Lexikoa

HIERRO

Las ferrerías en el Derecho y la Economía. Desde muy temprano aparecen en todo el País Vasco disposiciones referentes a minas y ferrerías, demostrando su importancia capital. Hay referencias a las ferrerías en casi todos los Fueros y en multitud de documentos. El Fuero de San Sebastián, del s. XII, ya regula la exportación de hierro. Documentos del s. XIII se refieren a las ferrerías de Legazpia, Segura y Mondragón. En 1338 Alfonso XI otorga en Burgos el "Fuero de las Ferrerías" a la villa de Oyarzun, confirmación de sus antiguos usos, derechos y costumbres. En él se regula el aprovechamiento de agua y la saca de mineral, se dan facilidades a los ferrones para construir nuevas ferrerías y para aprovisionarse de carbón vegetal, se les libra de todo tributo y se les somete a una jurisdicción especial, el "alcalde de las ferrerías". Estas disposiciones que tanto favorecían a los ferrones fueron confirmadas por Enrique II en 1371 y por otros monarcas después. El Fuero de Guipúzcoa del año 1397 reconoce la importancia de las ferrerías de la provincia y, entre otras disposiciones referentes a ellas, pena de muerte a los que las inutilicen intencionadamente. También el Fuero General de Navarra se ocupa repetidamente de los que llevan a cabo el aprovechamiento del hierro y decreta que todo infanzón puede beneficiar libremente el hierro de su heredad. El Fuero de las Ferrerías de Vizcaya (1440) instituye, como el de Oyarzun, alcaides de ferrerías. El año 1437 el rey Don Juan confirma en Medina las Ordenanzas de la Hermandad de Venaqueros de Mondragón. Las Ordenanzas de los Ferrones de Marquina datan de 1474. El Fuero Viejo de Vizcaya dedica gran parte de su texto a los ferrones. Ya en esta época la extracción y elaboración del hierro constituía la principal industria de Vizcaya y Guipúzcoa y su base fundamental de exportaciones. En Navarra también era importante esta industria: Carlos III poseía en 1388 hasta 28 ferrerías reales, que le rentaban 700 florines al año. En 1426 había en Navarra 36 ferrerías, que no sólo bastaban a las necesidades del Reino, sino que exportaban a Francia parte de su producción. La sequía del año 1443 mermó la producción de alimentos, que tuvieron que ser importados de Inglaterra a cambio de hierro. También el reino de Aragón era un fuerte consumidor de hierros navarros y guipuzcoanos. El siglo XVI es el de mayor esplendor de las ferrerías vascas. Según Martínez de Isasti trabajaban en Guipúzcoa 118 ferrerías y martinetes, que producían 120.000 quintales de hierro al año (unas 10.000 toneladas). Además había más de 3.500 pequeños talleres de forja distribuidos por toda la provincia. Se exportaba hierro al resto de la Península, a los Países Bajos, Inglaterra, Italia, Francia e incluso a las tierras recientemente colonizadas en América y Asia por castellanos y portugueses. También en Vizcaya, en la primera mitad del siglo, trabajaban 80 ferrerías, con una producción de 80.000 quintales de hierro y acero, de los que cerca de la mitad se exportaban a Castilla. Ya al final de siglo habían llegado las ferrerías, en ambas provincias, a un total de 300. La producción se destinaba, aproximadamente en partes iguales, a la exportación en bruto, a la construcción de navíos y a la producción de herramientas, armas blancas y de fuego. La industria transformadora tuvo un desarrollo paralelo a la ferrona: sólo en Durango había -se afirma- ochocientos fabricantes de armas, clavo y herraje, cada uno con su fragua y varios servidores. Shakespeare llama en Hamlet "bilboes" a los grilletes de hierro, y en The Merry Wives of Windsor "bilbos" a las espadas. La actividad ferrona sufre un fuerte retroceso a lo largo del siglo XVII; ya en 1620 un documento declara que el hierro venido de Lieja se vende a menos precio que el local, y se solicita protección. En 1675 se pide en Durango "asegurar la salida del hierro y desterrar el de Suecia". Los hierros vascos, que en el siglo anterior inundaban Europa, ya sólo se exportan precariamente a Francia y necesitan protección en su propio país de origen. En 1687, según el Corregidor de Vizcaya, 128 ferrerías del Señorío no trabajaban. Al parecer, la razón era que el convenio de arrendamiento entre los ferrones y los dueños de las ferrerías era abusivo; el dueño adelantaba dinero para los gastos de la ferrería y el arrendatario se obligaba a vender al dueño de 5 a 7 reales más barato el quintal de hierro. Esto resultaba ruinoso para el ferrón. Así, muchas ferrerías estaban abandonadas; algunas se habían transformado en molinos de tabaco, del que por aquellas fechas había gran comercio en Bilbao. A pesar de las razones dadas por el Corregidor es claro que la causa real del abandono de las ferrerías era la profunda crisis económica general del país.