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Hondarribia

Como se hace referencia al hablar de sus puertos y como puede el lector comprobar en el apartado histórico de este artículo, Hondarribia se construye económicamente como un puerto situado en un punto estratégico entre tres comunidades económicas diferentes: Aquitania, Gipuzkoa y Navarra. Amén de su actividad comercial también en la pesquera fue importante Hondarribia, en especial en la pesca de la ballena. En el siglo XVIII una Memoria editada en Bretaña dice, aludiendo al auge de la pesca de la sardina, que "un pescador de Fuenterrabia inventó a principios del siglo XVIII una especie de red y un estilo de maniobras que permitían una pesca abundante".

Nadie mejor que Ciriquiain-Gaiztarro ha sabido historiar la sucesión de proyectos portuarios hondarribitarras. Extractamos aquí las líneas que dedica al tema en su Los Puertos Marítimos Vascongados.

  • El puerto exterior

"En el puerto de Asturiaga no debió haber hasta el siglo XVIII obra alguna de cantería, ni para defensa de olas y corrientes, ni en función de embarcadero, de forma que fue un surgidero total y plenamente natural. Trascribe D. Serapio Múgica el Acta del Concejo, correspondiente a la sesión del día 25 de enero de 1609, y, en ella, se lamentan los regidores porque antiguamente solía estar capaz el puerto de Asturiaga con planchada de madera y cabrestantes y agora estaba todo deshecho".

Y, en consecuencia, convienen en que "se debía hacer una planchada de madera cruzada y enclavada con cabillas de madera y en los cuadros echar sus losas de piedra para que la mar no la moviese y pudiese estar estante, y que la dicha planchada estuviese como en bajamar y pleamar pudiese encallar cualquier chalupa y que arriba de la planchada, en lugar conveniente, se pusiesen los cabrestantes necesarios para poder encallar las chalupas". Con anterioridad, había una planchada de madera y unos cabrestantes, pero a la sazón, ni aún eso. Podemos deducir lo que fue la planchada por lo que querían que fuese en adelante, una lengüeta de madera a la que pudieran atracar las chalupas incluso en la bajamar, y, sobre ella, unos cabrestantes para izar las mercaderías o las artes. El concepto que de la planchada de madera tenían los regidores de Fuenterrabía no ha debido de cambiar desde entonces y, como ahora, debía apoyarse aquélla sobre unos troncos verticales, reforzados en el fondo, con árboles entrecruzados, es decir, formando trabazón, y, para que ésta no se moviese, unas losas de piedra, en las basas; ya se comprende que por socairada que fuera la cala, se hubiera "deshecho" la anterior planchada. Pero no acaba aqui la descripción, pues el acuerdo que comentamos prosigue, recogiendo el proyecto de los regidores: "y que desde la isla que estaba en la dicha Astubiaga, hasta el certan a la parte hacia el castillo, se procurase cerrar de piedra para que no entrase la tiraña, y que en el certan o, la dicha isla, se hiciese una casa baja con un tejado muy capaz, donde se pudiesen poner y asistir y vivir y recoger los argadizos de red y aparejos de pescar y navegar y ellos recoger y guarecer las noches con comodidad".

Esta segunda parte del proyecto constituía lo que podíamos llamar aspiración, una comodidad deseada por los pescadores, de la que no habían disfrutado hasta entonces: socairar más la cala, cerrando de piedras el hueco comprendido entre la islita, ya desaparecida, y el "certan", o sea la tierra firme, hacia el castillo, para que no entrase la "tiraña", es decir las "traidas" que inquietaban el merecido descanso de las lanchas fondeadas en el surgidero. Claro que esta obra proyectada por los regidores no debió considerarse muy fácil, pues no dijeron que se hiciese, sino que se "procurase"; sin duda no se les oculta ron las dificultades que encerraba. Sin embargo no se conformaban con esto los celosos municipes, pues proyectaron, también, que se construyera en tierra arme una tejavana amplia donde los pescadores pudieran pasar las noches, cuando no pudieran entrar en Fuenterrabía, con sus aparejos y sus redes. No sabemos si se llevó a cabo el proyecto, pero cuenta D. Serapio Múgica que, medio siglo después, en el 1659, los ondarribitarras hicieron venir de Francia dos maestros canteros que habían hecho el muelle de Socoa y, después de oír su consejo, mandaron deshacer las peñas grandes que, por lo visto, constituían un verdadero peligro en el interior de la cala. Pero tampoco entonces debieron de hacer muelle alguno de fábrica, pues en el año 1730 aprovechando que la Junta General de la provincia estaba reunida en Fuenterrabía presentaron a la misma un memorial, manifestando "que pudiendo disponer algún corto abrigo donde recogerse en el interín que acabada la borrasca, pudiesen con la serenidad recogerse a sus casas, haciendo un pequeño muelle en el sitio llamado Asturiaga, se hallan sin disposición para ello por su suma falta de medios...".

La Junta estimó justa la petición y concedió a Fuenterrabía el importe de su reparto fogueral, durante cuatro años para que atendieran con él a la ejecución de las pretendidas obras. El cronista de la provincia sostiene, no sé en qué razones se fundaría, que los de Fuenterrabia no dieron al subsidio el destino para que les fue concedido; sin embargo, en un nuevo Memorial que presentaron a la Junta de 1748, después de lamentarse del estado de la cala y los peligros de la barra, declaran no haber podido conseguir el propósito a pesar "de la asistencia que les dio la Junta General del año 1730, destinando a este fin el importe de los 57 fuegos de la ciudad por el tiempo de cuatro años" por lo que pedían a la Junta "que para perfeccionar dicha obra" se sirviera concederles algún nuevo subsidio, petición que aquélla pasó a la Diputación que concedió 300 pesos de 15 reales. No hemos podido encontrar nuevos antecedentes de este puerto e ignoramos, por tanto, lo que se hiciera en él durante el siglo XVIII e incluso en el XIX, pero no debió hacerse mucho. Acaso se debiera que al aumentar el tonelaje de las embarcaciones disminuyó casi totalmente el tráfico en Fuenterrabía y perdió el puerto su razón de ser. Ya no venían los pataches gallegos a cargar madera para la construcción de barcos para las Armadas del Rey, en el Ferrol, ni chanuqueras, con vena, para las ferrerías del valle. El transporte y el comercio se hacían ahora a otro ritmo, tenía un volumen mucho mayor, y el estuario de Fuenterrabía tan bello y evocador, no tenía ya más que el sabor de una estampa antigua, el encanto de una playa para baños, y un canal para pequeños vaporcitos pesqueros. Pero los pescadores también necesitaban su puerto aunque fuera un puerto refugio nada más.

La Ley de 30 de diciembre de 1912 le concedió a Fuenterrabía este carácter y, poco después, se ordenó la redacción del oportuno proyecto. Dos soluciones se barajaron entonces, la de emplazar el puerto proyectado en la vieja cala de Asturiaga y la de llevarlo a la ensenada de Gurutz-Aundi sita aguas arriba de aquél. Previos los informes del caso se optó por esta última, y el ministró de Fomento D. Javier de Ugarte, hijo adoptivo de la Ciudad fronteriza, se presentó en Fuenterrabía el 22 de febrero de 1914, acompañado del personal técnico, para visitar el lugar y disponer el comienzo de las obras que se quería empezaran enseguida. Y, en efecto, todo se hizo según se pensó. Como correspondía a la función que estaba llamado a cumplir, abrigar unas docenas de vaporcitos y lanchas pesqueras, el puerto proyectado era sencillo y simple, un dique y su contradique con sus muelles interiores provistos de rampas, escolleras y puntos de amarre. Pero tenía la ventaja de estar fuera de la barra que, en lo sucesivo, las embarcaciones de Fuenterrabía no se verían obligadas a cruzar. Pero duró muy poco; acaso fuera por su construcción deficiente, porque estaba asentado sobre arena fina, porque la escollera que defendía el dique Norte no tenía alzado bastante o por las tres razones a la vez, el hecho fue que unos temporales del año 1919 lo deshicieron, dejándolo inservible y obligando a las embarcaciones de Fuenterrabía a tener que cruzar de nuevo la barra, para fondear frente a la Marina. Volvió a discutirse si el puerto habría que hacerse en Asturiaga o bien reconstruirlo en Gurutz-Aundi y, al fin, se optó por esta última solución. Después de varios toques y retoques formuló el proyecto definitivo D. Pedro Gaytán de Ayala, en el mes de febrero de 1933, ajustándose en sus líneas fundamentales al puerto derruído. Sin embargo, como se tenía la experiencia del anterior, se proyectó mucho más sólido, debiendo construirse la infraestructura con sacos de cemento hasta la cota 1,50 m. sobre la bajamar viva equinocial, y sobre ellos, una placa de hormigón de cincuenta centímetros de espesor y, encima, la superestructura del cuerpo del dique. Para la defensa del dique Norte se dispuso una escollera de bloques artificiales de 30 toneladas, hasta la cota 2,50 m. sobre la de la bajamar equinoccial, con talud de dos de base por uno de altura enrasada en la cabecera; y, ante ella, una defensa de bloques artificiales de 100 toneladas. El presupuesto de contrata ascendía a 1.501.591,33 ptas. La contrata no se adjudicó hasta el año 1933, y sin demasiada fortuna, pues el rematante D. Ecequiel Lorca Aquerreta fue asesinado al año siguiente, y aunque se transfirió a su viuda, en 10 de enero de 1936, la guerra civil y el aumento de los precios de obra vinieron a complicar su ejecución al punto que hubo que rescindirla. El ingeniero director del Grupo de Puertos de Guipúzcoa, D. Ramón Iribarren, tuvo que volver a estudiar los precios unitarios antes de causar nueva adjudicación y, una vez sobre el proyecto, aprovechó la coyuntura para hacer algunas variantes en él, tales como la elevación de la cota del parapeto, para evitar que las olas lo rebasarán vertiéndose en masa en el interior del puerto con evidente peligro para la obra y los barcos fondeados; desechó la solución del dique vertical, y dispuso la construcción de una rampa escollera en uno de los ángulos interiores de la dársena para evitar la reflexión de la onda que pudiera producirse; ascendía el presupuesto de contrata a 3.679.839,27 ptas.

  • La Marina

Antes de llegar, subiendo las aguas, al Puerto del Puntal, donde estaba la Casa-Lonja, y con ella el puerto comercial, había un pequeño embarcadero para lanchas pescadoras en el barrio de la Marina. En una información del año 1759 se habla de unas lanchas "que están delante de la ermita de la Magdalena, surtas". Más tarde, en la sesión del Concejo de 26 de setiembre de 1590, el vecino Domingo Igola pidió licencia para construir una casa en la Ribera, junto al Hospital, para recoger sus redes y aparejos de pescar; y en un expediente del año 1599 se alude a "el puesto donde de ordinario tienen los pescadores de la dicha villa de Fuenterrabía su embarcadero y desembarcadero de chalupas en el dicho puerto, delante de la ermita de la Magdalena". Sin embargo, no podríamos pensar que el barrio de la Marina fuera entonces lo que ahora, pues las aguas invadían la casi totalidad de su actual superficie, sobre todo en pleamar. Estaba fuera de las murallas, casi a tiro de mosquete de tierra no siempre amiga y, como es natural, el Concejo daba muy pocas facilidades para la construcción en este paraje extramural. Por lo pronto no aceptaba construcciones de cal y canto sino sólo de tabique que es material más liviano. En el año 1598 no había en él más que 26 casas y todavía en el 1764 el rey confirma una Ordenanza de la villa que prohibe la construcción de casas en la Marina y huertas extramurales, si no reúnen determinadas condiciones. Pero a pesar de estas limitaciones el barrio de la Marina se había poblado bastante hacia la segunda mitad del siglo XVIII.

Unos fuertes temporales del año 1767 pusieron en serio peligro las casitas de los pescadores que lo formaban por lo que. la Cofradía de pescadores tuvo que levantar, delante de ellas, aprisa y corriendo, una estacada entretejida que las defendiera. Como esta defensa, hecha para salir del apuro, no podía durar, la misma Cofradía encargó al Coronel de Ingenieros D. Pedro Olano la construcción de una muralla, muro de costa, que se ejecutó sobre la marcha, y otra, a modo de muelle, que saliendo de ella iba hacia el canal. Ejecutaron las obras los maestros canteros Juan Bautista Izaguirre, José Antonio de Imaz y Dionisio de Arriola, y, por la escritura de contrata existente en el Archivo de Protocolos Seculares de Guipúzcoa, Legajo 733, folios 539 y s., sabemos que había de hacerse con "las mejores y grandes piezas que se puedan, para la subsistencia, permanencia y firmeza de la obra y toda ella según la referida traza excepto dicho muelle que se debiera tirar conforme mejor les pareciese a dichos comisionados". El muro de contención y muelle tendrían un desarrollo de setecientos ocho estados; habría una "rampla" capaz para caballerías y carros y, en tres parajes se harían escaleras de piedra "para subir, bajar y embarcar la gente en dicho muelle". Ya tenemos pues, un muro de costa, con su muelle, una "rampla" y tres escaleras. La obra la ejecutó la Cofradía que invirtió 40.000 reales. La Provincia la subvencionó por acuerdo de las Juntas de Vergara de 1767.

Más adelante, en el año 1769, los representantes de la ciudad y de la Cofradía escrituraron con los maestros canteros Juan de Legarra, Martín José de Uriarte y el maestro carpintero Antonio de Berrotarán, la continuación de esta muralla seca, desde donde terminaba la anterior hasta la casa de Thomas de Echeberría; había de tener la misma anchura y elevación, "comenzando en siete pies de grosor y rematando en su cima, en cinco, con altura de diez pies, con la misma calidad de piedra que la otra y dcha cubierta, de losas grandes unidas con cal para maior susistencia; la cara interior de la muralla había de ir terraplenada de piedras, tierra y arena". La obra, ejecutada a satisfacción, fue recibida por escritura otorgada el 2 de enero de 1772, y de ella resulta que con los "dos estribos o ramplas", media trescientos veinticinco estados de a noventa y ocho pies cúbicos cada uno que, al precio de diez y nueve reales y medio de plata corriente por cada estado, según el remate, importaba 6.337,50 de dicha moneda. Las Juntas de Deva de 1774 acordaron contribuir a su importe. Esta muralla iba por el centro de la actual calle de San Pedro, según unas notas inéditas de D. Serapio Múgica que he tenido a la vista. La obra debió quedar bien y a satisfacción de todos. Sin embargo, pasado el tiempo, y a pesar de las pequeñas reparaciones hechas en la misma durante el transcurso de aquél, se imponía una reforma a fondo; protesta la Cofradía, protesta el Ayuntamiento, protesta la Comandancia de Marina y nadie atiende a las llamadas porque las Corporaciones carecen de aquellas facultades impositivas que antes tenían. Es que hemos doblado ya la segunda mitad del siglo XIX.

Pero el turismo empieza, y como Fuenterrabía no puede quedarse atrás hace un esfuerzo. Y, en efecto, en una comunicación del diputado general, que dirige en 21 de julio de 1859 al director de Caminos de la provincia, le dice entre otras cosas que teniendo en cuenta la "grande afluencia de personas notables, a las costas de la provincia durante la estación del veraneo, ya sea con objeto de bañarse, ya también con el de tomar parte en expediciones marítimas y con el fin de facilitar más y más el concurso de forasteros y de ofrecer un abrigo seguro a los navegantes en los casos de tempestad, así como también con el de recibir de una manera digna a los emperadores franceses que habían prometido visitar aquel puerto, durante su permanencia en Biarritz" procediera a la formación del oportuno proyecto para la construcción de un muelle en Fuenterrabía pues, por lo visto, el proyectado por el coronel D. Pedro Olano, en 1767, había quedado inservible. Seguramente que estas razones del diputado general eran copia de las alegaciones hechas por Fuenterrabía, pero el caso es que el ingeniero de la provincia, D. Mariano José de Lascurain, formuló su proyecto en 15 de octubre de 1859. Las obras debieron ejecutarse con presteza, pues el mismo ingeniero firma la liquidación de que ascendió a 104.976,50 reales de vellón sin contar la cal hidráulica, que se subastó aparte, en 23 de setiembre de 1861. En el Archivo del Ayuntamiento se conserva el plano, y por él puede verse que el proyecto se hizo pensando no ya en "personas notables" sino en los propios emperadores franceses; el espigón del muelle, que avanzaba más allá de la línea húmeda en bajamar equinocial, se remataba por una amplia plataforma exagonal, de buenos sillares, con cuatro escalas para embarque y desembarque. Pero la Marina necesitaba ensancharse para dar plaza a su experiencia urbana; y los proyectos de relleno, desecación y aprovechamiento de marismas aprobados en 1898, el del primer Ensanche, y por R. O. de 21 de junio de 1907, el segundo, alteran la estampa de la vieja Marina de Fuenterrabía aunque logró salvar su carácter gracias al buen espíritu de sus Ayuntamientos en el que tanto ha influido Francisco Sagarzazu.

  • El Puntal

Por obra del segundo ensanche, el antiguo puerto del Puntal se ha alterado con el relleno, al menos en su primitivo estado, por lo que no deja de ofrecer dificultades su reconstrucción mental. Para recomponerlo hemos de acudir a las viejas estampas, y éstas, lejos de ayudarnos, enredan el propósito, pues inspiradas casi todas en el "Plan de l'isle de Conference ", hecho por Beaulieu, en el 1659, para dejar una impresión gráfica de la boda de la infanta española María Teresa, con Luis XIV de Francia, en la Isla de los Faisanes, dan una imagen falsa del mismo. Se comprende perfectamente el error; al autor de la estampa, en el mejor de los casos, le interesaría la fidelidad en la representación del cortejo real que tuvo plaza en la isla y de las fuerzas que acamparon a una y otra orilla del río, pero ya no pondría el mismo cuidado en los alrededores; y, en efecto, el Puntal de Fuenterrabía lo representa por una lengüeta que va hasta la mitad del río, como si fuera un muelle de fábrica, que no puede menos de sorprender, dada la época y lugar de su emplazamiento. Después, los planos militares franceses, de 1719, interpretan la lengüeta natural del Puntal a través del criterio del plano de 1659 y vienen a confirmar una inexistente obra de fábrica. Menos mal que las estampas y grabados del siglo XIX dejan las cosas en su verdadero lugar haciendo del Puntal una restinga que saliendo debajo del baluarte de San Felipe avanzaba hacia el canal. Ese era el Puntal auténtico; y, al comienzo del mismo, por el lado de tierra, era donde se alzaba la Casa-Lonja que, aún modernizada sin duda, reproducen algunas estampas. Delante de la restinga, aguas arriba, es decir a su socaire, era donde fondeaban las embarcaciones; ahí estaba pues, el viejo puerto interior, que unas veces aparece denominado en los documentos con el nombre del Puntal y, otras, por el de San Felipe, en razón, como hemos indicado, a estar próximo el cubo de la muralla de este nombre. La referencia más antigua la encontramos, sirviéndonos de los papeles inéditos de D. Serapio, en el acta del Concejo correspondiente a la sesión del 2 de octubre de 1532, en la que se habla del proyecto de un muelle o cay, y de que se pida a la Corte licencia para el establecimiento de una sisa a las mercaderías para su construcción. Desde esta fecha, los libros de actas de varios años se refieren con alguna frecuencia al "muelle o cay sin cal" aún sin precisar donde fuera, y, por fin, en una correspondiente al mes de febrero de 1548, se concreta algo más, al decir que se expidan "cuentas de los ducados que entregó el maestre Juan de Casanueva para hacer el muelle del Puntal" lo que nos hace pensar que los acuerdos precedentes también se refieran a él. El capítulo 17 de las Ordenanzas de la Cofradía, reformadas en 13 de octubre de 1566, dice: "Así bien ordenaron que donde las dichas acequias de molino y muelle que está empezado a hacer cabe la Lonja ...".

O sea que en el año 1566 se había empezado ya la construcción de un muelle al borde de la Lonja, un muro de contención de la restinga del Puntal, para que atracaran los barcos para la descarga y la carga, y que tendría, seguramente, una escalera y unas argollas y, posiblemente, una rampa. Por las mismas Ordenanzas entramos en conocimiento, a través de su articulo 12, que la mitad de las multas que se impusieran a los maestres, por infracción de lo dispuesto en ellas, fuera a "la dicha Cofradía y obras que ella ordenare, como son para ayuda de hacer el muelle o las paredes, y acequias de los Molinos donde los navíos se albergan". Aparte de la intervención de la Cofradía en la construcción del muelle, que acusan estos artículos de las Ordenanzas, éstos nos descubren la existencia de unas "acequias de los molinos" donde se albergaban los navíos. Es preciso fijar la atención en que habla de navíos y no de chalupas, lo que nos hace pensar que las tales acequias de los molinos fueran verdaderos canales. Hay otro artículo del mismo Ordenamiento, el 16, que vuelve a ocuparse de ellas y dice: "Iten ordenaron que los navíos pinazas y otros bageles pequeños que estuvieren surtos dentro del puerto del Puntal y ribera o muelle y acequias de molinos y sobrevinieren otras naos gruesas y mayordomos (sic), que en tal caso hayan de dar y den lugar las menores para ende surgir y aderazarse". No era pues una declaración descuidada o incidental; éste ratifica la existencia de las acequias de los molinos y establece una prioridad de las naos gruesas sobre los navíos y bajeles pequeños para fondear en las mismas, lo que nos lleva a la conclusión de que en las marismas de Fuenterrabía, sitas aguas arriba del Puntal, había unos canales, indudablemente con sus molinos, donde fondeaban las embarcaciones buscando una mayor seguridad que en el socaire del Puntal o en el canal del Bidasoa. Eran, sin duda, los producidos por las aguas de los ríos Jaizubia y Zubimusu que acaso se abriesen, entonces, en distintos brazos, por el arenal. En esta Zona había una ferrería muy importante y el P. Pierre Lhande, en su novela Yolanda, se refiere a ella y a los canales.

En el año 1560 Fuenterrabía obtuvo una Real Cédula, librada el 12 de diciembre, en Toledo, para que pudiera percibir mediante la oportuna imposición a las mercaderías que entrasen en el puerto, durante cuatro años, la cantidad de 5.400 ducados, con destino a las obras del muelle, lo que nos hace pensar que el puerto del Puntal estaría, para su época, en buenas condiciones para el cumplimiento de su cometido. Mediado el siglo XVIII debieron hacerse obras importantes en este puerto del Puntal pues en un expediente del Archivo Municipal se alude a una escritura otorgada ante el escribano D. Dionisio de Aramburu, el 7 de agosto de 1774, por la que Juan Bautista de Eizaguirre se comprometía a la construcción de un "muelle o lameda en esta ciudad y retoques que se hallan necesarias en el Muelle antiguo que mira desde la esquina de San Felipe al canal". Sin embargo, bien fuera porque la escritura no se incorporara al protocolo o porque haya error en la fecha, no he conseguido encontrar este documento, que me hubiera sido del mayor interés, en los legajos del referido escribano que se guardan en el Archivo de Protocolos seculares de Guipúzcoa. El muelle, con su lonja, aparece reproducido en todas las estampas de esta zona de Fuenterrabía, del siglo XIX; el murallón era de grandes sillares, donde atracarían los barcos, y tenía una escala empotrada en el mismo cuerpo de la pared, según la traza clásica de las escalas de los puertos. La Casa Lonja tenía una gran portalada con un arco de dos ojos.

  • El canal

Estos puertos del Bidasoa, al menos los de la Marina y el Puntal, estaban emplazados sobre el canal de la ría o al borde de ella, por lo que bien merece que le dediquemos un momento nuestra atención, tanto más que la propia ría ha venido cumpliendo en todo tiempo, y la cumple aun en nuestros días, función de puerto. Con independencia de estos proyectos de canalización del río, aguas arriba, los mareantes de Fuenterrabía tuvieron siempre una honda preocupación por la canalización del mismo hacia su desembocadura, pues la barra movediza de arena que se formaba en ella, constituyó en todo tiempo grave peligro.Aparte de las medidas de limpieza y balizamiento, que se tomaron constantemente, renovándose en sucesivas disposiciones, en el año 1881 se pretendió resolver el problema a fondo, abriendo un canal en errocapunta, que la Diputación prometió subvencionar con la mitad de su costo. Por el pliego de condiciones de la subasta, que se redactó entonces, sabemos que el canal había de tener 310 metros de longitud y 12 de anchura, y que su calado en bajamar de aguas vivas seria de 1,48; pero el propósito quedó en simple proyecto, pues no llegaron a realizarse las obras."

Al comenzar el siglo XIX la principal ocupación del vecindario es el comercio y la pesca, en el mar y en el Bidasoa, donde se obtiene gran cantidad de salmones de excelente calidad. El puerto es de poco fondo, por lo que no acoge más que lanchas de pesca y algunos pataches. Otros navíos mayores fondean a veces al resguardo del Cabo Higuer. Se cosecha abundante manzana, pero insuficiente trigo, maíz y habas. El lino se producía para los telares locales. Ciento veinte años más tarde la agricultura ha progresado, habiéndose ganado para ella terreno de marismas. Se recogen maíz, manzana y forrajes. Unos trescientos pescadores se dedican al atún, anchoa y sardina en vapores y traineras. Se construyen vapores pesqueros y aparejos, en especial anzuelos. Hay fábricas de escabeches y salazones. El turismo está en franco desarrollo, pasando de 1.500 los veraneantes. Pero el gran comercio desaparece debido a la supresión de la lonja al caer el régimen foral, a la pequeñez del puerto en relación a las grandes naves, a la lejanía del ferrocarril y a la elección de Irún en el eje Madrid-Hendaya.

Aurora Lezcano, veterana veraneante en la ciudad hoy superconcurrida, nos recordó en la prensa la encantadora Fuenterrabia que ella conociera de niña: "Al fin llegábamos. Mi padre había escrito al jardinero francés -monsieur Dominique- que pusiera los geranios de la terraza "touts en rouge viv du méme ton", y allí estaban dándonos la bienvenida en la alegre casita frente al mar. Eramos entonces veinte o treinta familias las que veraneábamos allí y el pueblo marinero tenía unos seis mil habitantes, casi todos pescadores. Francisco de Sagarzazu, hombre inteligente y artista, era el alcalde de la dictadura, y lo hacía muy bien y la hermoseaba de día en día y Fuenterrabía conservaba sus casitas graciosas de pescadores, sus viejas calles del XII al XVIII arriba en la ciudad vieja y su medio derruido castillo de Carlos V y abajo, en la Marina y la playa, pequeños chalets y casitas de veraneantes muy sencillas, de estilo vasco y algunas de estilo francés por influencia de las vecinas playas. En el malecón miraban al mar los pescadores viejos, cosían las redes las mujeres y los veraneantes jóvenes hacíamos excursiones de bocadillo y gaseosa por las tardes y por las mañanas gozábamos de la playa y el baño de mar. Había unos bañeros -Urbano y Perico- muy famosos, que nos cuidaban en el agua y nos enseñaban a nadar. Uno aún vive. La gente mayor jugaba a las cartas o pasaba en los coches a Biarritz y San Juan de Luz a merendar y hacer tiendas. Las señoras iban con sombrero y guantes y los señores también muy vestidos. Había un "tennis" donde mi padre me enseñaba a practicar antes del baño matinal y donde jugaban reñidos partidos M. Borotra, Asís Alonso, los hermanos Linares, Pepa Chávarri, Lily Alvarez. Los chicos asistíamos a estos partidos fascinados. También había alguna "ghimkana" automovilística. Era una vida muy tranquila. Los jóvenes no teníamos coches, ni motos -no ya los de doce años pero ni aun los mayores- y lo más unas "bicis" para ir de excursión al Faro o a Guadalupe o camino de Navarra. Eramos bastante felices. Algún día mis padres me llevaban a Biarritz, lo que me aburría espantosamente a pesar de las meriendas en "Dodin" y que solían comprarme un traje de 100 francos antiguos en "Biarritz Bonheur", que tal como estaba la peseta en la dictadura, equivalía a 10 pesetas. Los chicos llevábamos en Fuenterrabía alpargatas durante todo el verano y sólo los días de paseo a Francia, en que nos obligaban a ponernos sombrero, íbamos cómodos (...) Para tomar algo sólo había delante de la playa "La Muela" que aún subsiste, donde se reunían los mayores elegantes hacia la una de la tarde, y en el pueblo "Olegario" la mejor fonda de entonces -hoy Hotel Jáuregui-. Se comía muy bien allí. Luego empezaron el Hotel Concha y el Francia. No había más. Entonces un "pollo" muy cotizado por las niñas casaderas, era Javier Valera -Javier Villasinda- marqués de Bogaraya, joven diplomático de ojos verdes que venía de un puesto de Chile y tocaba el "ukelele". Era nieto de dos grandes escritores: de D. Juan Valera y bisnieto del duque de Ribas. Era un hombre callado que de vez en cuando decía un chiste con gracia, pero como era guapo y marqués se le hizo esta canción con música del tango de moda: Buenos Aires la Reina del Plata:

Bogaraya es el pollo de moda
de las chicas de Fuenterrabía
escuchar la canción
que se canta todo el día...
Por las mañanas en "Olegario",
pasamos todas a contemplar,
y de lejos admirar
al niño guapo del barrio...
Bogaraya tras tu marquesado
te las llevas aunque sea a nado
y si a Varsovia te vas
se van corriendo detrás.

Ivan Quirós, hijo del marqués de Quirós, muy joven, seguido de su perro, navega en su barquilla de vela por el encrespado Cantábrico. Habla el vascuence y es amigo de los pescadores. Años después me enseñaría a remar y a navegar a vela."

Ref. Diario Vasco, 20-IX-1967.

Sigue dándose un modo de producción mixto al que hay que añadir el auge espectacular del turismo que ya despuntaba con fuerza antes de la guerra. Los cultivos atlánticos -maíz, manzano, patata, alubia, huerta- se ven sobrepasados por los forrajeros. La ganadería es predominantemente vacuna: cerca del millar y medio de cabezas, entre las cuales hay destacadas piezas de raza pirenaica. El lanar, muy importante en otros tiempos, ha casi desaparecido. La superficie agraria suma alrededor de 2.184,80 Has. distribuidas así: Forestal: 1.418,80 Has.; Labrada, 193,20; No labrada: 444,70; Hortalizas: 19,00; Barbechos y ras trojos: 3,90; Improductivo: 105, 20.Según el censo agrario de 1962 hay en este Ayuntamiento 411 explotaciones agrícolas, una de ellas mínima, 23 de menos de 0,1 Has, 171 de 0,1 a 1 Has, 168 de 1 a 5 Has, 40 de 5 a 20 Has., 7 de 20 a 100 Has., y 1 de 100 a más Has. El régimen de tenencia es el siguiente: Propiedad: 912; Arrendamiento: 252; Aparcería: 5, Otros: 1.281. Desde el punto de vista comercial, Fuenterrabía pertenece al área comercial de San Sebastián, subárea de Irún y cuenta con 100 licencias comerciales propias ( 1963). Una característica peculiar son sus tiendas de antigüedades y galerías de arte.

En el año 1979 se contó con 61 embarcaciones artesanales dotadas de 275 marineros y 26 barcos de superficie con un personal embarcado de 302 componentes. La pesca desembarcada fue de 4.930,3 Tm. por un valor de 627,3 millones. Destaca la pesca del bonito y atún. En cuanto a la pesca artesanal, basada principalmente en la merluza, ha sido la que ha experimentado una mayor contracción de todas las efectuadas en la zona, debido a las draconianas limitaciones impuestas por las autoridades francesas en la explotación del caladero conocido como Fosa de Capbreton. En el período 1978-1979 se reduce así de 592.900 a 317.000 kg. el volumen de capturas. La célebre guardacostas francesa "Ancelle" apresa, el 6 de julio de 1979, 38 embarcaciones ondarribitarras que en juicio celebrado en Bayona en el octubre siguiente son absueltas.Habiendo recurrido el sindicato pesquero de San Juan de Luz, el Tribunal de apelación de Pau vuelve a absolver a los guipuzcoanos en marzo de 1980. Sin embargo la aplicación de la ley francesa de las 188 millas pone en peligro los derechos, basados en la tradición, de los de Fuenterrabía, ya que los caladeros bordean la línea divisoria y las autoridades administrativas francesas desafían las resoluciones de las judiciales de la misma nacionalidad.

Hay un total de 139 empresas, de las cuales 11 están dedicadas a la alimentación, 3 de textil, 21 de madera y corcho, 2 de química, 62 de construcción, 27 de metal.

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