Kontzeptua

Comercio (1978ko bertsioa)

El comercio en la 1ª mitad del siglo XIX. Comienza el siglo con una cierta crisis comercial. La frontera pirenaica, tras la Revolución, se convirtió en teatro de guerras. Numerosas localidades fronterizas fueron incendiadas y el comercio a través del Pirineo, perseguido por temor al "contagio ideológico", cayó verticalmente. La exportación de lanas por Bilbao tampoco estaba pujante. A pesar de todo, la flota mercante de la villa ascendía poco antes de la invasión napoleónica a 225 embarcaciones entre 100 y 400 toneladas, y 209 más pequeñas. Los demás puertos vizcaínos sumaban otras tantas unidades. En 1801 se intentó romper el monopolio bilbaíno con la creación de otro puerto sobre la ría. Simón Bernardo de Zamácola fue el portavoz del proyecto ante las Juntas del Señorío, y de él tomó nombre -la zamacoladala agitación social que se produjo en Vizcaya. Las tropas de Godoy ocuparon Bilbao varios años, con lo que la situación de la villa no se normalizó hasta después de la francesada. Entre 1808 y 1812 hubo un estrechamiento de relaciones comerciales entre Guipúzcoa y Vizcaya y el imperio francés. Los ferrones vascos vendían hierro, en Bayona y Burdeos, por valor de 200.000 duros al año.Por otra parte, tras muchos años de interrumpido el comercio triguero, se autorizó en 1808 el abastecimiento de Irún con grano desde Bayona; en 1810 Guipúzcoa y Vizcaya pidieron el mismo trato, que les fue concedido. Son éstos los tiempos en que se intenta sin éxito crear un protectorado en. la franja costera comprendida entre Bayona y Bilbao con el curioso -y quizá apropiado, hasta cierto punto- nombre de Nueva Fenicia. La pérdida de las colonias americanas y la primera guerra civil contribuyeron a mantener el comercio vasco en el deficiente estado en que había caído a principios de siglo. En la ingente obra de Madoz, realizada en los últimos años cuarenta, se afirma: "Calamidades sin cuento han caído en nuestros días sobre el comercio de Vizcaya; no era bastante sin duda haber perdido por las faltas de nuestra administración el ramo de que hemos hablado (lanas) porque vino la guerra civil y, no satisfecha con destruir considerables fortunas, ahuyentó a los exportadores, y el establecimiento de las aduanas quitó a éstos y a los importadores el aliciente de la franquicia, de la exención, que desde inmemorial tenía el comercio vizcaíno: verdad es que las mismas aduanas han dado algún desarrollo al comercio con las colonias y con las que fueron nuestras posesiones en América, pero tampoco puede negarse que estas expansiones sólo son para las casas más poderosas y que las aduanas han destruido las innumerables tiendas de Bilbao, que abundantemente surtidas y en mucha mayor escala que las de otros pueblos, sostenían en gran parte el comercio de Vizcaya, que ha quedado sin vida propia ni representación desde que a la Real Junta de Comercio se han quitado sus primitivas atribuciones, y que desaparecería completamente si el Gobierno, que percibe todos los rendimientos, no atendiese a la mejora de la ría y puerto de Bilbao". Aún más deprimente es el estado del comercio en Guipúzcoa, que "no es siquiera la sombra de los antiguos tiempos". Y siguen las tintas negras: "a la par de la decadencia del comercio camina también la navegación". Aunque la descripción detallada del comercio marítimo de la provincia revela aún cierta vitalidad: "Las corbetas y bergantines, o sean los barcos de cruz, se emplean en el comercio de Ultramar, a donde conducen machetes y ferretería de la provincia, completando la carga con trigo que reciben en el puerto de Santander, y traen azúcar, café y cacao para el consumo del país y de Navarra y Aragón: los lugres y quechemarines, o sean barcos de cabotaje, extienden algunas de sus expediciones desde el Canal de la Mancha a los puertos del Mediterráneo, y se dedican al transporte de toda especie de géneros y al del mineral de Somorrostro para el consumo de las ferrerías del país y de Navarra; las lanchas fleteras se ocupan en el transporte de los géneros de consumo desde las plazas de San Sebastián, Bilbao y Santander a los puertos más acomodados para su importación en el interior del país; conducen mineral de hierro de Somorrostro para las ferrerías, y extraen duelas y ferretería, especialmente las primeras para Santander, donde se destinan a la construcción de barricas para empaque de harinas". La flota mercante guipuzcoana contaba con cuatro corbetas, 10 bergantines, 7 lugres, 5 quechemarines y 39 lanchas fleteras, totalizando 3.211 toneladas, de las que pertenecían a San Sebastián más del 90 %. Vizcaya poseía seis buques mayores de 400 toneladas, 167 entre 80 y 400 y r 15 menores de 80. En conjunto 35.901 toneladas, once veces más que Guipúzcoa. De Navarra dice Madoz: "Esta provincia es... de escasísima importancia comercial; reducidos sus naturales a los intercambios indispensables para procurarse algunos artículos de los que carece, conduce sus vinos y grano a las Provincias Vascongadas, surtiéndose en ellas de coloniales, de que se hace un gran consumo en el país. Abunda en fierros de muy buena calidad que se exportan para América por -los puertos de San Sebastián y Bilbao". En Alava, registra la desorientación producida en los comerciantes por el aún reciente cambio en las aduanas; pero expresa confianza en un futuro próximo, porque Alava "...tocará las ventajas que resultan de ejercer el tráfico entre provincias tan activas como las Vascongadas con las limítrofes de Castilla... este comercio será tanto más activo cuanto buenas son, repetimos, las proporciones que le ofrecen los caminos y medios de comunicación". Muy pocos años más tarde las predicciones optimistas se confirmarían; a la excelente posición de Vitoria como encrucijada de caminos se añadiría el ferrocarril del Norte, cuyo trazado atravesará las provincias de Alava y Guipúzcoa, vitalizando sus tierras.