Kontzeptua

Comercio (1978ko bertsioa)

La salida de las mercancías navarras y aragonesas. Su salida por San Sebastián, Fuenterrabía, San Juan de Luz y Bayona. El otorgamiento del fuero de San Sebastián por Sancho el Sabio revela que el puerto por excelencia del reino navarro era el donostiarra. Efectivamente, a lo largo de la Baja Edad Media se desarrolla una corriente creciente de mercancías en las que era excedentario el reino navarro -vino, trigo, lana, aceite- y que buscan salida hacia el norte de Europa por el puerto más cercano. Un documento datado el año 1200, hallado en Brujas, indica: "dou royaume de Navarre vient filache dont on fait sarges, cordouans, basane, ricolisses, amendres, peleterie, drap dont on faites voiles a grous nez". A pesar de la anexión de Guipúzcoa a la corona castellana, los nuevos soberanos procuran mantener el comercio navarro: en 1202 Alfonso VIII confirma el Fuero de San Sebastián. El año 1286 Sancho IV concede un privilegio para los comerciantes navarros que embarquen géneros en la villa con destino a Flandes. Pedro I, en 1351, dispuso que no pagasen diezmos en Tolosa los artículos que viniesen de Navarra para San Sebastián. A su vez, el príncipe de Viana libró a los donostiarras del abono de derechos por entrada y salida de cualquier mercadería en Navarra. No obstante la importancia de San Sebastián, desde comienzos del s. XIII Fuenterrabía era muy frecuentada por los comerciantes navarros. La ruta Pamplona-costa por Fuenterrabía era tan larga como la de San Sebastián; presentaba mayores inconvenientes al superar la cordillera por Belate, pero su último tramo podía ser recorrido por vía fluvial, lo que abarataba los costes de transporte. Por el Bidasoa subían: mineral de hierro de Somorrostro con destino a las ferrerías de las Cinco Villas; clavazón y llantas de hierro; tejidos procedentes del norte de Europa; aceite de ballena; bacalao; pescado en escabeche y otros productos. Río abajo las gabarras transportaban vino, trigo, aceite de oliva, lana, carbón y maderas para la construcción. El año 1290 el rey castellano Sancho IV concedió, como ya lo había hecho cuatro años antes a San Sebastián, privilegios facilitando el comercio navarro por Fuenterrabía, cuya lonja, situada en el Puntal, cobraba derechos a todas las mercancías que circulaban por el Bidasoa. Fuenterrabía siempre tuvo la aspiración de convertirse en el puerto navarro por excelencia. Una representación de su Concejo pactó en 1365 con el rey de Navarra el establecimiento de un puerto en el barrio de Endara, en Lesaca, sobre el Bidasoa. Fuenterrabía se comprometía a hacer llegar hasta alli embarcaciones de 40 toneladas, y Navarra a mejorar los caminos desde Pamplona y a construir una lonja. Poco se debió conseguir, porque setenta años más tarde D.ª Blanca de Navarra ordenaba que la Cámara de Comptos consultase con los comerciantes de Pamplona acerca de la conveniencia de realizar el comercio de lanas y otras mercaderias para Guipúzcoa por Lesaca y Vera, y de allí en gabarras a Fuenterrabía, en vez de seguir la ruta de San Sebastián. Otras rutas del comercio navarro llevaban a los puertos labortanos. Las relaciones de los reyes navarros con los castellanos, franceses e ingleses (que dominaban en Laburdi desde el año 1 152) fluctuaban entre la cooperación y la guerra; el comercio, de mejor o peor grado, se adaptaba a la situación. Así, a mediados del s. XIV, en un momento de tensión entre las coronas castellana e inglesa, los mercaderes navarros prefieren seguir la ruta al mar por Roncesvalles. Era un camino considerablemente más largo (143 km.) que el de San Sebastián o el de Fuenterrabía; pero sólo en un corto trecho, ya en las cercanías de Bayona, dejaba la seguridad del territorio navarro. Bayona trataba, como Fuenterrabía, de atraerse el comercio navarro por todos los medios; Teobaldo I recibió en Urdax a los miembros del concejo de la ciudad del Adur, con quienes suscribió una escritura estableciendo el libre comercio de Bayona con los dominios del rey navarro y obligándose los bayoneses a, caso de tener que revocar la escritura por orden del rey de Inglaterra, avisar con cuarenta días de plazo a los navarros para que éstos pudieran irse libres y con sus haciendas. Los caminos navarros eran frecuentemente preferidos a la salida natural de Somport por los mercados aragoneses para llevar sus productos a Francia. Los puertos aduaneros entre Navarra y Aragón eran Sangüesa y Tudela. Subordinado a Sangüesa existió en el s. XIV otro puesto de peaje en Carcastillo, que más tarde desapareció. Entraban en Navarra mercaderías tales como cera y sal, azafrán, azúcar y paños, pero con irregularidad. La única mercancía que sustentaba un comercio constante, de flujo continuo, era el aceite aragonés, que no quedaba en Navarra sino que atravesaba el reino con destino a Bayona. En dirección contraria entraban en Aragón hierro navarro y guipuzcoano y pescado fresco y salado, procedente sobre todo de los puertos labortanos. Un estudio realizado sobre mercaderes conocidos en Pamplona en el s. XIV arroja las siguientes cifras y lugares de procedencia: Pamplona 78 Barcelona 8Estella 20 Lombardia 6Bayona 15 Zaragoza 6Sangüesa 13 Tudela 5Se aprecia claramente la importancia de Bayona, ciudad que ejercía una influencia comercial en Navarra superior a cualquiera otra de fuera del reino. También el comercio mediterráneo (Barcelona, Lombardia...) entraba en cuña por el valle del Ebro. En el s. XV, al tiempo que los puertos guipuzcoanos y vizcaínos alcanzan un esplendor inusitado, el comercio bayonés decae. No fue ajena a ello la crisis económica navarra que, a partir de 1429, debido a las continuas guerras con Castilla y civiles, fue acentuándose hasta final de siglo. En toda esta época el comercio de mercaderías de lujo casi desaparece en el reino, y sólo se mantiene el de pertrechos guerreros. En 1494 firmaron una concordia los reyes de Navarra y Castilla, comprometiéndose a no hacerse mutuamente la guerra y a que el comercio se efectuara normalmente entre ambos reinos. A partir de esta fecha se inicia una lenta recuperación, favorecida por los reyes, que concedieron numerosos privilegios de mercados y ferias a diversas poblaciones, como la feria de 15 días de Puente la Reina (1498), las dos ferias y el mercado quincenal de Lesaca (1499) y el mercado semanal y feria de 12 días de Huarte-Araquil.