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MONTAÑISMO

Orígenes del montañismo vasco. La historia del montañismo vasco se remonta tan sólo a fines del siglo XIX. Ya para los años 1850, algunos de los habitantes de las villas más populosas del País Vasco comienzan a salir a la montaña los días festivos buscando el solaz y la tranquilidad que empiezan a faltar en las zonas urbanas. Las innumerables ermitas diseminadas por los montes de los alrededores atraen con las onomásticas de sus santos a una gran multitud que acude no sólo por devoción sino también por buscar expansión y divertimiento. Ya no se va al monte por obligación: los arroyuelos; las verdes praderas; las txabolas de pastor; las panorámicas que se divisan desde las cumbres y otros encantos de la naturaleza comienzan a subyugar al viandante que a veces tiene que recorrer muchos kilómetros a pie por carretera para acercarse a la verdadera montaña. La falta de comunicaciones y de vehículos adecuados -la bicicleta era un lujo- hizo que en esa época abundara más el andarín que el montañero. Sin embargo, la constitución orográfica del País Vasco especialmente de Gipuzkoa y Bizkaia, llena de montes cercanos plagados de caseríos y, por consiguiente, de caminos y senderos bien marcados, será motivo de atracción para muchos aficionados amantes de las bellezas del campo. Y lo cierto es que para cuando llega la transición del siglo XIX al XX, el montañero, hasta entonces individualista, empieza a agruparse para constituir lo que más tarde serán las sociedades montañeras. Estos grupos de incipientes montañeros, inicialmente, se organizan en el seno de otras sociedades deportivas que por lo general nada tienen que ver con la montaña pero sí con el fútbol. Así surgen los primeros grupos montañeros en Tolosa, Eibar, Bilbao, Pamplona, etc., encuadrados en sociedades como Tolosa Club de Foot-Ball; Club Deportivo Eibar; Club Deportivo Bilbao; Osasuna y otros. Los montes de Aitzkorri, Aralar, Gorbea, Ernio, Amboto, Uzturre y otros muchos empiezan a ser frecuentados por gentes aficionadas a la montaña. Anchón Bandrés, un tolosano afincado en Bilbao, fue el verdadero precursor del montañismo vasco. A comienzos del siglo XX se erigió una gran cruz en la cumbre del monte Gorbea y en el año 1912, Anchón Bandrés, a la sazón presidente del Club Deportivo Bilbao, organizó a dicho monte una gran expedición compuesta nada menos que de 145 montañeros. Aunque no pudieron llegar a la cima todos los expedicionarios, la excursión tuvo tal éxito que, dos años más tarde, Bandrés instituyó lo que en adelante había de tener tanta importancia en el desarrollo del montañismo vasco: Los Concursos de Montaña. Fue el 30 de septiembre de 1914 cuando en la cumbre del monte Ganekogorta, y rodeado de montañeros del Club Deportivo Bilbao, se leyeron las bases para realizar el concurso de 15 montes distintos en un año. Cuatro años más tarde, en 1918, se crea el Concurso de los Cien Montes para realizar en un plazo mínimo de cinco años y máximo de diez en su duración. Estos concursos de montaña, que han prevalecido durante todo este siglo exceptuando el paréntesis producido por la guerra civil española del 36, sirvieron para que el montañero vasco fuera aprendiendo y enriqueciendo su cultura deportiva, ya que el reglamento obligaba a verificar un Parte de montaña por cada ascensión realizada, a la manera de una ficha técnica en la que se describieran itinerarios, tiempos de recorrido, lugares estratégicos, etc., etc. Esto hizo que las excursiones montañeras adquirieran un interés inusitado entre los nuevos adeptos al montañismo que aumentaban día a día. Para el año 1930 ya había más de un centenar de montañeros que habían logrado alcanzar las cimas de los cien montes distintos. En este mismo año 1930 se distribuyen en Arrate (Eibar) los primeros diplomas confeccionados para premiar estos concursos. Hasta entonces, cada sociedad conmemoraba el acto de los montañeros centenarios con sendas medallas. Pasada la guerra civil, el año 1949, Anchón Bandrés, el hombre creador de los concursos, dispuesto ahora a abandonar la dirección del montañismo vasco por no estar de acuerdo con los nuevos dirigentes políticos, mantiene contactos con los montañeros de Álava, Gipuzkoa y Navarra, consiguiendo crear la llamada Hermandad de Centenarios poniendo al frente del mismo a Antonio Ferrer. Es en el pueblecito guipuzcoano de Elgueta, en el que justamente 25 años antes se había constituído la Federación Vasco-Navarra de Alpinismo (18 de mayo de 1924), donde se reúnen todos los finalistas centenarios para dar la bienvenida al nuevo Hermano Mayor de la Hermandad y despedir cariñosamente al hombre que tanto había hecho por el montañismo vasco. El año 1950, se publica un nuevo folleto con el reglamento y la relación de todos los montes puntuables: son 676 montañas y sólo se podrá puntuar una por día, no pudiendo realizar más de veinte cumbres por año. Es en el año 1956 cuando este reglamento con la relación de los cien montes puntuables obtiene el espaldarazo definitivo al publicarse en forma de libro-cartera, muy utilitario, junto con los mapas de las cuatro provincias vascas peninsulares, y cuyo autor es Seve Peña. Después de Antonio Ferrer, la secretaría de la Hermandad de Centenarios estuvo confiada a Alfonso Hervías y más tarde a Luis de Avendaño, pasando el año 1959 a Santiago Laespada. En 1962 se nombra secretario general de la Hermandad a José María Urquizu, después de haber ocupado ese cargo transitoriamente durante un año Angel Zala por dimisión del anterior. Diez años después, en 1972, después del paréntesis producido por la primera expedición vasca a los Andes peruanos ocurrida en 1967, se nombra delegado de la Hermandad al veterano montañero alavés Juan Salazar Velasco, cuyo cargo dejará en 1981 en favor del también alavés Alberto González. Una de las últimas relaciones de montañeros centenarios data del año 1977, pertenecientes a: Álava con 158; Gipuzkoa, 453; Bizkaia, 1.035, y Navarra, 40, haciendo un total de 1.686 centenarios.