La segunda época del Nuevo Teatro surgido en Donostia está protagonizada por los continuadores de la labor de Marcelino Soroa, Victoriano Iraola y Sefarín Baroja. Y al frente de estos epígonos, Toribio Alzaga, figura capital del momento y gozne entre la generación de fin de siglo y el teatro de la II República.
La práctica teatral, que hasta entonces reposaba en la intuición y el talento natural de sus practicantes, de la mano de Alzaga se convierte en una disciplina que se desarrolla y perfecciona a base de estudio y trabajo, dirigida a un público al que también había que formar con espectáculos de calidad y contenido: "Es hora -afirmaba Alzaga- de que en las obras vascas no se fíe al patriotismo del público el éxito de aquéllas, sino que se procure obtenerlo mediante el concurso de cuantos medios ofrece el arte para el mayor esplendor de las representaciones dramáticas".
Él fue el más popular de los autores euskaros de su tiempo. Escribió muchos juguetes cómicos, algunos de los cuales, por su éxito, engrosarían el acervo castizo donostiarra, además de óperas y adaptaciones de clásicos. Textos que fueron reiteradamente escenificados y editados en aquellos años iniciales del siglo XX y se recuperaron con el resurgir del teatro en euskera durante los años cincuenta.
La segunda personalidad de referencia en este momento histórico es Avelino Barriola Azpiazu. Empresario y militante nacionalista de primera hora, ocupó diversos puestos de responsabilidad política, y acumuló un amplio repertorio de comedias, dramas y zarzuelas. A diferencia de sus conmilitones vizcaínos, escribió únicamente en lengua vasca, en coherencia con su opinión de que el "teatro vasco ha de ser en vasco". A propuesta suya, cuando ejercía como concejal del Ayuntamiento de la ciudad y como miembro de la Comisión de Fomento, en 1915 se fundó la Escuela de Lengua y Declamación Eúskaras, cuya cátedra fue adjudicada a Toribio Alzaga. Hasta la Guerra Civil, su cuadro de actores, Euskal Iztundea, representó 51 textos distintos, casi la mitad del propio Alzaga o adaptaciones de clásicos como Macbeth de Shakespeare o Ramuntxo de Pierre Loti, así como originales de distintos autores jóvenes. Euskal Iztundea llevó el teatro en euskera por los principales pueblos de Gipuzkoa fomentando así la afición y elevando el nivel de la escena vasca.
Característico del teatro popular navarro es el género religioso, muy fértil desde las primeras décadas del siglo XX. Algunas de sus manifestaciones siguen plenamente vigentes aún hoy: caso de los misterios de Sangüesa y Obanos, a partir de textos de José de Legarda y Manuel Iribarren, respectivamente. Otros cultivadores del género fueron los también sacerdotes Genaro Xavier Vallejos y Antonio Ona de Echave; el conocido periodista, poeta, comediógrafo y libretista de zarzuela Alberto Pelairea dramatizó la historia de San Miguel de Aralar.