Concept

Anarquismo en Euskal Herria desde 1864 a 1939

En un principio los anarquistas no acogieron con hostilidad la proclamación de la República, pero su proyecto revolucionario divergía del reformismo de republicanos y socialistas. Muy pronto se manifestaron las tensiones. Señalaremos tan sólo los conflictos más graves o aquellos que nos parecen particularmente significativos del ciclo insurreccional desencadenado por la CNT-FAI en el primer bienio.

El 27 de mayo los pescadores de Pasaia protagonizan una huelga con marcha incluida a San Sebastián. En Ategorrieta, un destacamento de la Guardia Civil cierra el paso a unos mil manifestantes. Suenan los toques reglamentarios de corneta. Los pescadores no se disuelven, disparan los guardias y quedan en el suelo tendidos varios muertos (ocho según Tuñón de Lara y Eduardo de Guzmán). Al parecer, la dirección del sindicato estaba entonces en manos de los comunistas; los anarquistas no tardaron en retomar las riendas. En Trintxerpe y Pasaia los afiliados a Avance Marino eran tanto gallegos como euskaldunes. Resulta claro, a la vista de algunos documentos, que no todos dominaban el castellano. Su secretario fue el salmantino Miguel Rodríguez Inestal, y Galo Díez, orador avezado representó a los pescadores en el congreso de la CNT celebrado en Zaragoza en mayo de 1936. Allí criticaría la impaciencia revolucionaria manifestada por su organización. Durante la guerra muchos de estos hombres lucharon en Irun y San Sebastián en el verano de 1936 y, después, en Bizkaia. Entre los batallones constituidos en Bilbao el denominado Celta alude claramente al origen geográfico de algunos de esos gudaris.

El 14 de abril de 1932, los anarcosindicalistas de Vitoria habían decidido en una asamblea reunida en los locales del Sindicato Único reventar la fiesta de los republicanos. Entre los afiliados del ramo de la construcción existía gran descontento y los incidentes eran frecuentes. La mañana del 14, a pesar de los silbidos, abucheos y lanzamientos de piedras, no pudieron impedir que desfilaran las autoridades y la cabalgata alegórica. Por la tarde lograron suspender el concierto apedreando el kiosko de los músicos. La guardia municipal, como consecuencia de este alboroto, efectuó una detención a la que trató de oponerse un grupo de manifestantes. Al intentar disolver la manifestación sonó un disparo y uno de los guardias cayó muerto. Todo hubiera quedado en una mera reyerta entre las fuerzas del orden y los sindicalistas de no mediar otros hechos que mostraban, por parte de la CNT, un plan de mayor envergadura.

Así, nadie consideró casual la voladura con dinamita de diecisiete postes de las líneas eléctricas. Según el gobernador civil, José Maria Amilibia, los revolucionarios habían preparado "un segundo Fígols" (alusión a los sucesos de enero en esta población del Alto Llobregat donde los mineros proclamaron el comunismo libertario). Muy posiblemente las declaraciones de Amilibia haya que imputarlas a la exageración policiaca, pero el caso es que en Vitoria los cenetistas planteaban serios problemas de orden. Dos meses antes, un sereno fue muerto a tiros en un choque con un grupo de huelguistas. Así pues, la represión por los sucesos del 14 de abril fue de gran amplitud. Se clausuró el Sindicato Único, sesenta y tres personas fueron detenidas y conducidas a la cárcel de Pamplona, entre ellas Isaac Puente que para nada había intervenido en los acontecimientos. El ayuntamiento procedió además a tomar represalias, despidiendo de los tajos municipales a 187 trabajadores afiliados al Sindicato Único.

Las reacciones de condena surgieron de todas partes. La UGT publicó un comunicado en el que se recordaba que el guardia muerto era miembro del sindicato socialista. A fin de impedir toda veleidad de movimiento de solidaridad con los detenidos, el gobernador hizo constar que aquellos obreros que hiciesen huelga "correrán el peligro de no ser admitidos en fábricas y talleres por los patronos, para lo cual se ha autorizado a los mismos para que despidan a los que dejen de entrar al trabajo, considerándolos como gentes que quieren mantener contactos con los rebeldes" (La Libertad, 16 de abril de 1932).

En resumen, la sociedad vitoriana declaraba indeseables a los anarcosindicalistas y su influencia decaerá en los años siguientes. El abandono de la estrategia de la confrontación y la puesta en práctica de una alianza obrera con las otras organizaciones sindicales (Unión General de Trabajadores y Solidaridad de Trabajadores Vascos), permitirá a la CNT recuperar el terreno perdido en mayo de 1936 con ocasión de una huelga general que paralizó la capital alavesa por espacio de una semana. Mes y medio después, el golpe militar truncaría el resurgir del movimiento obrero y pasaría sangrienta factura a los que más se habían significado en las pasadas luchas.

Hemos aludido ya a la insurrección de diciembre de 1933 a propósito de Isaac Puente. Los intentos revolucionarios anteriores -Fígols, Casas Viejas- que habían querido plasmar la utopía de la comuna libertaria se desarrollaron durante el bienio reformista. La particularidad de la revolución de diciembre, mucho más intensa que las anteriores, fue que se produjo inmediatamente después del triunfo de la derecha en las elecciones. En lo que se refiere al espacio vasconavarro interesa destacar lo ocurrido en el pueblo riojano de Labastida.

Esta población, situada en la Rioja Alavesa y próxima a Vitoria, proclamó el comunismo libertario. Los anarcosindicalistas riojanos estaban dentro de la órbita de la regional aragonesa y siguieron el movimiento que sacudió a todo el valle del Ebro. Los acontecimientos sucedieron conforme al esquema conocido: incautación de las armas del vecindario, incendios de documentos del archivo municipal, tentativa de cortar la comunicación telefónica, asedio del cuartelillo de la Guardia Civil. Los enfrentamientos causaron un guardia civil muerto y un sargento herido entre las fuerzas del orden, y tres muertos por parte de los que la prensa tildaba de "revoltosos". Lo ocurrido en Labastida es la excepción dentro del anarcosindicalismo vasco, preponderantemente urbano e industrial. Por eso creemos que es importante haberlo reseñado.

En la capital de Álava, la CNT hizo el lunes 11 de diciembre un llamamiento a la huelga general que no fue muy seguido. Pese a todo, hubo que lamentar la muerte a tiros por los guardias de Asalto de un trabajador. Los principales líderes fueron conducidos a la hospitalaria sombra de la prisión. Daniel Orille permaneció en la cárcel hasta mayo de 1934 lo mismo que Isaac Puente que había sido apresado en Zaragoza. En octubre, los cenetistas de Vitoria apenas intervinieron en la huelga; los ugetistas y los solidarios vascos tampoco hicieron gran cosa. No fue este el caso en Bizkaia y Gipuzkoa donde la huelga revolucionaria tuvo amplia repercusión, sobre todo en los feudos socialistas. En algunos puntos, como Eibar y Mondragón, hubo insurrección armada y varios muertos.