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Argentina

La contribución vasca en el campo de la ciencia argentina merecería un gran espacio. Pero nos limitaremos a marcar dos hechos del siglo XIX y uno actual. El canónigo Saturnino Segurola que había estudiado medicina en Chile y pertenecía a esta familia heroica de las luchas contra los ingleses, fue el que introdujo la vacuna antivariólica en Buenos Aires (1809). Por su labor de vacunación, conservación y propagación de la vacuna, mereció el título de Comisionado General de la Vacuna. Su labor era totalmente gratuita. En la vieja quinta de los Segurola en Buenos Aires, debe conservarse aún el enorme pacará a cuya sombra sentábase a conversar el propietario de la casa con su hermano el canónigo Segurola, una vez que éste había vacunado a los vecinos. (Huellas vascas en la Argentina. Conferencia de Constantino del Esla en Laurak-Bat de Buenos Aires el 14 de febrero de 1942, incluida en su libro Estampas Vascas, Ekin, 1945).

El doctor Juan Etchepareborde, catedrático de odontología de la Facultad de Medicina (1852), nacido en la Baja Navarra, maravilló a Buenos Aires el año 1853, logrando la iluminación eléctrica. Después de varios experimentos privados que asombraron a los hombres de ciencia, iluminó, el día 10 de noviembre de 1853, el cuartel de granaderos a caballo. Y el día 25 de mayo de 1854 la actual plaza de Mayo, provocando el Entusiasmo de las multitudes que celebraban las fiestas patrias. Contemporáneamente, las primeras investigaciones existentes sobre la distribución del factor Rh (D-d), en los vascos, fueron presentadas por el doctor Miguel Angel Etcheverry en el Primer curso de Hemoplasmoterapia realizado en la Argentina, en la ciudad de Córdoba, durante el mes de agosto de 1945 y publicadas en la revista El día Médico de Buenos Aires en octubre del mismo año.