Concept

Romanización (version de 1996)

El área en los días de la «pax romana»: la etapa altoimperial. En la etapa siguiente, y por espacio de casi tres siglos, toda el área parece sumida en el sopor de la pax romana -paz fecunda y bienhechora, que diría cierta historiografía, atenta quizá en exceso a poner de relieve la dimensión civilizadora de la ocupación colonial-. Un síntoma: desde los días mismos de Augusto y en los reinados siguientes el contingente militar acampado en la zona será objeto de drásticas y progresivas reducciones. Pero lo que resulta quizá más llamativo en este sentido es que se generalizarán las levas de tropas auxiliares en los territorios de más reciente ocupación. Con doble resultado: el de hallar salida al humor belicoso de sus gentes, implicándolas de paso directamente en las tareas de defensa del orden establecido; y el de impulsar el proceso de aculturación y de integración social, que se salda en no pocos casos con la obtención, al término del servicio, de la civitas romana. El área no requiere ya, como antaño, la atención de cronógrafos o historiadores: ni levantamientos, ni tumultos. En adelante serán etnógrafos, geógrafos e itinerarios, junto a los textos epigráficos y los vestigios arqueológicos y onomásticos, los que continuarán suministrándonos información -parca, por lo demás- sobre el desarrollo de la vida en el área bajo la tutela de Roma; por ellos sabemos que continúa existiendo, y que participa mediante sus hijos tanto en el proceso productivo, como en las tareas de defensa del orden y de las fronteras imperiales en los puntos más conflictivos. A través de Estrabón, Plinio, Ptolomeo y los Itinerarios se amplía, por otra parte, considerablemente la lista de gentes y poblaciones cuya noticia individualizada llega hasta nosotros, aunque -en lo que respecta a éstas últimas- resulta difícil a veces atinar si se trata de fundaciones nuevas -efecto de una multiplicada presencia romana en el área- o, lo que parece probable, de asentamientos indígenas preexistentes, que un control más eficaz de la administración romana en la zona hace emerger ahora a la luz de la historia. v. VERUS.

Bajo los Julio Claudios. Cabe opinar, por lo demás, que las zonas más o menos ganadas para el orden romano siguen también en mayor o menor grado -y según la medida de su implicación en el mismo- las vicisitudes que caracterizan la historia general de la sociedad romana de esos siglos, y particularmente de la de estas partes del Imperio. Se estima que la dinastía Julio-Claudia continúa, en general, respecto de éstas las directrices políticas marcadas por el gobierno de Octavio. Durante el período se registra un notable incremento de la actividad productiva, de lo que dan fe tanto el número de miliarios recuperados -expresivos, según se estima, de un acrecido interés por la infraestructura viaria del área-, como las evidencias de explotaciones mineras (Arditurri, Lanz, Baigorri, etc.), y artesanales (sigillatas riojanas) o los nuevos episodios de colonización agraria a uno y otro lado de la cadena pirenaica. En fin, como respondiendo a esta recrecida actividad productiva y a la consiguiente intensificación de las corrientes de cambio, se multiplican las emisiones de numerario en ciudades situadas en territorio vascón o en su inmediata periferia. Pero un tal despliegue de actividad resulta inconcebible -en un contexto de colonización altoimperial-, si no es seguido de un desarrollo parejo de las estructuras urbanas. Se trata, sin embargo, en el estado actual de las investigaciones y entretanto no se apuren las exploraciones arqueológicas, de un desarrollo de problemática definición y difícil seguimiento en su secuencia cronológica, si bien no faltan indicios en los textos literarios, ni testimonios numismáticos, ni resultados más o menos tangibles de campañas de excavación, que avalen la realidad del mismo: más plena, desde luego, en las áreas meridionales tempranamente colonizadas y que han vivido una experiencia previa de urbanización en la fase prerromana o republicana (Calagurris lulia, Cascantum, Cara, Graccurris...); o en ciertos puntos neurálgicos de las rutas de penetración romana en la Aquitania (Lugdunum Convenarum, Lactora, Aquis Tarbellicis, Elimberris, etc.); pero constatable igualmente en zonas más interiores (Pompaelo, Beneharnum) y en pleno saltus pirenaico (Imus Pyrenaeus, Oeasson).

Desde los Flavios hasta los Severos inclusive. En la misma línea de activación del impulso romanizador mediante la transformación de las estructuras económicas y sociales -aunque con los naturales altibajos impuestos por la coyuntura económica y/o política- se inscribe también para el área el largo período que se extiende desde los Flavios hasta la conclusión de la etapa altoimperial bajo los Severos. Cabe incluso pensar que el reinado de los Antoninos supone también para el área la era de prosperidad que supuso en general para el Imperio. Sólo desde los días de Marco Aurelio (161-180) y en relación con la crisis general de aquél (agudizada presumiblemente en el ámbito circumpirenaico por la conmoción que supone la revuelta de Materno, activo hacia el final del siglo en la Galia meridional y en el Norte hispano), parecen registrarse en ella unos primeros síntomas de estancamiento económico (paralización de ciertas explotaciones mineras, baja de las corrientes de cambio, acentuación del componente autárquico de la actividad productiva) e incluso, en lo que respecta a ciertas zonas más interiores de la misma, síntomas de un cierto entibiamiento o ralentización del primitivo impulso aculturador o romanizador, según se verá. En lo económico, es ahora y hasta los años centrales del s. II cuando las referidas estaciones de explotación minera (a las que habría que sumar desde Vespasiano (69-79) otras de mineral férrico en la zona de las Encartaciones y las de canteras de mármol de Ereño) parecen conocer sus mejores momentos; sólo que, como dicho, desde los días de Marco Aurelio-si no de antes-y por razones difíciles de precisar, se abandonan las de Lanz, Arditurri, Banca y Baigorri, lo que parece determinar, por otro lado, una cierta ralentización del impulso romanizador y urbanizador en las zonas antes afectadas por las mismas. La época conoce, por otra parte, una notable progresión del modelo latino de explotación agrícola tanto en la línea del Ebro y sus afluentes mayores, como en la plana novempopulana, apuntando también, ya desde los decenios centrales del s. II, la tendencia que llevará a la constitución e implantación progresiva de una estructura latifundista en las zonas más privilegiadas por la presencia romana. Conoce también sus mejores momentos la producción artesanal de sigillatas en la Rioja y Navarra. Lo que, todo sumado, determina una intensificación de las corrientes de cambio, puesta de relieve tanto por la masiva presencia de productos de importación en los yacimientos con niveles romanos referibles a estos años, como por la de sigillatas del área en otros escenarios imperiales. Expresión del buen momento económico viene a ser, en fin, el nivel de inversión pública -sobre todo, de ámbito urbano-- que acusa el área. Ello nos lleva a destacar uno de los aspectos más sustantivos de la política imperial de esos años: el del impulso dado al proceso de integración de las comunidades peregrinas en las formas sociales y organizativas romanas, proceso que será favorecido por la política imperial de captación de la clase dirigente autóctona, a la que, a través de la participación en tareas administrativas, se facilita el pleno acceso a la civitas y a las varias instancias del poder local y provincial (edicto de latinidad de Vespasiano para los Hispanos h. 70/74 y la constitutio antoniniana de 212). El área documenta, de hecho, tanto en la vertiente norpirenaica como en la peninsular, múltiples episodios de localidades que o alcanzan ahora su promoción jurídica plena, o se dirían cuando menos imitar las formas organizativas de los municipios romanos. Sólo que este proceso de promoción jurídica y social no habría beneficiado por igual las varias zonas, primando aquéllas del valle de Ebro y de la plana novempopulana privilegiadas ya antes por la presencia romana y afectando apenas al saltus pirenaico o a la Depresión Vasca.