Monarkia eta noblezia

Antso IV.a Gartzes Peñalengoa (1996ko bertsioa)

El fratricidio de Peñalén (1076). Dejemos que Moret, con su habitual maestría, reconstruya el suceso: «Era el rey don Sancho nobilísimo de natural, como descubren los hechos de su vida y el renombre que le quedó de Noble, como de Peñalén, por el lugar de la desgracia. Con que fue más fácil oprimirle, siendo propio de los ánimos generosos y nobles estar tan lejos de recelar maldades ajenas, cuanto lo están de cometerlas. Era muy aficionado a la caza, y en el cebo de la afición se le disimuló el anzuelo. Armaron la traición los alevosos infantes don Ramón y doña Ermesinda en la diversión de una caza, con que fingieron querían festejar al rey su hermano, que la admitió como tal, y de hermanos tan favorecidos y privados suyos. Entre la villa de Funes, que da nombre al valle, y la de Villafranca, se dilataba un bosque muy ameno y muy poblado de venados y jabalíes: y aún hoy, en mucha parte desmontado y descubierto, los cría a la orilla meridional de los ríos Arga y Aragón, que allí mezclan sus aguas para buscar juntos al Ebro. En la orilla septentrional, que pertenece a Funes, se levanta una peña que va siguiendo el curso de los ríos ya mezclados hasta Milagro, y el encuentro del Ebro por espacio como de seis millas. Llaman un trozo de ella Peñalén, desde cuya cumbre se señorea como desde balcón, con muy agradable y despejada vista, el río al pie, y a su orilla el bosque y grandes llanuras que se continúan. Este lugar se eligió para el mentido festejo, y como eran los dueños y autores de él los infantes, y con la sobrada mano que tenían en Palacio, les fue fácil componer el acompañamiento de los que quisieron, metiendo en él a los conjurados y excluyendo a los que no estaban tocados de la conjuración. A este paraje llegó, acompañado de los infantes, a primeros de junio, el rey, bien ajeno de la execrable traición que se le armaba. Y repartidos los monteros por el bosque, y desviados del lado y cercanía del rey con diferentes órdenes los que podían embarazar el malvado designio, comenzó a moverse el bosque y levantarse la caza. Con la grita de haberse descubierto y seguirse, se arrimó el rey para ver mejor el canto de la peña, por allí muy tajada. Y los ejecutores destinados para la maldad, arrimándose por detrás con la seña del malvado infante, dada entre horrores de la naturaleza e instigaciones de furia infernal, de ambición de reinar, impelieron fuertemente por las espaldas al rey, que rodando por el despeño de más de trescientas brazas de profundidad, llegó abajo despedazado. »