Concept

Anarquismo en Euskal Herria desde 1864 a 1939

El 8 de marzo de 1921 era acribillado a balazos Eduardo Dato, jefe del gobierno conservador muy vinculado a Vitoria a quien los anarquistas barceloneses consideraban encubridor de la política represiva del binomio Martínez Anido-Arlegui Los autores del atentado, tres jóvenes catalanes, se llamaban Matheu, Nicolau y Casanellas. Matheu fue detenido a los cinco días en Madrid, y Nicolau logró escapar a Alemania. Ramón Casanellas, andando desde Madrid, llegó con un burro a Bilbao disfrazado de vendedor de botijos. Permaneció escondido casi cinco meses. Es interesante observar que quien le escondió en un pueblo de la zona minera y le ayudó a pasar a Francia fue el comunista Óscar Pérez Solís. Esta protección es fácil de entender si se recuerda que la CNT se había adherido en principio a la Tercera Internacional en el congreso de diciembre de 1919 y que, hasta junio de 1922, meses después de la vuelta de Pestaña de la Unión Soviética, la confederación no tomó la decisión oficial de separarse de la Internacional Sindical Roja. Muchos no esperaron tanto.

Galo Díez, en Gipuzkoa, se opuso desde mucho antes a la colaboración entre comunistas y sindicalistas; no es por eso extraño que a él se debiera la moción de protesta contra la política represiva de los bolcheviques, adoptada por el congreso de Zaragoza en junio de 1922. El partido comunista estaba necesitado de una organización radical como la CNT, relativamente consolidada en Bilbao y San Sebastián, pero fracasó en su intento de conquistarla desde dentro. En cuanto a Vitoria, la labor de zapa (infructuosa por lo demás) de los comunistas en el Sindicato Unico no haría su aparición hasta 1930, con ocasión de la huelga de los viejos cuarteles de San Francisco que afectó a la construcción del grupo de edificios de la Caja Municipal.

Diferencias ideológicas aparte, comunistas y anarquistas coincidían en la acción directa que conllevaba la práctica de la violencia. Fueron, por ello, frecuentemente perseguidos sin que la policía, ineficaz las más de las veces, se preocupase por distinguir entre pistoleros y sindicalistas partidarios del posibilismo. La represión desencadenada en Bizkaia, tras el referido asesinato del gerente de Altos Hornos, redujo la influencia sindical de la CNT pero no su combatividad. Los presos y escapados nutrían las filas de los revolucionarios dispuestos a participar en los grupos secretos autores de los atentados. Con todo, no cabe comparar la situación de Bilbao con la de Barcelona donde, para destruir a la CNT, el gobierno recurrió a los métodos ordinarios -suspensión de las garantías constitucionales, detenciones y deportaciones- y, sobre todo, al terrorismo blanco. Pero, ni con el pistolerismo ni mediante la ley de fugas conseguía el gobierno acabar con la agitación revolucionaria en Cataluña. Al mismo tiempo, se agravaba la guerra en Marruecos, el otro problema pendiente de la monarquía. Con este telón de fondo se produjo en setiembre de 1923 el golpe de estado de Primo de Rivera.