el dispositivo de bloqueo tendido en los pasos pirenaicos, Vándalos, Alanos y Suevos pillan y saquean por espacio de unos dos años Aquitania y Novempopulania. En el otoño del 409 toca su vez a la vertiente meridional del área, cuando, sustituidos los primitivos guardianes de los pasos por contingentes de Honoriaci fieles al usurpador Constantino III y desguarnecidos a poco aquéllos (en virtud, según parece, de un acuerdo entre Gerontius, que traiciona al usurpador, y los jefes bárbaros que merodean por la Novempopulania), enfilan éstos al fin el camino de la Península, siguiendo, por lo que parece, la ruta Burdigala-Asturica. Parece, empero, tratarse, en estos primeros momentos, de una rápida marcha hacia el S., al abandonar prontamente los bárbaros la Tarraconense y adentrarse en las otras provincias hispanas, en las que, tras meses de saqueos y pillajes, acabarán instalándose en el 411 en virtud de un tratado de paz que los considera como federados del Imperio. Pero no vamos a detenernos ahora en la anécdota del gran acontecimiento. Aquí y para nuestro objeto interesa sobre todo subrayar aquellos episodios y aspectos del gran proceso de migraciones, que cabe estimar más decisivos cuando se trata de explicar tanto el colapso del aparato estatal romano de estas partes del Imperio de Occidente, como los destinos inmediatos del área referida.

El establecimiento de los Visigodos en la Aquitania y la Novempopulania. El primer hecho a destacar es el que hace referencia al establecimiento de los Visigodos como federados imperiales en la Aquitania y Novempopulania en virtud de un tratado entre el jefe visigodo Walia y el patricius Constancio (418). De la Novempopulania parecen resultar afectadas en esta primera asignación las civitates de Bazas y Lectoure, quedando de momento exentas las demás, y en concreto las más inmediatas al P. V. histórico. Ello no obsta a que haya que reconocer la importancia del evento que da principio al reino visigodo de Tolosa (418-507) y supone de todas formas el asentamiento -a las puertas mismas del país- de un importante contingente germánico que va a incidir decisivamente en la suerte de toda el área circumpirenaica. Según aciertan a ver algunos autores, se trata de un hecho de alta intención política, instrumentado sobre una nueva fórmula de foedus, por el que la administración imperial o la clase rectora aquitana trata de asegurarse un perro guardián de la romanidad en un punto crucial de las partes de Occidente: frente al tractus Armoricanus, que empieza de nuevo, por lo que parece, a ser foco de agitación bagaude.

Intervencionismo y asentamiento visigodos en la Península. Pero, como se sabe, el asentamiento de los Visigodos en la Aquitania como federados es también el punto de partida o la gran ocasión -según se quiera-para ulteriores aventuras expansionistas de sus jefes por la Península. Al calor, en efecto, de las repetidas intervenciones del federado imperial en la Tarraconense y en las otras provincias hispanas, van a prosperar planes más ambiciosos y de consecuencias más trascendentales de ocupación y asentamiento en la Península. De tales intervenciones militares del federado tolosano, las hay que afectan más o menos directamente al área y aún al P. V. histórico, pero de forma episódica y transitoria. Otra consideración se merecería, en todo caso, la intervención de Eurico en la Tarraconense en el 472, cuando ya la fidelidad del federado imperial se ha trocado en indisimulado expansionismo antirromano, tanto en el área transpirenaica como en la Península (toma de Pampilone, Caesaraugusta y Tarracona). El proceso de asentamiento en Hispania, que, iniciado bajo Teodorico II, se desarrolla con intermitencias en los reinados siguientes, culminará traumáticamente a comienzos del s. VI con la desbandada que sigue a la ruina del reino tolosano tras Vouillé (507). Para entonces Odoacro había dado buena cuenta del último emperador del Occidente (476), y la Roma única cedía el puesto a múltiples formaciones políticas, de grandes o pequeños destinos.

Otros episodios de invasión. Junto a ésos que se estiman hechos capitales -al menos para el área- del complejo proceso de invasiones y migraciones de pueblos, se producen durante el s. V otros que no dejan de tener un cierto impacto emocional, que hace que de ellos haya quedado un eco en las crónicas: así, la infestación pirática de Hérulos y Sajones, que castiga durante la segunda mitad del s. V la fachada litoral aquitano-cantábrica; y el expansionismo suevo, el que en sus momentos álgidos con Rechiarius afecta de diversos modos al área y al mismo ámbito vascón, induciendo en los mismos una más temprana y masiva presencia del elemento visigodo, atento a vigilar y atajar las evoluciones de aquél.

Las revueltas bagáudicas. Tras decenios de presumible incubación más o menos larvada y dinamizado seguramente por el conjunto de factores que en los comienzos del s. V hacen más crítica la situación del establishment romano en el área (posibles sentimientos antirromanos de las poblaciones autóctonas del interior, sicosis de inseguridad y desbandada del elemento más romanizado ante las correrías de los bárbaros, el incentivo o ejemplo de la bagauda armoricana, progresivo deterioro de las estructuras romanas de poder, etc.), un movimiento insurreccional que Hidacio -nuestra única fuente de información al respecto-- refiere explícitamente a lo bagaude prende con inusitada violencia en la vertiente S. del área circumpirenaica hacia los años cuarenta del s. V. Poco antes, en el 415, se produce en un enclave relativamente próximo -la civitas Vasatas novempopulana- lo que cabría estimar como una primera señal de alarma: esclavos y jóvenes de condición libre se alzan contra la oligarquía nobiliaria, en ocasión del asedio del oppidum por Visigodos y Alanos. ¿Se trata de un conflicto de raíz esencialmente social, como lo han visto algunos (E. A. Thompson, A. Barbero y M. Vigil, etc.), o habrá que tener en cuenta otros referentes: como esa resurgencia del indigenismo en un medio insuficientemente romanizado, de que habla M. Rouche, o «la presencia de un específico factor regional», a relacionar con lo vascón, de que hablan otros (C. Sánchez Albornoz, J. Orlandis)?

Situación general derivada en el área. Los acontecimientos sociopolíticos de las décadas centrales y de la segunda mitad del s. V, que culminan con el fin del poderío romano en Occidente, imprimen un giro y ritmo irreversibles a una serie de procesos de tipo socioeconómico, político y cultural, que veíamos apuntar y afirmarse en décadas anteriores, procesos que pueden justamente estimarse parejos y sincrónicos del aquí esbozado de desmantelamiento del aparato de poder romano, del que no está claro en qué medida resultan a la vez causa y efecto:

a) Contracción de la actividad económica, al verse afectada la propiedad fundiaria -como la inversión pública y las corrientes de cambio- por las revueltas sociales de la época y los sucesivos procesos de asentamiento visigodo en la Novempopulania y la Península.
b) Regionalización de la base económica de las familias senatoriales y, en general, de la gran propiedad, al desintegrarse la Romania occidental en regna germánicos (lo que no significa que su poder-maltratado sin duda- haya sido aniquilado, ni mucho menos: «la survie du domaine antique» es, en este sentido, un fenómeno bien atestiguado así en el área aquitano-novempopulana, como en la circumpirenaica peninsular).
c) Crisis de prestigio y eficacia del municipio y, en general, de la ciudad antigua con sus instituciones características y sus cuadros de oficiales y funcionarios, crisis en la que dos nuevos prestigios o figuras en alza -la del comes ciuitatis, en representación del poder político, y la del episcopus, como máxima instancia de la iglesia local- asumen la tarea de asegurar en lo esencial la continuidad de la ciudad antigua en sus rasgos más definitorios y en su función primera: constituir en todo momento -por el brillo mundano de sus viejas realizaciones urbanísticas (foros, termas, circos, murallas...) y el nuevo prestigio de las que promueve el evergetismo de inspiración cristiana (complejo catedralicio y santuarios o monasterios suburbanos)- un reclamo y un adecuado lugar de encuentro -provisto de los servicios administrativos y de culto esenciales- para la población dispersa de la civitas, que acude por razones de negocios, distracción o piedad; y lugar de refugio para todos -con su arx o recinto amurallado- en los momentos de peligro o de alarma.
d) Creciente ineficacia de los factores de cohesión del espacio político, que da lugar a situaciones de indefinición e incluso de fragmentación del mismo. En el área, la situación es la siguiente. Al S. se configura el reino visigodo que hacia mediados del s. VI fija su capital en Toledo: tarda mucho en reponerse del desastre de Vouillé y en controlar de hecho el espacio peninsular, razón por la que el área cispirenaica inmediata al país -y en ella tanto el indígena aún bárbaro del saltus, como el más o menos romanizado de las zonas agrarizadas de la cuenca del Ebro- parece moverse a sus anchas hasta bien entrado el último tercio del s. VI. Al N. -y ceñido en teoría hasta donde se extendía la dominación del reino de Tolosa antes de Vouillé- se consolida el reino franco de Clovis y sucesores: fuertes por su victoria sobre los Godos, tampoco parecen entrometerse en exceso de momento en la vida de las comunidades del área novempopulana, en que unas y otras -las más o menos romanizadas, y las que siguen atadas a su viejo bagaje cultural- se dirían desenvolverse no poco a sus anchas. De hecho, un tupido silencio se cierne sobre pueblos y gentes de toda el área hasta casi las postrimerías del s. VI.

Carta del emperador Honorio dirigida a la guarnición de Pamplona, en el año 408, estimulándoles en la defensa contra las oleadas bárbaras.
(Folio 190 del Códice de Roda). Transcripción del texto:

De Lavde Pampilone epistola

Incipit sacra Honorii imperatoris quam de Roma detulit militie urbis Pampilonensis cum Sauiniano patricio quidem tempore erede prelatus in spaniam profectus est ob infestatione diuersarum gentium barbarorum:

Honorius imperatur glosus perpetuus triumfator semper agustus, uniuersis militibus nostris, senioribus, iunioribus, speculatoribus ac Britanicis, gaudentes sanctissimi comilitones nostri conmunium remuneratione meritorum, et omnes iuxta exultatione gaudentes. His enim maxime est splendor inluxtris qui pari cunctus luce perfudit. A quos nos magnifice comites hac magistri utriusque militie ad similitudine nostre clementie constituti. Constituta sit uobis stipendia galliganarum, que constitutioni uestre porreximus ut eundem uir esset forma uirtutis quibus exellens una deuocio est. Proinde instructissimi in eque nobis cuncta subdita sunt. In Spania et amplica congruum et dignitatis augmentum que serenitas nostra aurias prestiterit usibus gratanter agnoscimus. Ut ubi ubi uiuendi degendique tempus extiterit, omni alacritate atque uirtute abeatis ospitiis obsequamini qua propter fore quidem confidimus et numeris resolutis incitet potius quam restinguat ardorem. Obtumus conmilitones nostros per multos annos uene agere.

Et alia manu: Bene ualete. Amen.