Lurraldeak

Bizkaia. Antropología (1999ko bertsioa)

2/ De lo urbano a lo rural: entre la presión uniformizadora y el "revival" local.

La influencia de Bilbao y de su hipertrófica área metropolitana, de enorme peso demográfico y socioeconómico, se deja sentir sobre la totalidad de Bizkaia, y aún más allá de los límites de este territorio histórico, urbanizando un ámbito rural que ya no se define exclusivamente como agrario. Incluso físicamente, urbanizaciones residenciales como Landatxueta (Loiu), Unbe-Mendi (Laukiz), La Bilbaina en Laukariz (Mungia), o El Abanico (Plentzia) y otras no son de hecho más que una proyección de Bilbao sobre el medio rural, desestructuradora del mismo, cuyos habitantes viven en contacto exclusivo con la urbe. Toda la costa, desde Sopelana hasta Lekeitio, se ha convertido en asentamiento de segundas residencias para fines de semana y veraneo de residentes urbanos. El poder de captación de la metrópoli es tan grande que atrae diariamente mano de obra y estudiantes de un amplio entorno, y sus servicios comerciales y de esparcimiento los fines de semana a los habitantes de los ámbitos rural y pesquero; cuyos desplazamientos pendulares no son únicamente espaciales, sino también entre dos tipos de formaciones sociales. En Bizkaia resulta casi justificable plantearse como hipótesis la liquidación de la sociedad rural, asimilada a la urbe del Nervión por la difusión de la cultura, estilo de vida y hábitos de consumo urbanos (Laborde, 1986). Sin que el declive de las estructuras de la comunidad local se vea compensado, como en otros territorios vascos, por esos urbanitas neorrurales que imprimen un nueva dinámica al ámbito rural. Pero prácticas de consumo similares no significan uniformidad de estilos de vida entre los dos ámbitos, ni la desterritorialización física y económica implica automáticamente otra en términos simbólicos y emocionales de pertenencia. Las comunidades locales vizcainas, rurales o no, reaccionan frente a la presión aculturadora metropolitana revalorizando su identidad colectiva específica, mediante estrategias articuladas en torno tanto a la sociabilidad cotidiana como de los rituales festivos, aunque readaptando ambos referentes a los imperativos del cambio. Lejos de cancelar el enraizamiento al territorio local el impacto de la urbanización ha contribuido a revalorizarlo en términos de patrimonio cultural, como ponen de manifiesto sendas iniciativas en Arratia y Carranza, aún sin concretarse como ecomuseos. Pero, en cualquier caso, la comunidad local ha perdido definitivamente aquel carácter totalizante, fuertemente integrado desde el punto de vista normativo, para adaptarse a una sociedad compleja y heterogénea.

Sociabilidad y asociacionismo. Iglesia e instituciones locales han perdido su condición de referentes estructuradores de la comunidad rural, donde el batzoki -aunque segmentario- sustituye en alguna medida a la taberna. Pero es una asociación gastronómica, el txoko, la que articula hoy las relaciones de sociabilidad en muchas entidades rurales. Aunque de afiliación voluntaria, agrupa a la casi totalidad de vecinos y familias incluidos los herrikosemeak no residentes, recuperando como sede edificios comunales ya sin otros usos, como la escuela. Incluso algunas cofradías rurales de referente religioso-vecinal, impelidas por el binomio secularización-modernización, han reconvertido la comida de hermandad de su festividad anual en práctica recurrente, adoptando una moderna definición como txoko. Este es el caso, por ejemplo, de la de Andra Mari de Gazeta (Elorrio), transformada en el txoko denominado Cofradía Lagun Arte desde 1968. Otras van permitiendo, desde mediados de los noventa y por primera vez en su historia, la participación de mujeres en la celebración comensalística, sin las traumáticas controversias de la vecina población de Laudio. En el ámbito arrantzale (pesquero), la modernización estructural del sector y de cada sociedad local se manifiesta, a nivel de sociabilidad cotidiana, en el tránsito de la tripulación a la cuadrilla como grupo primario preferente de los pescadores y, a partir de la década de los sesenta, en la promoción de asociaciones gastronómicas, con especial implantación en este ámbito. Los 36 txokos de Bermeo, que cuentan con 1.700 asociados -un 75 % de ellos pescadores- afilian al 37 % de los varones con edades comprendidas entre 25 y 65 años, vertebrando la sociabilidad local (Homobono, 1991: 101; 1997 64-69). En muchos vecindarios rurales de Bizkaia existieron hermandades tradicionales de seguros mutuos, contra riesgos del ganado vacuno y de las cosechas, así como contra incendios y siniestros domésticos. Estas últimas, denominadas etxe errea o suaro estaban integradas por los vecinos de cada municipio propietarios de caserío. En rápido declive a causa de la irrupción en la zona rural de las modernas entidades aseguradoras, resurgen a partir de 1991 bajo fórmulas asociativas. Sus diferentes entidades comarcales -Gernika, Lea-Artibai, Amorebieta, Txorierri-Uribe Kosta- están federadas en Bizkaiko Sutearo, con unos 1.600 asociados en 1997.

Rituales, fiestas e identidades locales. Las diferentes segmentaciones de las identidades colectivas locales se articulan en torno a símbolos emblemáticos, actualizados por el ritual festivo, así como mediante la oposición de cada intragrupo así definido a los otros, siempre de acuerdo con las peculiaridades propias de cada ámbito.

a) Rurales. El nivel más vinculante del ámbito rural, la familia, reafirma su específica identidad mediante el banquete celebrado por cada grupo doméstico con motivo de la fiesta local, al que se invita a los miembros de la familia extensa. Fiesta de la ermita de la auzoa o del titular de la parroquia, que expresan y reproducen sentimientos de pertenencia y adhesiones locales al barrio y al pueblo respectivamente (Homobono, 1991: 95, 106-107). Como también lo hacen otros rituales propios de la religiosidad popular. Así determinados ritos de protección sacral de las cosechas, como rogativas y letanías, han perdido la funcionalidad atribuida antaño; pero algunos pueblos de Arratia y Duranguesado que peregrinan colectivamente a las rogativas de Urkiola, reactivan la identidad local mediante este recurso a su memoria colectiva (Arregi, 1987: 235-239). Y es que en definitiva, las estructuras simbólico-rituales del mundo rural se revelan más perdurables que las materiales. Las hogueras de San Juan, encendidas aún al atardecer del 23 de junio ante cada caserío de Txorierri, circundan populosos núcleos como El Desierto y Astrabudua (Erandio), equipamientos como el campus universitario de Leioa y grandes superficies comerciales. En las romerías de esta subcomarca son inexcusables las pruebas de bueyes, a escasos metros de polígonos industriales -Sandoni (Zamudio)-, en las inmediaciones de equipamientos asistenciales y comerciales -Santimami (Erandio/Leioa), e incluso por San Roke en un barrio tan terciarizado y periurbano como el de Artxanda (Bilbao/Sondika). Además de los residentes son muchos los oriundos de poblaciones rurales que, residentes en el Bilbao Metropolitano o fuera de Bizkaia, participan en las fiestas de su pueblo natal, e incluso contribuyen a organizarlas. Preservan así como Anteo al contacto con la tierra, su identidad local frente a ese hercúleo factor alienante que es la aculturación urbana. Y, al propio tiempo, actualizan la condición de miembros de sus grupos de pertenencia originarios -familia, cuadrilla, pueblo-, renovando mediante su participación en los momentos de exaltación comunitaria su vinculación con esa red de identidades locales.

b) Pesqueros. Aunque en este ámbito las fiestas populares estivales desempeñan análogas funciones para los nativos, también escenifican la intrusión desarticuladora de lo urbano. La presencia masiva de jóvenes veraneantes, e incluso de otros muchos residentes en la metrópoli, distorsionan rituales de honda raigambre marinera. Convirtiendo en efervescente bacanal la gira marítima de Bermeo por Madalena a Izaro, durante su prolongada estancia en Elantxobe; o en masivos picnics las otrora tradicionales fiestas de Eneperi (Bakio), o de Andra Mari de Agirre (Gorliz). Ya en ausencia de forasteros la comensalidad festiva invernal, que ritualiza el comienzo de la costera, se ha extendido al conjunto de la población de localidades como Bermeo (San Martín) y Mundaka (Santa Catalina), a partir del referente grupal arrantzale originario. Precisamente cuando las actividades vinculadas a la mar van perdiendo su carácter de exclusividad, y cuando las capturas de besugo se han convertido en anecdóticas, el ritual comensalístico en torno a viandas propias de pescadores constituye un ejercicio de memoria colectiva, de reproducción de identidades grupales y locales propias del ámbito, entorno a símbolos emblemáticos del mismo (Homobono, 1997: 59-74).

c) Urbanos. También en el ámbito urbano la calle, el barrio, el pueblo e incluso la ciudad donde se vive son referentes de identidad individual y colectiva. Pero si las identidades de auzoak y pueblos rurales se definen en base a la memoria y a la vecindad, estos referentes son secundarios aquí. Sin embargo, rituales articulados en torno a los mismos también coadyuvan a este "revival" de las identidades locales urbanas. Como las reuniones de grupos amicales extensos en torno a una anual comida de hermandad, generalmente celebrada en invierno. A las ya habituales de compañeros de quinta o de colegio, se suman ahora las de antiguos convecinos dispersados social y territorialmente, que actualizan mediante la comensalidad los vínculos entretejidos por su socialización primaria. En Barakaldo se reunen grupos, de 65 a 80 personas cada uno, de las calles más castizas de su casco histórico: Arrandi, Carretera Nueva-Lurkizaga y Landaburu, así como el femenino de la popular calle Arana. Pero los vecindarios del área metropolitana de Bilbao son, sobre todo, el resultado de un permanente proceso de construcción y deconstrucción social y cultural, donde la sociabilidad espontánea, el asociacionismo ciudadano y las fiestas populares confieren significado al vecindario compartido; y también luchas contra la contaminación y el déficit de equipamientos. Ejemplos modélicos de esta construcción identitaria son los barrios de: Lutxana (Barakaldo), en torno al asociacionismo cultural; Rekaldeberri (Bilbao), vanguardia del movimiento ciudadano, que llegó a contar incluso con Universidad Popular; y Lamiako (Leioa), con su Maskarada que, a partir de una leyenda local, utiliza elementos de la tradición cultural para dotar de significado al espacio local. En cualquier caso, en el contexto urbano, se percibe al territorio local y al propio vecindario como provisional. Además del pasado y del presente vividos en común, existen otros marcos locales en los proyectos de vida de sus integrantes. Como los vecinos de la Margen Izquierda, que tienden a desplazarse hacia Getxo y la Margen Derecha en general, en cuanto zona residencial de mayor calidad. A nivel de la ciudad en su conjunto, la transición política posibilitó la reconstrucción de la sociedad civil en Bilbao, y una de sus primeras manifestaciones fue la eclosión festiva de la Aste Nagusia que se produce a partir de 1978. La participación conjunta de comparsas de barrios más colectivos sociales y políticos, en cuanto grupos para el ritual festivo, sobre un espacio como El Arenal asociado a la memoria cívica, contribuyó a restituir un principio de integración e identificación en una sociedad local heterogénea y desvinculada hasta entonces. La figura de Mari Jaia, metáfora festiva inventada al efecto, se constituyó en símbolo de los nuevos vínculos de pertenencia. La concrección de otros nuevos símbolos, aunque no tan unívocamente legitimados como el museo Guggenheim, resulta expresiva de las transformaciones que experimenta la ciudad, como resultado de un proyecto que rompe deliberadamente con su memoria histórica, condensada emblemáticamente en los clausurados altos hornos.

Antagonismos. Todas estas autoidentidades locales son potenciadas, en determinados casos, por referencia y en contraposición a otras poblaciones colindantes o próximas. En algunos casos, el propio ritual festivo resulta indéxico de este síndrome delimitador: como las Madalenak (Bermeo/Mundaka; La Arboleda/Galdames), San Antolín (Plentzia/Gorliz) o la Basabisita (Otxandio/Aramaio); síndrome latente pero no por ello menos eficaz en otros casos: Balmaseda/Zalla o Bermeo/Gernika. En tiempos pasados estas rivalidades interlocales estuvieron más generalizadas en Bizkaia. Azkue (1954: III, 139-149) recogió un buen número de refranes, verdaderos textos sociocéntricos, que servían para ensalzar la propia comunidad local, zahiriendo a otras.

Medios de comunicación. Prensa y publicaciones locales constituyen otro indicador de identidad local, ostentando la primacía Bermeo con una amplia producción en torno a la historia y cultura de la villa arrantzale, promovida en este caso por su ayuntamiento.