Sailkatu gabe

EUSKARA OBJETIVO (LENGUAJE: HIZKUNTZA)

2/ FACULTAD INSTRUMENTAL.
Riqueza. Es difícil valorar un idioma en sus múltiples aspectos y factores. Podemos encararnos con los materiales y tratar de sorprender su grado de solidez, su claridad, sus delimitaciones, integridad y hasta la dinámica de que gozan. Aparte de los sonidos en sí mismos se nos ofrece la lengua como una obra de arte colectivo en la que no falta el ritmo, cuantitativo o no, y, como se vio en otra parte, melodía o tonillo, más otros factores que modelan y tonifican al habla entera. De ellos sacará partido o con ellos luchará, según que le sean favorables o no, el literato y el artista de la palabra. Pero, el idioma es, ante todo, el útil de comunicación colectiva. Se examinarán sus condiciones para expresar la exactitud, la precisión y el afecto; se justipreciará el caudal léxico, la regularidad gramatical, la claridad conceptual y los recursos de composición y de flexión. Las tendencias analíticas o sintéticas y su tipo de sistema lógico le colocarán, en una u otra posición, para la conquista de su mundo de posibilidades. Además, toda lengua lleva consigo vestigios y huellas de creencias e interpretaciones filosóficas de la vida y del universo que podrán resultar un lastre o un alivio según los casos. Este tema es inagotable y se extiende al examen de las leyes del idioma y del tipo de las excepciones, de las virtudes innatas y de los vicios que entorpecen la labor del hablante o del escritor, el grado de libertad léxica, sintáctica o semántica y sus limitaciones.

Todo este universo de factores converge en el valor máximo de una lengua. En el euskara, por ejemplo, se advierte que la providad penetra todos sus poros y vestigios: es un idioma honesto y veraz. Podríamos citar otros, no diríamos mentirosos, como el japonés, pero bien poco aptos para hablar sobriamente y en serio. Escapamos de lo puramente lingüístico para introducirnos en el mundo de los valores, de lo axiológico.

Se nos puede preguntar si el euskara es rico en recursos comunicativos, gramaticales y expresivos; y si es rico en el número de vasco-hablantes y en qué medida. Nos vamos a fijar principalmente en el aspecto intercomunicativo, obstaculizado, hasta cierto punto, por una notoria dialectización que hace incómodo al vizcaíno hablar con el guipuzcoano o con el navarro, p. ej. También exige un esfuerzo el empleo correcto del iketz y del zuketz simultáneamente. Los dialectos occidentales no usan este último. Asi, mientras los orientales dicen nauk, naiz, nauzu, "soy", según a quien se hable, lo occidentales solamente emplean nauk y naiz. Los tratamientos, los dialectos y las hablas son un lujo, una riqueza un poco fuera de lugar en una sociedad como la nuestra de gran movilidad interna.

En cuanto al euskara, como lenguaje, sufre la competencia desleal del castellano y del francés, amparados en la oficialidad y ésta, en la fuerza estatal. La intercomunicación se hace difícil a causa del gran número de monolingües erdaldunes y de euskaldunes dialectizados. En contraste con esta situación ruinosa, de pobreza intercomunicativa euskaldun, nos hallamos en presencia de dos lenguas ricas en recursos gramaticales para la expresión literaria, científica y filosófica. Los vocabularios euskéricos son extensos, pero no radica en ellos su riqueza, sino en la posibilidad de composición, derivación y conjugación, prácticamente sin límites. Los recursos morfológicos semánticos y sintácticos ofrecen un gran desarrollo, lo mismo que los expresivos y literarios, uno de los cuales es la rima, tan fecunda en las improvisaciones de los bertsolaris.

Saber la lengua.
Es elemental preguntar a alguien cuando se duda de su euskaldunidad: ¿Euskaraz al dakizu? ¿Uskaraz dakizia?, "¿sabes euskara?", según preguntemos en dialecto occidental o en oriental. Quien sabe el euskara vizcaíno sabe el suletino, pero solamente en aquello que tenga de común y en lo que adivine por el contexto de la frase. El euskara está entero como lengua en cada dialecto pero el hablante de cada uno de ellos desconoce aquello diferente, pero solamente en tanto no se habitúe a oír y practicar. Otro tanto ocurre al erdaldun con respecto al euskaldun. El monolingüe solamente conoce una lengua. Pero el monolingüe residente entre euskaldunes pronto aprenderá, aunque no lo desee, parte de su vocabulario y las locuciones más frecuentes y expresivas. Y, a la inversa, el euskaldun adquiere en la calle y en la escuela la lengua invasora. Nos dice Navaggero, del siglo XVI, que en Vitoria la gente entendía el euskara pero hablaba corrientemente, al menos con él, el castellano, y que la gente de los alrededores hablaba euskara pero entendía el castellano. He ahí dos clases de bilingüismo. En un caso el sujeto "sabe" las dos lenguas pero tiene más práctica en una que en la otra. De donde se deduce que la práctica es decisiva para el uso dei idioma. Por la práctica forzada se ha introducido el castellano a través de la escuela y de los servicios oficiales. Pero el saber la lengua no basta, no es suficiente. Hace falta comprenderla, captar sobre la velocidad y contracción del habla, lo que el euskaldun dice. Yo puedo saber el significado de una frase escrita y no comprenderla en el momento de oírla. El comprender requiere también práctica de oído. Por eso el euskaldun-berri, el que ha aprendido artificialmente la lengua, necesita oír continuamente euskara y prestar una atención extrema, acostumbrándose a las contracciones y combinaciones del habla popular.

Aparte de todo esto, tiene su importancia el grado de conocimiento de la lengua, pobre o rico, y el don lingüístico de cada cual. Y no obstante, ocurren casos en que interviene la interpretación, no la literalidad de lo dicho. La lengua hay que saberla, y para saberla, hay que practicarla, comprenderla, interpretarla bien. De lo contrario puede surgir el malentendido o la perplejidad de quedarse "a dos velas" de lo que se habla.

Diglosia. No se trata precisamente del bilingüismo o coexistencia de dos lenguas distintas en un mismo territorio e incluso para los mismos hablantes. No se trata del vasco que sabe y habla euskara y sabe y habla erdara. Claro que el fenómeno de estimar y utilizar al euskara en ciertos medios como lenguaje familiar e íntimo y emplear el español o el francés, según se trate del Norte o del Sur, como lengua de la calle y de prestigio viene a ser también un caso de diglosia. Entre los vascos existe en una cierta medida dentro del euskara mismo entre el habla popular y la más culta. También es importante el caso de hablar en una lengua y escribir en otra. En la Edad Media los casos diglósicos eran limitados. El primer grupo social bilingüe es el de la clase encopetada, frecuentemente halagada con títulos de nobleza castellanos. El pueblo habla euskara y estas clases euskara y castellano, pero al entenderse con el pueblo es cuando surge el contraste y prestigio de la lengua importada.

A lo largo de la historia se han confrontado sobre posiciones diversas el gascón, el francés y el castellano. En el siglo pasado todavía se hablaba gascón en San Sebastián y Pasajes. En nuestros tiempos la creciente llegada de inmigrantes procedentes de regiones españolas pobres van a confrontarse idiomáticamente. Ya no se trata del caso medieval en el que se atisbaba la desigualdad rico-castellano más que campesino-euskaldun. Ahora se trata de inmigrante-español menos que vasco-euskaldun. La actitud psicológica emerge de cada incidencia del idioma. Si en castellano se dice "meter ruido", en euskara se dice el equivalente a "sacar ruido". Es un caso concreto entre infinidad. En el euskara hay un concepto ontológico de unidad cósmica de plenitud. Esto lleva más fácilmente a que el euskaldun piense en vasco cuando habla en castellano y viceversa. Quien habla francés y español, habla en dos idiomas pero piensa de una sola manera. Un solo pensamiento tiene dos versiones habladas, la española y la francesa. El pueblo vasco, en su día carlista y hoy nacionalista vasco, contrasta con la oligarquía vasca, ayer liberal, hoy más o menos totalitaria. El euskara existente pertenece al pueblo, no a las clases altas. Hoy el elemento más extremista, los de ETA, son fuertemente euskaldunes de habla, pero no así ideológicamente por haber caído en las corrientes extravascas marxistas.

El problema diglósico, vivo en un medio tan complejo como el vasco, se convierte en un tema de estudio muy difícil y extremadamente interesante. Lo público, lo escrito, lo pedagógico, lleva inexorablemente a la corrección y a formas estables y de uso unificado. Presupone una primera unificación dialectal antes de pasar a la lengua académica única para todo vasco-hablante. El lenguaje popular se fija en un modelo único como lo hacen los diversos sonidos representados en un mismo fonema. Al encontrarse el euskara aherrojado en favor de una lengua oficial extraña se ha encontrado casi a la deriva, si no fuera por el freno literario escrito. Lengua popular hablada y lengua escrita difieren, pero también la lengua escrita y correcta puede ser popular sin llegar a académica o ya en sus lindes. El contraste entre el habla popular y el habla académica, muy escasa en nuestro país, lo nota quien, hablando habitualmente el euskara, un campesino por ejemplo, se acerca por primera vez a un libro euskaldun.

La palabra escrita no se corresponde con exactitud matemática a la oral aunque en euskara los problemas ortográficos no ofrezcan grandes dificultades. La lengua escrita unifica lo que en la realidad oral ofrece variantes dialectales y de pronunciación. Ogia, escrito así, es un común denominador de las formas reales ogiya, ogixa, ogie, ogixe. Pero en euskara son variantes tan regulares y fijas que la forma escrita no ofrece dificultad. De igual modo, beroa, escrito, es berua hablado, pero desprovisto del articulo, recobra de nuevo la forma originaria bero "calor". Otras veces no se trata de variantes de pronunciación sino de elisiones: el zer "que", escrito, se corresponde con el ze de muchas personas, el joan "ir", por el jun; baldin bada "si es que", por barimada. Son los mismos casos que en español aura, agora, por ahora; mesmo, por mismo; terminao, por terminado; cueso por coso. Pero, además, la lengua escrita se ve y la oral se oye. La figura visual de las palabras está ligada a una ortografía, y la imagen auditiva, a una fonética especial. En la lengua escrita vasca se ha cuidado generalmente más de la correlación gramatical, a veces errónea, que de su fondo, hecho de pensamiento. Después de la primera literatura vasca, espontánea y apenas distanciada del habla popular, de todos nuestros autores clásicos, vino, en nuestro tiempo, una ráfaga de indigesto lenguaje, plagado de neologismos y de giros forzados que venían a suplir la ignorancia de las formas castizas abundantes en el idioma. Este tipo de euskara lo repudió el pueblo por muerto, difícil y sin interés. Posteriormente, la reacción saludable vino, acercándose más el euskara escrito a la comprensión popular, como puede verse en la revista "Egan", dotada de un euskara limpio y que muy bien puede llamársele académico, pero claro. A ello contribuyó también la unificación ortográfica fundada por Arana Goiri y acomodada y oficializada por la Academia de los buenos tiempos. Posteriormente, una reforma ortográfica, desgraciada, y un uniformismo poco afortunado, han ensombrecido, de nuevo, confundiendo unidad de uso con uniformidad. En castellano, p. ej., se ha unificado el idioma adoptando hueco y oquedad, huevo y óvalo, como los dice el pueblo. Aquí, en euskara, no. Si originariamente en los tiempos de mari-castaña, tuvo una palabra h, p. ej., se han reconstruido las palabras con ella y con otras regresiones, caigan bien o mal a lo popular, siguiendo reglas rígidas: ollo y oilo, Oñate y Oinate, Iruña e Iruinea, trayendo arcaismos y rompiendo el uso unitario ya existente. Han confundido lamentablemente, "cómo debería haber sido un euskara regular" y cómo debe ser un euskara unitario. Han confundido unidad de uso con regularidad morfológica.

Han sacrificado vocablos ya de uso unificado en aras de la regularidad, de la uniformidad, etimológicamente considerada. En algunos Ayuntamientos se ha empleado el euskara como lengua escrita, en cuanto a las actas, y como lengua hablada, en las deliberaciones. El debate público oficializa al euskara y le prestigia, pero no le da por eso carácter de académico propiamente dicho aunque aspire a serlo. Lo académico tiene más razón de ser en el lenguaje escrito, en el acta oficial, y en el impreso. La escritura fija el lenguaje, lo mismo que la escuela y el sermón. El literato influye mucho en la fijación y modelización del lenguaje y del habla, pero también la Academia cuando sus dictámenes son afortunados, como ocurrió a lo largo de los buenos tiempos de la Academia presidida por Azkue.