Concept

Anarquismo en Euskal Herria desde 1864 a 1939

Durante la Dictadura la actividad militante de los anarquistas hubo de limitarse a la labor doctrinaria y conspirativa. La frontera navarra fue el teatro de una aventura que Pío Baroja compara, en su novela-reportaje La familia de Errotacho, con la expedición liberal de Mina en 1830. Liberales y anarquistas siguieron el mismo camino, a pie desde Donibane a Bera, y en ambos casos hubo provocación policiaca. Sin embargo, romanticismo de los jóvenes aparte, los hechos de Bera de 1924 tienen ribetes más bien sórdidos y en ellos se adivina la mano del general Martínez Anido, exgobernador de Barcelona y ministro del dictador.

Los sucesos se produjeron en la noche del 6 al 7 de noviembre. La conspiración se fraguó en París. Los anarquistas allí refugiados, Durruti entre ellos, pensaron que en España estaba a punto de estallar la revolución en la que participarían incluso, según decían, destacados militares. Intoxicados por la policía, se dispusieron en pequeños grupos a invadir la frontera. Al grupo de París se unieron algunos sindicalistas de Bayona y San Juan de Luz, pero muy pronto los aprendices de guerrillero fueron presa de la desmoralización. En pequeño número, poco preparados y sin apenas información, tropezaron de noche en Bera con la guardia civil y los carabineros. Resultaron muertos dos guardias y uno de los conspiradores. A la mañana siguiente, en el intento de retirada hubo otro muerto y una veintena de detenidos. Se les juzgó en Pamplona, pero en el primer consejo de guerra los responsables no fueron condenados a la pena capital. El director de la Guardia Civil y el Rey, según Baroja, reclamaban venganza. Se les volvió a juzgar y esta vez hubo ejecuciones. No sirvieron de nada las peticiones de indulto de las autoridades pamplonesas y del obispo Mateo Múgica. Tres penas de muerte para vengar a los dos guardias caídos en la refriega. Solo fueron ejecutados dos de los condenados, Gil Galar y Santillán, porque el tercero, Pablo Martín, un trabajador de Bilbao que había huido a Francia después del asesinato del gerente de Altos Hornos, se suicidó arrojándose desde una galería al patio. Blasco Ibáñez, Unamuno y Eduardo Ortega y Gasset calificaron de asesinato las ejecuciones en un texto conjunto publicado en Francia.

Los anarquistas, a fin de precipitar los acontecimientos, no cejaron en su afán conspirativo. En octubre de 1926 Juan García Oliver, principal inspirador de la "gimnasia revolucionaria", cruzaba la muga (también en Bera) con la intención de trasladarse de Pamplona a Madrid para atentar contra Primo de Rivera. Ni siquiera le dio tiempo a escapar de Navarra, pues fue detenido en un caserío de Aoiz y conducido ante el juez de Tafalla. A García Oliver, Robespierre de la FAI y futuro ministro de Justicia, su aventura navarra le costó cinco años de cárcel. La crónica de este tipo de sucesos que menudearon durante la dictadura llevaría demasiado espacio por lo que preferimos recordar, como suceso capital de este periodo, la fundación de la FAI (Federación Anarquista Ibérica).