Lurraldeak

Bizkaia. Antropología (1999ko bertsioa)

1/ Creencias y seres sobrenaturales.

Las creencias definen la perfección de la realidad y los modos de actuar para controlarla. Las relativas a temas y a entes mitológicos son tratadas específicamente en otros artículos de este diccionario enciclopédico y, por otra parte, el corpus de los relatos etnográficamente recopilados y ubicados en Bizkaia no difiere sustantivamente de los de otros territorios vascos. Si bien es cierto que al occidente del Cadagua, en Las Encartaciones, desaparecen las referencias a ciertos númenes mayores, otros simplemente cambian de denominación; brujas, moras y enemiguillos sustituyen a sorguiñak, lamiak y prakagorriak, compartiendo análogos atributos (Homobono, 1994 b: 143-148).

Númenes del bosque y de la noche. Desde un punto de vista antropológico cabe subrayar aquí la correspondencia entre la topología del imaginario popular y los ámbitos nucleares de la cultura vasca. El espacio no humanizado es el contrapunto ecológico de la casa y de la comunidad local, definiéndose como morada de potencias sobrenaturales diversas. El bosque -y por extensión el monte, las cuevas y las aguas-, espacio natural en el que el hombre no ha inscrito su orden, y la noche, que también escapa a su dominio, configuran un cronotopos habitado por toda una legión de seres numinosos: Mari -nuestra Anbotoko Señora-Basajaun, Lamiak, Jentillak, Gaueko, Torto, Ieltxu... y es también escenario del akelarre brujeril. Entes imaginarios y rituales maléficos se asocian a estas coordenadas espacio-temporales. En este teatro de apariciones, hasta lo cotidiano puede adquirir perfiles inquietantes, e incluso un animal doméstico, fuera de su topos habitual, puede transfigurarse ante los ojos atónitos de leñadores y carboneros. Algunos personajes míticos ejercen la función de garantes de la normativa consuetudinaria, mediante la aplicación de sanciones sobrenaturales a los transgresores. Gaueko, el genio nocturno por excelencia, castiga mediante rapto o muerte a quien efectúa trabajos durante la noche, profanando su dominio temporal. La mentira y la falsedad en las relaciones interhumanas son igualmente sancionadas, en este caso por Mari o por las Lamiak, que se nutren de eza, ya que lo reprobable en el espacio social se considera apropiado para este ámbito tenebroso (Barandiarán, 1972: I, 88, 94, 166). Apariciones. Una creencia preternatural ampliamente difundida es la de apariciones de difuntos, que generalmente se producen de noche y en las encrucijadas de caminos o en despoblado, entrañando peticiones de favores o augurios de muerte. Habitualmente se trata del cumplimiento de alguna promesa que el aparecido no pudo complir en vida, o de despojarle del hábito con el que fue amortajado. Ejemplos representativos son los asociados en Bermeo a San Juan de Gaztelugatxe, punto de destino del romeraje de ultratumba (Barandiarán, 1973: II, 53-55); o el baracaldés del Zuzidun Txakurra, recogido por Azkue (1966: II, 364-366). En Las Encartaciones se registran puntuales apariciones colectivas de ánimas, comitivas a modo de la Santa Compaña que recorre los caminos de Asturias y de Galicia (Homobono, 1994 b: 145).

Particularismo/universalismo. Pese a su indudable particularismo, el arcaico panteón mitológico vasco se inserta en un ámbito cultural mucho más extenso. Algunos de sus principales seres encuentran su réplica en el contexto de la mitología cantábrico-pirenaica (Marliave, 1987), e incluso en la griega o indoeuropea. Así, el cíclope Torto o Alarabi, evocado en Kortezubi y en Markina, no es otro que el conocido Polifemo de la Odisea homérica. Nuestra leyenda del cazador errante -Mallebi'ko Abadie- es una variante de un relato común en la lite-ratura oral de muchos pueblos de Europa. El matrimonio de Mari con el Señor de Vizcaya es un trasunto del habido entre el hada Melusina y el jefe del linaje Lusignan (Caro Baroja, 1974 a: 62-63, 73-92).

Creencias y ritos
a) Solsticiales. Algunas creencias y ritos lustrales de los solsticios constituían el contrapunto simbólico de los vínculos sociales intra y supradomésticos en la sociedad tradicional vasca. Como el fuego del hogar renovado por Gabon (Nochebuena), mediante un tronco -gabonsubil- encendido en el fogón. Fuego doméstico al que, junto con el pan de esta cena -gabonogi- se atribuía el poder de inmunizar la casa, sus moradores, animales y heredades domésticas contra todo tipo de desgracias y entes maléficos (Barandiarán, 1972: I, 92, 180). Las hogueras de San Juan desempeñaban análogas funciones de expulsión y destrucción de los peligros del contorno, pero en el exterior de la casa y vinculada a menudo con la comunidad local en su conjunto y con la ritualización festiva. Perdida ya la funcionalidad conjuradora de estos fuegos solsticiales, las hogueras se reducen a expresar las diversas segmentaciones de la estructura socioespacial -casa, barrio, pueblo- y a reavivar la sociabilidad de los grupos vinculados a estos ámbitos. La quema de brujas en efigie -Mundaka, Bermeo- es un constructo ritual de reciente formulación, que transmuta ancestrales temores en lúdica afirmación de identidad local.

b) Protección de la casa y de las personas. Aún subsisten en la Bizkaia rural, aunque en vías de extinción, ciertas prácticas protectoras de la casa contra la tormenta y el rayo. Como colocar eguzki lore o una enramada en el dintel de la puerta, cruces hechas con espino albar en puertas y ventanas, o quemar ramolorio (laurel) en el fuego doméstico. Las expresiones rituales de regulación del orden cósmico, como el tañido de campanas, las rogativas o letanías, pertenecen a un tiempo pretérito (Homobono, 1991: 111; 1994 b: 148). El begizko o "mal de ojo" se prevenía mediante amuletos, remediándose mediante la práctica curanderil del begizkune (Erkoreka, 1984).

c) Medicina popular. Diversas prácticas de medicina creencial se asocian a ermitas y santuarios vizcainos, de los que citaremos cuatro de los más significativos. Acudían a Santa Agueda, en Kastrexana-Barakaldo: embarazadas a pedir un buen parto, madres a ofrecer/presentar a sus hijos, mujeres para obtener la curación del "mal de pechos", lisiados y tullidos, presuntos endemoniados e incluso marineros. Se iba a San Pedro de Zarikete (Zalla), o a la iglesia de San Felicísimo (Deusto-Bilbao), para solicitar protección contra maleficios y aojamientos. Y recurrían a Santa Eufemia (Murelaga) los afectados por garrikomiñe (dolores de cintura). Una de las pocas prácticas de este tipo aún plenamente vigentes es la de frotarse las lesiones de la piel con el agua de Sarnapotzu, junto a la ermita de La Magdalena de Berriatua (Arregi, 1985: 611-620). Otras como el cordón de San Blas contra las afecciones de garganta perduran, en torno a la iglesia de San Nicolás (Bilbao), como mera y desacralizada costumbre local. La institución eclesial ha tolerado estas expresiones de religiosidad popular mediante contacto con lo sagrado, ajenas a su pastoral y liturgia. Pero la reforma de algunos de estos santuarios, como el citado de Santa Agueda en 1959, o el de San Antonio de Urkiola en 1973, ha proporcionado el pretexto a sus responsables para deshacerse de los numerosos exvotos visiblemente expuestos, imagen poco acorde con las nuevas orientaciones pastorales.