Lurraldeak

Bizkaia. Antropología (1999ko bertsioa)

5/ Bizkaia: un mosaico de subculturas.

En una sociedad compleja y heterogénea como Bizkaia no existen, en definitiva, ni una cultura ni una identidad colectiva unívocas. Encontramos, por el contrario, un repertorio de identidades articuladas sobre variables territoriales, culturales y sociales, con referencia y en contraposición a otras: vasco/inmigrante, euskaldun/erdeldun, católico/agnóstico, urbano/rural, democracia/populismo, nacionalismo/españolismo... Variables polimorfas que definen un mosaico de particularismo, subculturas e identidades colectivas. Subculturas también definidas por el género; en una sociedad en la que la participación de la mujer en todas las esferas de la vida pública es progresiva, su incorporación activa en manifestaciones y fiestas conlleva la de la producción de sentido de la realidad social. El 8 de marzo vehicula proyectos de género alternativos, la Aste Nagusia la identidad local, y Carnaval posibilita la inversión simbólica de la diferencia sexual (Andrieu/Vázquez, 1988). La identidad vecinal en sociedades locales como Bermeo se articula entorno al género, constituyendo las mujeres grupos para el ritual que organizan las fiestas de unas calles cuya apropiación cotidiana ejercen mediante sus corros de tertulia e intercambio comunicativo (Homobono, 1997: 74-82). Subculturas segmentadas por la edad, compartiendo el estrato juvenil una propia, caracterizada genéricamente por una sacralidad profana y lúdica en torno a fiestas y conciertos de rock; y con tribus urbanas diferenciadas por su atuendo, estilo musical y jerga: heavys, punkis, pijos y borrokas (VV. AA., 1995). Las de clase y en particular la obrera, manifiesta con mayor definición durante el ciclo activo de la siderurgia y la minería (Homobono, 1994 b: 152-159). Las subculturas de referente político, particularmente la nacionalista y la socialista por su larga ejecutoria histórica; impregnando aquélla, que nace históricamente como bizkaitarra buena parte del tejido social a través de su red asociativa. Y constituidas ambas en verdaderas religiones civiles, dotadas de su propio sistema de creencias, símbolos y actos litúrgico-rituales. E identidades, por fin, vinculadas con orientaciones sexuales, adhesiones sectarias o estilos de vida diferentes y minoritarios. En definitiva, la pertenencia territorial ha perdido su potencialidad globalizante, articulándose con otra multiplicidad de pertenencias sociales de carácter sectorial en un continuum que individuos y grupos combinan y jerarquizan de forma singular.