Lurraldeak

Bizkaia. Antropología (1999ko bertsioa)

2/ Cambio social y religiosidad popular.

El impacto de la primera industrialización y su correlato urbano implicaron profundos cambios en el ámbito de valores y creencias. Aún incipientes, al término de la segunda guerra carlista se producen ciertas expresiones de profetismo en el ámbito rural vizcaino -Mendata y Durango- (VV. AA., 1924: 178-183), que resulta indéxico del rechazo de la modernidad. Este curioso sincretismo adopta, por ejemplo, aquella vieja creencia de que el fin del mundo sobrevendrá cuando se abra una taberna en cada casa y exista profusión de caminos y encrucijadas. Ambos referentes, que implican extroversión e intrusión del mercado, constituyen la antítesis del microuniverso domocéntrico del baserria, instaurando una anomía que el imaginario popular percibe como fin de la sociedad tradicional (Azurmendi, 1988: 102). Pero el fin del mundo profetizado entrevera estas creencias populares con el auge del liberalismo, la secularización y una nueva guerra civil que culminaría con el apocalíptico fin de Bilbao. Profecía que, si resulta falible por lo que se refiere a la ciudad, se autocumple en cambio cuando pronostica la quiebra de la sociedad rural, sometida a una intensa aculturación urbana, y a la pluralidad valorativa propia de una sociedad compleja y heterogénea. Cincuenta años después, la difusión de estos cambios alcanza al mundo rural a partir de Bilbao, su zona metropolitana o Errekartia, y villas como Gernika o Durango, según constatan Barandiarán y colaboradores (VV. AA., 1924: 117, 170-171). En forma de incipiente anticlericalismo, lenguaje blasfemo y bailes deshonestos por lo que toca a la religiosidad eclesial y sus prescripciones morales. Como pérdida de plausibilidad de sus creencias a la religiosidad popular, particularmente las relativas a mitos y númenes, a punto de extinguirse según el equipo etnográfico. Diagnóstico certero aunque prematuro, si tenemos en cuenta que en la propia Zona Minera de Bizkaia coexisten, cuando menos hasta mediados de siglo y en controvertida dialéctica, valores y creencias religiosas con las emergentes de la clase obrera. Pero el anticlericalismo, el antirritualismo o la iconoclastia que erosionan la religiosidad institucional, tan solo colisionan tangencialmente con el imaginario de la religiosidad popular. Esta acabará sucumbiendo, en cambio, ante el gradual proceso de modernización y desencantamiento del mundo (Homobono, 1994 b: 143-152); aunque para dejar paso a nuevas expresiones.