Ferias y mercados. Las ferias y mercados han sido fundamentales en la historia de Estella. Ya desde el primer establecimiento oficial de francos en 1090, la orilla izquierda del río (San Miguel) sirve de emplazamiento al mercado que en 1187 Sancho el Sabio sanciona jurídicamente. En 1251 Teobaldo establece en la ciudad una feria anual que, comenzando en San Miguel (14 oct.), durase 15 días. Todos los que acudieren a esta feria eran considerados salvos y seguros en el interior del recinto ciudadano, no pudiendo acudir ningún encartado (Comptos, caj. 2, n.° 71). En 1254 una sentencia real reconoce a la parroquia de San Miguel el derecho a tener el día del dios del mercado (sic. en Castro: "C. A. G. N.", secc. Comptos, t. I, pp. 148 y 151). En 1436 el rey D. Juan concedió a la villa de Estella dos ferias francas de a 15 días cada una, comenzando la primera después de la fiesta de Resurrección, y la segunda en 11 de noviembre (San Martín). Decía que esto era en consideración a que el pueblo estaba muy pobre y que muchos vecinos se habían ausentado y otros estaban para hacerlo. Para compensar a Estella de los desastres de la guerra con Castilla, D.ª Leonor concede en 1468 a los estelleses un mercado franco todos los jueves. La feria de después de Resurrección fue trasladada en 1505 a la primera quincena de setiembre. Esta y la feria del 11 de noviembre se convierten en rotativas -un año en San Juan, otro en San Pedro y otro en San Miguel- en 1514. La feria de San Martín (11 de noviembre) fue trasladada al 4 de diciembre por la Ley de Cortes n ° 35 del año 1652, pero, desertada poco a poco por los comerciantes y agricultores, desapareció. El mercado del jueves. Se celebra desde el siglo XI, primero en el Mercado Viejo y luego en el Nuevo (plaza de los Fueros) y plaza de Santiago. En la primera se comercian productos hortícolas y de corral y en el segundo cerdos. El primer jueves del mes se destina a la compraventa de vacuno. La feria de San Andrés. Ha tenido una gran importancia, incluso interregional, y aún sigue celebrándose con animación y pintoresquismo el día 1 de diciembre. Se celebra en la plaza de Santiago y comercia principalmente con ganado caballar, mular de carga y ponney de Urbasa. En otros tiempos esta feria fue una famosa atracción local del país. Florentino Urra, muy ligado a la misma, relató al "Pensamiento Navarro" de 2 de diciembre de 1968 estos recuerdos: " Ha cambiado todo tanto. Yo recuerdo cómo hace 40 ó 50 años cuatro días antes de la feria se llenaban todas las fondas, que eran muchas. Recuerdo la de Lecea, El Frate, Yaniz, Hermoso, El Guiri, Chupete, Sra. Ursula Ansorena, la de Chuscarrina, etc. Hay que tener en cuenta que la gente venía para ocho días y eran muchos los que tenían que dormir en el pajar de las cuadras, no porque fuese cara una cama (cobramos de 2 a 2,50 pesetas), sino porque no había. Antes de la guerra una pensión completa los días de feria cobrábamos 6 pesetas y la comida era de tres principios, además de sopa, ensalada, potaje y postre. Y entre comidas y cenas nosotros solíamos servir unas 500 diarias, aunque era preciso cortar el paso pues materialmente no podíamos servir más. Entonces, como ahora, el plato número uno era el gorrin asado. Había clientes fijos, de Burguete, de Améscoas, de Alava, que era de donde venía casi todo el ganado. Recuerdo al Sr. Nicolás, de Burguete, que vino mientras tuve el establecimiento, y alguno que no era ganadero como el Sr. Francisco el Turronero, que vino durante cincuenta años seguidos desde Gijón. Y todos estos concurrentes a la feria soportaban normalmente las inclemencias de un tiempo pésimo, con grandes heladas y nevadas. Hasta en este aspecto son diferentes las ferias. Ya no se forman aquellos montones de barro y hielo, y que en nuestra entrada hubo ocasión de tener que emplear el pico para limpiarla. Otro aspecto de nuestras ferias, que a partir de la guerra desapareció, fue el de las casas de juego, Casa Gorgoño, Casa San Julián, Casino Nuevo y otros, en los que durante toda la semana había banca, ruleta y bacarrá, y que conste, mucha de la afluencia a la feria era por probar un poco la suerte y no pocos tenían que justificar un asalto en el camino cuando regresaban a Dicastillo, Arróniz, etc., pues volvían sin ganado y sin dinero. En fin, eran unos días de ajetreo extraordinario, donde se daban cita millares de personas, muchos comarcanos hacían su única visita a Estella por la feria, y como sus cosechas estaban ya vendidas, hacían compras para todo el año. El día de San Francisco Javier era la apoteosis de público. Había un comerciante de tejidos que decía que su patrono era el santo navarro. El ganado que acudía a la feria en grandes manadas llenaba la docena de cuadras de la plaza de Santiago, que eran las preferidas, y las numerosas que había por otros barrios, incluso en los pueblos vecinos. Hoy, con los autobuses y con los camiones, personas y ganados van y vienen en el día, no dando lugar a estancias como antiguamente."