Olerkariak

Mugica Celaya, Rafael

"La poesía es ciertamente maravillosa, bella y monstruosa a un tiempo, pero no es fundamentalmente más maravillosa ni más enigmática que otras actividades creadoras. No pretendo negar con esto lo que más o menos vagamente llamamos inspiración. Pero sí quiero recordar que la inspiración no es un privilegio de los poetas... Creo que un poeta, cualquier poeta, todo poeta, si es honesto, en lugar de apelar al mito de la "metapoesía", puede y debe hablarnos de su obra como un quehacer, entre otros que, aquí y ahora, con un objeto determinado, y partiendo de unas circunstancias dadas, trata de llevar adelante. En lugar de recrearnos en el misterio, tratemos de domarlo como se han domado otras fuerzas irracionales. Y para ello, demos lo que Ortega hubiera llamado nuestra "razón narrativa". Contemos por qué hacemos lo que hacemos, qué aprendimos, qué entendemos. Al hacerlo, nos sentiremos inmersos en una corriente. Y esa corriente que así iluminaremos un momento con nuestro pasajero paso será la de la poesía, siempre un poco más definible de lo que se dice, aunque siempre dialécticamente creciente y transmutable."

Gabriel Celaya (1960)

La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso, y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

Gabriel Celaya (De Cantos iberos, 1954).