Léxico

LIBRO

Los Códices. La carta de San Eulogio, de mediados del siglo IX, nos informa de un rico fondo de libros manuscritos en los monasterios vascos, en buena parte copias de autores griegos y latinos. Dicho santo reconoce, además, que estuvo en Pamplona en su Libro Apologético de los Mártires, lo mismo que su compatriota y biógrafo Álvaro en Vida de San Eulogio. Tanto el mismo santo como su paisano coinciden en que aprovechó su estancia en el Reino para investigar la biblioteca de Leire y copiar preciosos libros cuyas copias llevó a Córdoba para instruir a sus discípulos. Este Álvaro de Córdoba da el dato de que el santo llevó copias de La ciudad de Dios de San Agustín, las Sátiras de Juvenal, todas las obras del poeta Horacio y las pequeñas de Porfirio, las Fábulas de Avieno, los Epigramas de Adelelmo, muchos himnos religiosos y diversas obras de temas también diversos. También se llevó el santo una copia de la vida del profeta Mahoma, desconocido hasta entonces entre los cristianos de Córdoba. Se titulaba Historia del falso profeta Mahoma. Los escritorios medievales. Los escritorios medievales, talleres monacales en los que se elaboraban los liber, códices y rollos para la zona vasca y no vasca, han sido estudiados por Manuel C. Díaz y Díaz (Libros y librerías en la Rioja altomedieval, Inst. de Est. Riojanos, Logroño, 1979, 391 pp.) y por Soledad Silva y Verástegui (Iconografía del siglo X en el Reino de Pamplona-Nájera, Ins. P. de V./Inst. Est. Riojanos, Pamplona, 1984, 511 pp.) de cuya magnífica obra extractamos lo referente al libro medieval del siglo X en Euskal Herria. Según esta autora, la mayor parte de los códices elaborados en el reino de Pamplona pertenecen al territorio najerense, sobre todo a los dos monasterios más importantes entonces por su pujanza religiosa y cultural, el de San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla mientras que de Aragón y de Pamplona, permanecen casi mudos en el siglo X. La tarea artística primordial de estos cenobios, consistió principalmente en la ilustración de los códices elaborados o copiados en sus escritorios. Se desarrolla de este modo durante este siglo en las tierras de Nájera, un arte -el de la miniatura- que constituye la principal aportación artística del período. Durante el siglo X son generalmente los propios abades que regían aquellos cenobios los principales promotores de este arte miniaturístico. En el siglo siguiente este papel promotor será también compartido por los monarcas pamploneses, en cuyos diplomas la miniatura comienza a ocupar un lugar importante, como por ejemplo en el de dotación de Santa María la Real de Nájera otorgado por la reina Estefanía, viuda de García rey de Navarra, en 1054. Las circunstancias en las que ambos monasterios surgieron y sobre todo su enclave geográfico, explican la diversidad de influjos, europeos, castellanos, astur-leoneses y andaluces que llegaron a aquellos cenobios. Se había iniciado ya además la peregrinación a Santiago de Compostela cuyo camino se convierte también desde entonces en el principal medio difusor de las corrientes culturales europeas. Salvo algunos pocos códices, el vocabulario ornamental de los manuscritos najerenses presenta influencias carolingias que ya en la década del año 940 se observa en los códices castellanos de Florencio. De todos modos, en opinión de Silva, el arte carolingio poco influyó en la concepción de las figuras de los códices riojanos. Estas revelan una serie de características, comunes a las de los otros códices hispánicos de la época, que evidencian la existencia en la Península de una miniatura anterior de época visigoda, hoy perdida, pero que reflejada en parte en la escultura monumental es el único punto de referencia y comparación de aquéllas. En frase del profesor Williams, los escritorios de la España del Norte supieron crear un estilo propio, caracterizado porque el "color domina a la línea y determina la estructura", a diferencia de la miniatura europea en la que predomina la línea (miniatura anglosajona) o predomina la estructura (miniatura otoniana). El mismo fenómeno se observa en la introducción de elementos islámicos en nuestra miniatura, ya que éstos afectan únicamente a los motivos ornamentales de carácter arquitectónico, escriturístico, animal, vegetal y a algunas reminiscencias en las figuras. Aunque los escritores más importantes, a juzgar por el número y sobre todo por la calidad de las miniaturas son los señalados anteriormente de San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla, es posible que otros monasterios de la región los tuvieran también. Lacarra ha sugerido la posibilidad de que hubiera uno de ellos en algún monasterio o iglesia monacal cerca de Nájera donde piensa pudo haberse redactado el códice de Meyá o de Roda, joya bibliográfica por la calidad y exactitud de los datos y por su antigüedad. Se sabe que fue copiado en el siglo X y se hallaba en Nájera en el XI. Lo que no se sabe es cómo fue a parar al archivo de la catedral de Roda, donde estaba en el siglo XVII. En 1699 lo recibió bajo préstamo Diego José Dormes, cronista de Aragón, muerto en 1705. De ahí, pues no se devolvió nunca a Roda, pasó a poder de don Manuel Abbad y Lasierra, de Meyá (Lérida), desde 1775. I. El escritorio de San Martín de Albelda. La primera noticia conocida sobre la actividad escriturística del monasterio de San Martín de Albelda, figura en el extenso prólogo que el presbítero Gómez realiza, como introducción al tratado de Virginitate de San Ildefonso, copiado por él en el año 951. Este códice es el más antiguo de los conservados, escrito en este monasterio. Este escritorio estaba llamado a convertirse poco después en uno de los centros culturales más importantes de la Edad Media peninsular. Sin embargo, de "la gran cantidad de libros en letra gótica" que según datos aportados recientemente por Gregorio de Andrés, pudo aún ver a comienzos del siglo XVI el conde de Aguilar en una de las cuevas del monasterio, apenas se sabe nada. Únicamente son dos los manuscritos completos que han llegado hasta nosotros, elaborados con seguridad en su escritorio: el códice de Godescalco o Gomesano que se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional de París y el códice Vigilano o Albeldense de la Real Biblioteca de El Escorial. Ambos están ornamentados, aunque de modo muy desigual. Frente a la sobria decoración de lacerías de las iniciales del primero, es de destacar la rica ornamentación del segundo, con sus 88 folios miniados con figuras y escenas diversas, algunas incluso a página entera, constituyendo por sí mismo este códice, una de las más espléndidas manifestaciones de la miniatura ibérica altomedieval. Se conserva también un fragmento de una Biblia Albeldense que es de suponer estuvo ricamente ilustrada; una página, existente actualmente en el Instituto de Estudios Riojanos de Logroño, es el único fragmento miniado que conservamos hoy de una Biblia copiada en el escritorio de Albelda, y que a juzgar por su estilo, pertenece a la segunda mitad del siglo X. II. El escritorio de San Millán de la Cogolla. Aunque se desconoce la fecha en que se inicia la actividad del escritorio de San Millán de la Cogolla, sí en cambio, puede afirmarse como lo hace Silva, a juzgar por los manuscritos que de él se conservan, que éste es coetáneo al de San Martín de Albelda y que alcanza su apogeo en el último tercio de siglo, entre los años 970- 1000. En contraste con la escasez de manuscritos conocidos que se conservan del scriptorium de Albelda, al monasterio de San Millán de la Cogolla pertenecen una cantidad relativamente grande de códices que se encuentran actualmente repartidos entre la Academia de la Historia, a la que pertenecen la mayoría. Archivo Histórico Nacional, Biblioteca Nacional, Colección Heredia-Espínola de Madrid y Real Biblioteca de El Escorial. No todos ellos han sido ilustrados con miniaturas. Silva plantea a la investigación de este grupo de códices emilianenses, en primer lugar, el problema de que no todos los manuscritos de procedencia emilianense han sido elaborados en el escritorio de San Millán. En segundo lugar plantea al investigador otra cuestión difícil también de resolver, ya que como la anterior, requieren ambas ser objeto por sí mismas de otro trabajo de investigación que ahora sugerimos, y es la siguiente ¿cuándo llegaron a la Biblioteca del monasterio los manuscritos que hemos llamado "importados" de otros centros? Otro problema planteado a nuestra investigación, es el de la datación de estos manuscritos, ya que muy pocos de los que conservamos han sido fechados. Teniendo en cuenta estas dificultades intentaremos enumerar a continuación los manuscritos ilustrados en el siglo X que pertenecen al monasterio de San Millán de la Cogolla. Un primer grupo de códices lo componen una serie de manuscritos asignables a la primera mitad de siglo. Dos de ellos llevan colofón y anotaciones indicando su procedencia y época en que fueron realizados: las Colaciones de Casiano (B.A.H. cód. 24) concluidas en el año 917 en San Millán y las Etimologías de Isidoro copiadas también en el escritorio monacal en el año 946 (B.A.H. cód. 25). Con este último manuscrito se relaciona el códice Misceláneo del Archivo Histórico Nacional (1.007 B) terminado en el año 933 por el mismo copista que el anterior, Jimeno, y realizado probablemente, según Klein y Díaz y Díaz en San Millán. Ambos códices muestran ornamentaciones parecidas.