Plan de tratamiento de la materia. Dividimos la materia en tres capítulos de desigual extensión, si bien de contenido y entidad igualmente importantes.
El primero, ceñido a recoger en rápido recorrido diacrónico los azares que marcan la experiencia colonial en el área, puede quizá decirse un tanto descompensado por el mayor interés que parece mostrar el autor por los aspectos de crisis que conoce el área desde el Bajo Imperio y en las postrimerías del período colonial. Piensa, empero, el autor que, aunque tal vez excesivo por el porcentaje que se cobra en el reparto de páginas, ese énfasis en los citados aspectos viene en alguna medida justificado, no ya sólo para compensar el efecto distorsionador de ciertas visiones excesivamente optimistas del hecho colonizador, sino también porque, según entiende, son esos aspectos de crisis los que mejor sirven a desvelar las limitaciones del modelo colonizador aplicado por Roma en el área, limitaciones que explicarían a su vez el relativo fracaso de dicho modelo y la peculiar historia que sigue ese área en los períodos tardoantiguo y altomedieval.
El segundo capítulo obedece al propósito de calibrar de algún modo las evidencias de la presencia y acción romanas en el área; pero aborda también el tema clave de la distribución espacial de las mismas por zonas, para poder ensayar luego, a partir de las iluminaciones del análisis anterior, una interpretación de los criterios que inspiran la presencia de Roma en el área.
En el tercero, en fin, se aborda en profundidad el análisis de los cambios que la experiencia colonial va a suponer en todos los órdenes de la vida de las comunidades que pueblan el área. Al objeto el discurso se nuclea en torno de los grandes ejes temáticos: estructura de población y poblamiento, producción, etc. Sólo que, como referencia para calibrar tanto el alcance de los cambios producidos, como el de las pervivencias del legado cultural prerromano, se introduce en la cabecera del mismo un apartado con unos breves apuntes sobre la situación del área a la llegada de los Romanos.
El primero, ceñido a recoger en rápido recorrido diacrónico los azares que marcan la experiencia colonial en el área, puede quizá decirse un tanto descompensado por el mayor interés que parece mostrar el autor por los aspectos de crisis que conoce el área desde el Bajo Imperio y en las postrimerías del período colonial. Piensa, empero, el autor que, aunque tal vez excesivo por el porcentaje que se cobra en el reparto de páginas, ese énfasis en los citados aspectos viene en alguna medida justificado, no ya sólo para compensar el efecto distorsionador de ciertas visiones excesivamente optimistas del hecho colonizador, sino también porque, según entiende, son esos aspectos de crisis los que mejor sirven a desvelar las limitaciones del modelo colonizador aplicado por Roma en el área, limitaciones que explicarían a su vez el relativo fracaso de dicho modelo y la peculiar historia que sigue ese área en los períodos tardoantiguo y altomedieval.
El segundo capítulo obedece al propósito de calibrar de algún modo las evidencias de la presencia y acción romanas en el área; pero aborda también el tema clave de la distribución espacial de las mismas por zonas, para poder ensayar luego, a partir de las iluminaciones del análisis anterior, una interpretación de los criterios que inspiran la presencia de Roma en el área.
En el tercero, en fin, se aborda en profundidad el análisis de los cambios que la experiencia colonial va a suponer en todos los órdenes de la vida de las comunidades que pueblan el área. Al objeto el discurso se nuclea en torno de los grandes ejes temáticos: estructura de población y poblamiento, producción, etc. Sólo que, como referencia para calibrar tanto el alcance de los cambios producidos, como el de las pervivencias del legado cultural prerromano, se introduce en la cabecera del mismo un apartado con unos breves apuntes sobre la situación del área a la llegada de los Romanos.