Lexikoa

HIERRO

La explotación de los yacimientos de Somorrostro. El rey Juan II, en cédula de 16 de febrero de 1439, permitía a Lope García de Salazar "que por sí o por otros pudiera sacar venas por la mar en cualquier navío a los puertos y entradas, abras y descargas de Capbretón, Bayona, San Juan de Luz y Fuenterrabía, para las ferrerías de Gascuña y Labort, cuantas venas las dichas ferrerías hubiese menester para su abastecimiento de cada año". En 12 de julio de 1475 Fernando el Católico confirmó el privilegio de extracción de vena a Pedro de Salazar, nieto del anterior. Posteriormente fue revocado el privilegio. Así, el 23 de marzo de 1487 se prohibió a los descendientes de Lope García Salazar poner impedimentos a la extracción de vena por parte de otras personas. Así pues, el aprovechamiento del mineral de Somorrostro fue realizado durante toda la edad moderna libremente por los naturales de Las Encartaciones. Se estableció un sistema anárquico de explotación, permitido por la riqueza de vena, tan abundante que sus explotadores creían que crecía incesantemente en sus yacimientos. Puede calcularse que, desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX, se extrajeron unas 40.000 toneladas anuales de mineral. En gran parte era aprovechado en Vizcaya, si bien el comercio con los puertos de Guipúzcoa y Laburdi fue intensísimo. El Fuero de Vizcaya (año 1526), en su título XVII, "Que no se saque vena para reinos extraños", prohibió la explotación de mineral fuera del Señorío: "Que ningún natural ni extraño, así del Señorío de Vizcaya como de todo el reino de España, ni de fuera de ellos, pueda sacar a fuera de este Señorío, para reinos extraños, vena, ni otro metal alguno para labrar hierro o acero, so pena que la persona que lo sacara, sea desterrada perpetuamente de estos Reinos, y pierda la mitad de sus bienes, y la nave en que sacase la mercadería, y la misma mercadería se pierda, y de todo ello -sea la nave, el mineral y la citada mitad de bienes- la tercera parte será para la reparación de carreteras de este Señorío, otra tercera parte para el acusador, y la otra tercera parte para la Justicia que lo ejecutare". Esta severa prohibición tuvo que ser abolida pocos años mas tarde, ya que el año 1544 la Junta General creó el cargo de "Alcalde de Billeteros", con residencia en Portugalete o lugar cercano a los puertos donde se embarcaba el mineral, dotado de la facultad de decomiso sobre lo que se exportaba fuera del Señorío antes del mes de agosto, época en que se consideraban ya surtidas las ferrerías de Vizcaya. De hecho, a lo largo de los siglos XVI y XVII las ferrerías guipuzcoanas, labortanas y navarras obtuvieron fácilmente mineral de Somorrostro pagando un pequeño canon. El mineral era transportado en embarcaciones venaqueras de poco calado (gabarras, pateches) que permitían su introducción en los cursos bajos de los ríos Deva, Urola, Oria, Urumea, Oyarzun, Bidasoa, Nive y Nivelle. A partir de los puntos en que los ríos dejaban de ser navegables, donde normalmente había una rentaría o casa-lonja (Endarlaza, Alzola, Hernani = "barrio del Puerto"-, la misma Rentería) se transportaba por tierra el mineral hacia las ferrerías del interior. Estas se situaban normalmente en las orillas de los ríos, y no lejos de algún pequeño yacimiento de mineral.Pronto fue costumbre mezclar al mineral local una buena porción de la purísima vena vizcaína, que compensaba por sus rendimientos los elevados costes de transporte. Incluso las ferrerías baztanesas llegaron a recibir vena de Somorrostro remolcada por el río de San Juan de Luz hasta St. Pée y traída por Maya a lomos de caballerías. Las luchas de la monarquía española con la francesa se reflejaron en la prohibición, en 1528 y 1545, de exportar mineral vizcaíno a Francia. Era frecuente, sin embargo, que los guipuzcoanos lo pasaran de contrabando. En 1572 solicitaron los bajeleros de San Julián de Múzquiz, Galindo y Portugalete exportar mineral a Francia y otros países, a lo que se opusieron rotundamente Vizcaya y Guipúzcoa, determinando que sólo se comerciase entre los naturales de ambas provincias. En 1612 solicitó el embajador francés la saca de vena vizcaína por valor de 10.000 ducados anuales, lo que le fue negado. A fines del siglo XVII las Juntas Generales de Vizcaya prohibieron la exportación de vena a Guipúzcoa, alegando el peligro -a todas luces inexistente- de agotamiento de los criaderos. Se trataba probablemente de una represalia económica por haberse Guipúzcoa opuesto a la construcción del Camino de Orduña. Guipúzcoa protestó, ante lo que los vizcaínos volvieron a negarse, alegando, además, que los guipuzcoanos hacían contrabando del mineral, reexportándolo a Laburdi. Ambas provincias, ante la tensión existente, llegaron a movilizar sus respectivas milicias. El peligro de ver perdida la manufactura de armas guipuzcoana llevó al rey a zanjar el pleito, señalando un cupo de mineral para Guipúzcoa y jueces para la represión del contrabando. Hemos visto cómo, a pesar de una ocasional apropiación por Lope García de Salazar en el siglo XV, los criaderos de Somorrostro no eran de propiedad particular. Antonio José de Mazarredo y Salazar, descendiente de Lope García de Salazar, se vio obligado en 1732 a reconocer en una escritura otorgada en Bilbao que los veneros y el monte de Triano eran propiedad del Señorío, sus poblaciones y vecinos, y no de Salazar su ascendiente; que no estaba en su ánimo adquirir derecho de propiedad en los veneros y que quería que así constase. En el "Estudio de las Minas de Somorrostro", presentado por Fausto de Elhuyar a la Junta General dela Real Sociedad Bascongada de Amigos del País celebrada en Vitoria en 1783, se vuelve a afirmar lo mismo: "... Esta masa enorme de mineral, como propiedad particular de las villas y lugares de La Encartación, sólo pueden disfrutarla sus naturales, sin que entre ellos haya distinción alguna, siendo libre a todos el arrancar minerales en donde quisieren, y como les pareciere (no perjudicándose uno a otro), sin que nadie pueda tomarles cuenta de sus operaciones. Por esta razón, son innumerables las excavaciones que en este monte se han hecho, al presente hay más de ciento y veinte en trabajo". Las excavaciones eran muy defectuosas, hechas en desorden y mal apuntaladas; aunque raras veces pasaban de cincuenta pasos de extensión se derrumbaban con frecuencia, sepultando a los obreros. En invierno se inundaban. El mineral se arrancaba con cuñas, picos o pólvora, y se extraía por medio de rastras tiradas por bueyes. Cada excavación estaba a cargo de tres a cinco hombres. Solían ser dos o tres propietarios y los demás jornaleros; otras eran arrendadas. El trabajo duraba tan sólo cuatro horas por día, lo suficiente para cargar dos viajes las caballerías que bajaban el mineral hasta el puerto. "Es muy poca o ninguna la distinción que hay entre los propietarios y los jornaleros en cuanto al beneficio que sacan de estos trabajos, y no hay ejemplar que haya hecho caudal alguno en estas empresas". El bajo precio de la vena no permitía apuntalamientos costosos; por lo que, en las excavaciones, de trecho en trecho se dejaban pilares del mismo mineral. En la Junta General del Señorío de julio de 1818 fue aprobado un nuevo reglamento de minas, que reorganizaba considerablemente la forma de extracción del mineral, siempre bajo los principios democráticos tradicionales. Es difícil conocer con detalle el modo en que se fueron privatizando, entrado el siglo, los yacimientos. El punto de partida debió ser el Decreto de 4 de julio de 1825, por el que se derogaba toda la legislación minera anterior. Declaraba el Decreto de Fernando VII que todas las minas pertenecían a la Corona, comprendiendo las de hierro, y establecía el sistema de denuncia de las propiedades mineras. Es dudoso que pudiera tal decreto tener fuerza legal en Vizcaya, pero de hecho se aplicó. Así, la familia Ibarra se convirtió en propietaria de dos grandes cotos mineros. Las sucesivas leyes de minas (1849, 1859) confirman el principio de reserva por parte del Estado, sin establecer excepción alguna. Por si fuera poco, el desmantelamiento del derecho público vizcaíno en 1841 y 1876 vino a despejar toda duda sobre la propiedad minera. Así nos encontramos con que los principales impulsores de la moderna siderurgia vizcaína -los Ibarra, Chávarri, Martínez de las Rivas, etc.- obraron sobre la base de un capital proporcionado por las explotaciones mineras.