Sailkatu gabe

EUSKARA OBJETIVO (LENGUAJE: HIZKUNTZA)

1/ FACULTAD SUBJETIVA.
Una de las acepciones de gogo, "pensamiento", es la de "intención", pero ya con vistas a la acción. La psicología se constituye en fuente de propósito, y muy íntimamente, en la de decir, de comunicarse con alguien. El hablante piensa pero no dice la totalidad de lo que piensa sino aquello que realmente "quiere decir" a otro. Y es curioso que en euskara se diga esangura, esanai, lit. "querer decir", para "significado", que se distingue totalmente del concepto psicológico "idea", más ligado a gogo, uste y asmo, "mente", "creencia", "invento".

Lo que "quiero decir" es una selección llevada a cabo a medida que se piensa y se medita en lo que permite la velocidad adoptada en el habla, un asunto que se va a posponer y un objetivo que se trata de alcanzar. El oyente se nos presenta como un material complejo y difícil. Se tiene siempre en cuenta al destinatario del mensaje y, de ahí, que adoptemos una actitud y otra al hablar y seleccionar la secuencia de palabra y conceptos que van a ir explayándose conforme se avanza en el hablar. Hay, pues, tres subámbitos importantes en el propósito oral: la selección de lo que se quiere decir, el momento que se elije como más propicio, y el objetivo que uno se propone. Este puede ser conseguir algo, saber algo, saludar, reprender, informar, encargar, etc., eman mallo ori, "dame ese martillo"; esan zaiozu datorrela, "dile que venga"; egun on jauna!, "buenos días, señor"; zenbat urte dituzu?, "¿cuántos años tienes?; nai al dezu ibillaldi bat egin dezagun?, "¿quieres que demos un paseo?"; iritxi al gera?, "hemos llegado"; egin zazu ori onela, "haz eso así"; zaude ixilik, mezedez!, "cállese usted, por favor!"; ezin nezake bestera egin, "no sé hacerlo de otro modo". Este aparente caos de objetivos se halla ligado a todos y cada uno de los ámbitos de la vida que nos reclaman la palabra como el medio más idóneo de conseguir, saber, informar, afectar...

Cuando tenemos la intención de decir tal y cual cosa es que ya se ha elaborado en la mente un hecho específico del habla, un plan. Pero es un plan quizá solamente lanzado y en impulso que se va cumpliendo y completando a medida que las palabras se adaptan a él, en tanto se dicen. Muchas veces no nos llega la palabra y decimos que la tenemos "en la punta de la lengua".

Pensar, que es psicológico, cede el paso a esa planificación de lo que se va decir y que se cumple sobre la marcha, aceptando unas palabras, rechazando otras, en tanto el enunciado oral se va realizando, paso a paso. Y, a veces, nos percatamos de que las palabras que se suceden dependen de las ya empleadas e incluso de las que siguen. En euskara, en la frase afirmativa se dice, p. ej., gizonak liburua leiotik bota du, "el hombre ha tirado el libro por la ventana", pero en la negativa diremos: gizonak eztu leiotik bota. El auxiliar negativo y la idea pasada exigen a la mente que se use precisamente ez du, "no ha", para componer el cliché ez du (eztu) bota, ateniéndose en este caso a una palabra por llegar, ya que el cliché normal es bota du. El oyente va recibiendo el mensaje en el mismo orden y velocidad en que se genera en el hablante. El oyente que escucha puede medio adivinar lo que va a completar la frase del hablante pero éste ya tiene, de antemano, en la mente el esquema a desarrollar. En el bertsolarismo, y gracias a la rima, el público suele corear la palabra final de la estrofa al mismo tiempo que el improvisador.

El plan del habla, en cada caso concreto, es oracional y pleno aunque su realización vaya desde el principio al fin por vía lineal. A quien se le corta la palabra se le deja con el mensaje, en parte realizado, en parte inédito.

No toda ocasión ni todo momento es igualmente propicio para comunicar un mensaje a otro. Algunos prefieren esperar y acechar el momento oportuno. Todo consiste en aprovechar la coyuntura favorable de suerte o de adversidad. A veces se prefiere el primer encuentro y el habla espontánea y sin rodeos. Pero el hecho real es de que el hablante, antes de dirigir a alguien la palabra, tantea mentalmente la conveniencia o la inconveniencia de la misma y el modo y alcance de lo que diga.

Ya no se trata del plan del habla que se realiza en sí misma y de por si, sino que nos referimos ahora a la oportunidad del momento, de ese momento en que se den las circunstancias más favorables. Entre dos personas que no se hablan apenas por ce o por be y que se encuentran en un camino hay una vacilación previa al saludo cuidándose del anticipo o de la simultaneidad del mismo.

Algunos tienen la mala pata de ir a pedir un favor a alguien cuando acaban de escaldarle con un fuerte pago, se ha peleado con alguien o pasa un mal rato. En clase conocíamos, por el modo de hablar, cuando el profesor llegaba después de haberse peleado en casa con su mujer. Cuando aparecían ciertos síntomas nos cuidábamos muy bien de hablar en tanto no preguntara. Estos temas están sin explorar en nuestro caso pero podrían estudiarse en los textos dramáticos, novelas y anecdotarios.

Qué me propongo cuando hablo. He ahí el objetivo, el fín. En nuestro país, como ocurrirá, sin duda, en muchos otros países, hablar por hablar, hablar por no callar, se da en algunas personas. Una opinión libresca, difundida por Ortega, Pío Baroja y Unamuno, y tomada de los clásicos castellanos, es que los vascos somos una raza muda. Desde luego, en castellano y con castellanos, cuando el país era monolingüe, sin duda alguna que si. El vasco habla mucho y habla poco. Depende de si hay o no motivo. El objetivo que se persigue con el habla quizá pueda repartirse entre los tres dominios de la actividad, la convivencia, la creatividad y la humanística. Hablar es en primer lugar satisfacer la necesidad de la intercomunicación, cambiar noticias e impresiones, entretenerse, pasar el rato. Pero hablar es también pedir esto o aquello, ofrecerlo, aceptarlo o rechazarlo. Y también se habla por influir en los demás, enseñar, instruir, ayudar, agradar, salvar y sus inversos desagradar, reñir, mandar, estorbar, etc.

La vida humana está trenzada de lenguaje y de ahí su éxito sobre la de los animales. Yo puedo decir a mi hijo ekarri arri ura, "tráeme aquella piedra", del medio más económico, rápido y conciso. El animal, no. Quien educa, madre o maestro, persigue un objetivo dado. Quien instruye a otro sobre cómo se toca el txistu está poniendo los medios para que su alumno aprenda. Quien saluda cordialmente a un vecino no hace otra cosa que cultivar una amistad.

La vida es inseparable del habla. Hasta el sordomudo aprende a hablar y a entender traduciéndosele el lenguaje oral en movimiento de labios, de la mano y dedos. Pero a los efectos del estudio, son separables ambos, pero siempre constituye un tema esa presencia del objetivo en el habla. Pero qué se propone el que habla o el que escucha distraídamente o con atención. Hay hablar que es machacar, insistir, repetir, inculcar. Se diría que el hablante trata de moldear el alma o la mente de su oyente. Queriendo o sin querer se trata de labor educativa, bien en sentido positivo o negativo. El habla de familia inculca en los miembros de la comunidad no sólo ideas, sino motivos de emoción y todo un complejo educativo tradicional. El mandato es una de estas formas de vida oral. En las comunicaciones de noticias pueden aparecer intenciones aviesas o de puro interés informativo. La noticia puede ser tendenciosa, falseada, agrandada o disminuida intencionadamente. Puede existir un fin determinado. La noticia casi nunca es neutra: afirma o contraria, agrada o desagrada, impresiona o deja indiferente. ¿Por qué se comunican las noticias? He ahí el problema.

Educar y conseguir no agotan los propósitos del habla. La transcendencia de la enseñanza es meramente cultural. Se trata de equipar de útiles y armas intelectuales al alumno. Ahora lo que se edifica es un caudal, un taller mental mejor o peor organizado y dotado. La finalidad cultural no es educativa aunque pueda ir del brazo de ella. Los verbos pedagógicos son enseñar y saber. Pero no es así en cuando se cuenta un cuento o una anécdota o se comenta un hecho gracioso o un incidente callejero. Ahora la gente se divierte o entretiene sin más finalidad. El hablante chistoso u ocurrente dota de animación a una conversación y se goza en ello. El ideal también interviene en otras ocasiones. El sacerdote que trata de convertir a un pagano trata de "conseguir" su conversión. Pero el que reza se entrega a Dios, trata de unirse a él resumiendo todo propósito y superándolo. Aquello que realmente decimos cuando hablamos, coincida o no exactamente con lo que pensábamos haber dicho, puede adoptar modalidades semánticas muy variadas, afirmaciones y negaciones, hipótesis, condiciones, disyunciones, indicaciones, propuestas, etc.

La secuencia oral con que nos dirigimos a otro es a la vez una secuencia de palabras habladas, de cosas que se dicen y de expresividad con la que las dotamos para causar mayor impacto en el oyente. Se puede ser berritsu, "hablador" y sin embargo decir pocas cosas. Hablar muy correctamente y decir insustancialidades. Hay quien habla mucho y dice poco y quien habla poco y dice mucho. A veces, un silencio prolongado es harto significativo. En el caso del charlatán el euskara ha matizado varios tipos como aoandi, "hablador imprudente", autulari, "correveidile"; itzmerke, berri jario y muchos más.

Pero esto último se referiría al sujeto hablante, no a la pro puesta que encierra el mensaje. Por de pronto hay en ella, la que se desprende de primera intención, la literalmente hablada que no suele coincidir con la acepción de lo realmente dicho. Porque se puede hablar con ambigüedades y confusiones que inflan el habla a expensas de un contenido conciso y preciso. Bien hablar y bien decir son cosas distintas.

Si pregunto el precio de algo en una tienda y me responden, berreun peseta biak, "las dos en doscientas pesetas", puedo contestar por lo menos de dos maneras breves pero no igual de contundentes: ez ditut nai, oso gareztiak dira, "no las quiero, son muy caras", o bien, oso gareztiak!, "¡muy caras!". Y todavía cambia la frase si decimos ez dizkiat nai, oso gareztiak ditun, en lenguaje expresivo familiar que autoriza a contestar más abreviadamente, ez emakume, oso gareztiak ditun, "no, mujer, son muy caras".