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Perú

Nos informa el expedicionario y cronista Francisco Vázquez:

"En el año 1559 siendo virrey y presidente del Perú el Marqués de Cañete, tuvo noticia de ciertas provincias que llaman Omagua y Dorado y con deseo de servir a Dios y al rey encomendó y dio poderes muy grandes a un caballero suyo llamado Pedro de Ursúa, natural de Navarra, para que fuese a descubrir las dichas provincias, y le nombró gobernador de ellas, y le favoreció con dineros de la casa real".

Necesitaba unos doscientos mil, contratar constructores de naves, pilotos, capitanes y soldados, proveerse de alimentos, elegir el lugar para plantar el astillero. La aventura acabó en descalabro y tragedia. Ursúa fue asesinado por los suyos a los pocos meses en Machifaro, y Lope de Aguirre, dueño de la revuelta, moriría asimismo.

Además del Gobernador Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre, el Padre Alonso de Henao, confesor de Ursúa; Juan de Aguirre, de Oñate; García Navarro, de Pamplona; Arrieta, el Mozo y Arteaga, soldados; Sánchez Bilbao y Joanes de Iturriaga, de Bilbao; Roberto Sosaya y Nicolás Sosaya, capitanes; Lorenzo de Zalduendo, secretario de Ursúa, de Pamplona; Capitán Pedro de Monguía y Gonzalo de Zúñiga, que escribirian sus Relatos sobre la aventura. El elemento femenino representado por Inés de Atienza, novia de Ursúa, Elvira de Aguirre, hija de éste. Al morir asesinado el Gobernador y jefe de la expedición Ursúa, Inés de Atienza pasaría a vivir con su secretario Lorenzo Zalduendo. María de Arnola y la Torralba eran las dos dueñas que cuidaban de Elvira de Aguirre. Aguirre protegía celosamente a su hija. Pasaba largos ratos en su compañía.

Sólo permitía en el círculo familiar a Pedrarias de Almesto, escribano, aficionado a narrar sucesos, que cultivaba unas relaciones platónicas con la jovencísima Elvira. Ante el desastre final Pedrarias de Almesto secundó la huida de otros marañones. Capturado, Aguirre escuchó su relato. "Entonces sucedió algo increíble. L. de Aguirre que ignoraba hacía mucho qué era la palabra perdón, se volvió a él y dijo como un caprichoso Jehová: Tú vivirás sobre la faz de la tierra. Veía en él a único hombre capaz de librar a su hija de los atropellos de la soldadesca. [Ref. Rosa Arciniega. Dos rebeldes españoles en el Perú. Buenos Aires, 1946].

En el transcurso de esta expedición no salvaron la vida ni la bella Inés de Atienza, acuchillada por orden del tirano, ni Fernando de Guzmán, proclamado por Aguirre Príncipe del Perú, independiente de España, ni el P. Henao, ni el mismo Aguirre, arcabuceado por sus propios marañones, por salvarse de la picota; ni su hija Elvira, acuchillada por su propio padre. El pensamiento de Aguirre fue de volver al Perú, derrocar al autoritarismo representado por el Virrey de turno y cualquier otra institución gubernativa, como la poderosa Audiencia de Lima. Con esto instaurar un orden nuevo dirigido por los conquistadores caídos en desgracia, agraviados, sin tener en cuenta su hidalguía y sus servicios. Este sueño moría en Barquisimeto, Venezuela. Sin los cronistas de Relatos ya enumerados, que informaron al mundo del episodio más alucinante de la conquista de América, Lope de Aguirre no contaría hoy día con una bibliografía tan extensa.