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LIBRO

Los Códices II. Los demás manuscritos emilianenses antiguos carecen en general de colofones u otras anotaciones que aseguren su procedencia y época. Según Klein podemos adscribir con bastante probabilidad al escritorio de San Millán, el Liber Scintillarum (B.A.H. cód. 26) y la Biblia de San Millán (B.A.H. cód. 20) realizados ambos en la primera mitad de la centuria. A este grupo pertenece también el Fuero Juzgo (B.A.H. cód. 34) escrito si no en San Millán, si por lo menos en ambiente relacionado con los copistas del escritorio monacal. Queda por citar el Beato de la Biblioteca Nacional de Madrid (Vitr. 14-1) considerado hasta hace pocos años como producto emilianense y realizado también en la primera mitad del siglo X. Salvo este último códice, caracteriza a este grupo una ornamentación muy modesta de iniciales de colorido bastante uniforme a base de tonos naranja-rojizo y verde pálido, admitiendo con menos frecuencia el amarillo y gris azulado. Únicamente en las Etimologías del año 946 aparecen los fondos blancos y tonos rosa y turquesa grisáceo. Se observa en ellos la ausencia de motivos de lacería y lacería zoomórfica que por el contrario proliferan en los manuscritos de la segunda mitad de siglo. Aunque la decoración de los códices asignados a la segunda mitad de siglo sea muy desigual, casi todos ellos han adoptado de modo sistemático el uso de las lacerías y entrelazados zoomórficos que adquieren ahora un gran desarrollo, llegando a formar iniciales que ocupan la página entera. Los motivos ornamentales se enriquecen con la incorporación de animales, sobre todo, peces, serpientes, aves (águilas y pájaros), cuadrúpedos (ciervos y leones), animales hacia los cuales los miniaturistas emilianenses tuvieron especial predilección. A este período, cuyo momento más esplendoroso coincide con las dos últimas décadas de siglo, pertenecen además el mayor número de manuscritos que han recibido una verdadera ilustración de textos, como son el Conciliar de El Escorial (d. I. 1) del año 992 y los Beatos de El Escorial (& II.5) y de la Academia de la Historia (B.A.H. cód. 33) de fines de siglo. El primero producto típico emilianense y los dos últimos ejecutados si no en San Millán, sí en ambientes próximos al escritorio monacal. Los demás manuscritos pertenecientes a esta segunda mitad de siglo son las Homilías de Ezequiel (B.A.H. cód. 38), las Vidas de Santos (B.A.H. cód. 13), el Vocabulario latino (B.A.H. cód. 46), de hacia 964, la Exposición de los Psalmos (B.A.H. cód. 8), la Ciudad de Dios de San Agustín (B.A.H. cód. 29), el Diurnal (B.A.H. cód. 30) el Psalterio (B.A.H. cód. 64 ter), el Liber Ordinum (B.A.H. cód. 56) y las Homilías (B.A.H. cód. 39). Dos códices más, aunque no han sido ejecutados en el escritorio monacal, guardan sin embargo relación con San Millán. Son éstos la Regula Sancti Benedicti Subtractus del año 976 (B.A.H. cód. 62) y el Códice de Roda (B.A.H. cód. 78) de fines de siglo. Por lo que respecta al tratamiento del rostro, peculiaridades emilianenses son ciertos personajes que presentan un perfil, con una exagerada barbilla y unos labios salientes y el modo de trazar los frentes de las caras con bocas en cruz y orejas bilobuladas. Del mismo modo determinadas letras zoomórficas son también características de este escritorio como los ciervos que forman la inicial S, y los leones que enfrentados rellenan los espacios circulares de las letras Q y O. Estas se repiten igualmente en manuscritos del último tercio del siglo siguiente como es el caso del Liber Comitis, con lo que podemos deducir otra característica más de esta escuela: su tradicionalismo. Klein no solamente ha reconocido estas características formales ya señaladas por Menéndez Pidal, como peculiares del escritorio emilianense sino que además ha señalado otras referentes al colorido empleado en las ilustraciones. Así, según este autor los manuscritos emilianenses de esta segunda mitad de siglo se caracterizan en general por el empleo de tonos puros y claros como el azul claro, amarillo, naranja rojizo, rojo anaranjado, rojo, rosa, marrón rojizo, azul grisáceo, verde grisáceo, verde oscuro así como el uso de los dorados. Silva, en su magnífico trabajo, clarifica así los Códices emilianenses fechados o fechables en el siglo X: 1 . Códices ilustrados sistemáticamente con escenas historiadas: El Beato de la Biblioteca Nacional (Vitr. 14-1); El Beato de El Escorial (& 11 .5); El Beato de Real Academia de la Historia de Madrid (cód. 33); El códice Emilianense de la Biblioteca de El Escorial (d. I.1). 2. Códices ilustrados con algunas escenas historiadas y figuras humanas: El Liber Scintillae Scripturarum (B.A.H. cód. 26); La Biblia de San Millán (B.A.H. cód. 20); El Códice Miscelánea (A.H.N. 1007 b); Las Etimologías de San Isidoro (B.A.H. cód. 25); Vida de Santos (B.A.H. cód. 13); La Exposición de los Psalmos de Casiodoro (B.A.H. cód. 8); El Psalterio (B.A.H. cód. 64 ter); El Psalterio (B.A.H. cód. 64 bis); El Liber Ordinum (B.A.H. cód. 56); Homilías (B.A.H. cód. 39); El Códice de Roda (B.A.H. cód. 78). 3. Códices ilustrados únicamente con iniciales decorativas: El Fuero Juzgo (B.A.H. cód. 34); Las Colaciones de Casiano (B.A.H. cód. 24); Las Homilías de Ezequiel de San Gregorio (B.A.H. cód. 38); Vocabulario Latino (B.A.H. cód. 46); Diurnal (B.A.H. cód. 30); De Civitate Dei de San Agustín (B.A.H. cód. 29); El Libellus a regula sancti Benedicti Subractus (B.A.H. cód. 62). III. El escritorio de Nájera. Aunque se presume la existencia de un scriptorium najerense en relación con la iglesia palatina o algún monasterio, precedente del que un siglo después fundara García el de Nájera, en el estado actual de los conocimientos, nada de esto puede afirmarse con seguridad. Con este hipotético escritorio najerense se ha relacionado el Códice de Roda ya citado. De Cirueña procede un fragmento de Beato que debió salir, según Díaz y Díaz de algún escritorio pirenaico navarro o altoaragonés. Es el vestigio más antiguo que conocemos de la obra ilustrada de Beato. Aunque Neuss lo considera como obra del siglo X, hoy la mayor parte de los estudiosos convienen en datarla en los años finales del siglo IX. Es un único folio que contiene una sola ilustración: la apertura del 5.° sello. Los historiadores la han juzgado como obra ruda y arcaizante. Pese a esto, el fragmento ofrece el interés de mostrarnos la ilustración más antigua conocida hasta ahora de los Beatos, asentando los principios que a partir de entonces regirán la ilustración de los mismos. IV. El escritorio de San Juan de la Peña. Al monasterio de San Juan de la Peña pertenece un fragmento de Antifonario contenido hoy en un códice misceláneo, llamado Libro de San Voto que se conserva en la Biblioteca Universitaria de Zaragoza. Es el único fragmento datable en la segunda mitad del siglo X que procedente del mismo monasterio ha llegado hasta nosotros. Presenta decoración de iniciales de lacería y entrelazo zoomórfico, y un personaje en el margen de estilo tosco pero parecido al de otras representaciones emilianenses. V. El escritorio de Calahorra. En el siglo XII, el scriptorium de Calahorra brilla bajo el impulso cultural de los obispos Sancho de Funes y Rodrigo de Cascante. Se señalan como muy notables tres libros: el Homiliario (h. 1121), un libro que reproduce los Comentarios de San Gregorio, para el libro de Job y una Biblia Sacra conocida también como Biblia de Calahorra. Es de señalar que el Homiliario consta de 276 folios abarcando las homilías de las fiestas y domingos desde el Adviento al domingo XVII de Pentecostés y algunas fiestas más. Hay algunos versos con notaciones musicales. La producción manuscrita individual. Sobresalen dos personalidades de renombre, Funes y Ketton. Ferrandus Petri de Funes era canciller de Navarra. Funes copió e ilustró por encargo del rey Sancho el Fuerte, una monumental Biblia que acabó en 1197, elaborando a continuación otra con un 40 % más de escenas. La primera Biblia fue a parar al norte de Francia, donde fue copiada, imagen por imagen, con espíritu gótico, llegando finalmente a la Biblioteca Municipal de Amiens, donde se conserva en la actualidad. La segunda fue vendida en Valladolid en 1809, pasó a París, y terminó entre los manuscritos familiares de la familia Oettingen-Wallerstein, que la guarda en el castillo de Harburg (Alemania). La copia del siglo XIV, la gótica, pasó a Londres y fue a parar a la Biblioteca Pública de Nueva York. La primera Biblia tenía 871 escenas ilustradas. El investigador americano François Bucher estima que estas tres Biblias son las más completas de la Edad Media. Robert Ketton era arcediano de la catedral de Pamplona. El abad de Cluny, que deseaba obtener una versión del Corán al latín con miras proselitistas, creyó ver en él al traductor que necesitaba, y a fuerza de ruegos y de dinero logró que el sabio inglés se encargara de la empresa. Robert terminó la versión del Corán a mediados del año 1 143, fecha en que era arcediano de Pamplona, con toda probabilidad arcediano de Valdonsella, dignidad de la catedral iruñesa. Se trata de la primera versión latina del libro sagrado de los musulmanes, que fue muy usada hasta después del Renacimiento. Va acompañada de un prólogo escrito por Robert con un estilo confuso y oscuro. "Terminados los encargos del abad de Cluny, Robert reanuda sus versiones de obras científicas árabes para hacerlas asequibles a los sabios occidentales. En 1144 terminó una traducción del Liber de compositione alchemie, la primera obra en su género que aparecía en lengua latina. Al año siguiente firmó en Segovia la traducción de un Tratado de álgebra de AI-Jwarizmi, "que descubrió a los europeos toda una nueva rama de las matemáticas". En fecha indeterminada vertió a la lengua de Lacio varias obras de astronomía". (Ref. Goñi Gaztambide, J., Historia de los obispos de Pamplona, siglo IV al XIII, I, pp. 391-392).