Lexikoa

HIERRO

Somorrostro. Pero el área minera por excelencia es la que se extiende en el entorno de Bilbao, al oeste de la ría, en una longitud de 30 Km. y una anchura máxima de 8, por los términos municipales vizcaínos de Galdácano, Bilbao, San Salvador del Valle, Ortuella, Abanto y Ciérvana, San Julián de Musques, Galdames y Sopuerta, penetrando en el santanderino de Castro Urdiales. Los terrenos en que el yacimiento se encuentra corresponden al Cretáceo inferior, pisos Aptense y Albense. La roca de caja es una caliza coralígena característica que, por un proceso metapsomático, se transformó en carbonato de hierro, convertido a su vez en las capas superficiales, por meteorización, en óxido de hierro. Tradicionalmente, los óxidos de hierro han venido recibiendo los nombres de vena, campanil y rubio. Las dos primeras son hematites rojas compactas, más cristalino el campanil que la vena, y de color más vivo. El rubio es hematites parda. La vena, el mineral más rico en hierro, fue durante muchos siglos el único explotado, despreciándose los demás. Su ley era del 49 al 60 % en hierro metálico. En la actualidad está prácticamente agotada. El campanil, que le sigue en riqueza (48 a 58 % de hierro metálico) fue el primer mineral explotado intensivamente con técnicas modernas, ya avanzado el siglo XIX. Era particularmente abundante en el monte Triano. También está prácticamente agotado. La extracción masiva del rubio, que suele presentarse mezclado con arcilla y silicatos, no tuvo lugar hasta 1880- 85, en que flaqueaban ya las existencias de vena y campanil. También se halla en trance de agotamiento. Los carbonatos no se comenzaron a explotar hasta el siglo actual. A partir de 1950, la aplicación de nuevos procedimientos de calcinación ha aumentado el interés por este mineral. Es tópica ya la afirmación de Plinio el Viejo, en el Libro XXXIV, cap. XLIII de su Historia Natural: "En Cantabria, en la parte marítima que baña el océano, una montaña muy alta -cosa increíble- es toda ella de hierro". Se admite comúnmente que Plinio se refería al monte Triano, en Somorrostro. Aunque la exageración es evidente, refleja el impresionante aspecto que debían ofrecer las enormes masas de óxido de hierro aflorando a la superficie a lo largo de kilómetros de terreno.