El equivalente a Marcelino Soroa en Gipuzkoa, en la Bizkaia de fin de siglo lo encarnó, con matices propios, el sacerdote Resurrección Mª de Azkue. Profesor de euskera en el bilbaino Patronato de Obreros de Iturribide, en su escenario se estrenó el año 1895 Vizcaytik Bizkaira, un sainete folklórico al estilo más tradicional que, como Iryarena de Soroa, abrió una nueva vía y generó mucha afición. También el teatro de Azkue ponía el acento en un humor localista enmarcado en una ideología acusadamente fuerista. Pero, a diferencia del donostiarra, quien después de la bilingüe Iryarena hizo un teatro exclusivamente euskaldun, las obras de Azkue alternaban las dos lenguas según la situación y los personajes, sin descuidar por ello que la promoción del euskera era su principal afán. Para Azkue, el teatro era el medio más fácil y rápido "para fomentar en el pueblo el culto al euskera" dado que "nuestro pueblo lee poco y hay que suplir esa desidia con los recursos que ofrece un teatro popular".
Tras el sonoro éxito de Vizcaytik Bizkaira, el empresario Ramón de la Sota patrocinó la apertura de Euskaldun Biltokia, una ikastola de primaria ubicada en la calle Jardines con una pequeña sala de teatro. Allí, bajo la dirección de Azkue, una juventud aficionada impulsaría un nuevo teatro de raíz popular. A la vez, desde 1899, la revista Euskalzale, dirigida por el sacerdote lekeitiarra, fue publicando textos y música para escena de su propia factura, de autores clásicos como Pedro Ignacio Barrutia y de noveles que se iniciaban en la escritura de comedias.
Sólo cinco meses separan el estreno de Vizcaytik Bizkaira de la fundación del Partido Nacionalista Vasco por Sabino Arana Goiri, quien saludará la obra de Azkue como germen del "Teatro Nacional". Desde entonces y hasta la Guerra Civil, el nacionalismo priorizó el teatro por encima de otras manifestaciones de la política cultural, al ver en la escena una privilegiada tribuna propagandística y de difusión de sus ideas entre las masas. "Preciso es -sostendrá Arana- por medio del teatro (allí donde sea posible) ponerle al bizkaino delante de los ojos, más claro que en vivísimo cuadro, y hacerle sentir conmoviendo su fibra más delicada, la dignidad, los espantosos estragos que moral y físicamente causa en su Patria la dominación española".
El "Teatro Nacional" sobre el que Arana teorizó e intentó poner en práctica con varias obras, carece de aspiraciones artísticas y, cuando las tiene, están subordinadas a una eficacia política que se alcanza mediante dos procedimientos. Uno, el costumbrismo maniqueo que describe un mundo vasco tradicional, católico y virtuoso, invadido por forasteros atraídos por la industrialización. El segundo motivo del "Teatro Nacional" será la forja de una historia legendaria, una épica romántica en torno a una Euskadi edénica que, ante la necesidad de preservar su independencia, se alza en armas y alumbra héroes. Por uno u otro camino, el teatro perseguirá inducir sentimientos patrióticos entre los espectadores.
Para una mayor difusión, las obras del teatro nacionalista fueron escritas y representadas principalmente en castellano. Se daba así la paradoja de que, mientras el teatro bizkaitarra cantaba y suspiraba por la lengua vasca en castellano, fue en Gipuzkoa donde se creó una verdadera tradición escénica popular en euskera alejada de sesgos ideológicos.
Antonio Labayen, primer historiador del teatro vasco, habló de un "teatro de expresión castellana, pero de inspiración vasca, que tuvo en Bilbao ilustres y afortunados cultivadores". Bajo esa etiqueta se engloban los colaboradores y seguidores de Azkue que participaron en la eclosión del teatro en Bizkaia entre finales del XIX y comienzos del XX desde posiciones acusadamente nacionalistas: Alfredo Echave, Nicolás Viar, Oscar Rochelt, Gustavo Scheifler, Emiliano de Arriaga, Miguel Cortés, Isidro Parada, Alberto Achica Allende, Enrique de Orueta, Manuel de la Sota e 'Imanol' Aznar, entre otros. Obras de estos autores fueron llevadas a escena por Juventud Vasca de Bilbao, organismo nacido en 1904 y que hizo suyo el proyecto aranista de un Teatro Nacional Vasco para la catequización ideológica de las masas. No pocos de aquellos cultivadores del teatro nacionalista eran hijos arquetípicos de la burguesía bilbaina. Pero, paradójicamente, todos ellos cultivaron un teatro de contenido ruralista y pseudohistoricista, de corte tradicionalista y antiindustrialista; en muchos sentidos, antibilbaino.
Dos años después de Vizcaytik Bizkaira de Azkue y del estreno de De fuera vendrán... de Sabino Arana, en 1897, vio la imprenta el sainete Euterpe fúlgida de Oscar Rochelt y Nicolás Viar, que fijó un modelo de teatro nacionalista como mezcla de costumbrismo urbano y de ideología antimaqueta. Pero por la amplitud de su producción y por la popularidad alcanzada, Alfredo Echave destaca por encima de los restantes autores del período. Formado en el Euskaldun Biltokia de Azkue, tras su clausura consiguió que se habilitara un pequeño escenario en el Centro Vasco de Bilbao donde empezó a estrenar sus obras desde 1905. Músico de formación, creó piezas cercanas al género de la zarzuela a la manera de Azkue, dramas histórico-legendarios, comedias de costumbres, y composiciones líricas en colaboración con Jesús Guridi.
El nacionalismo obtuvo un incuestionable éxito en su estrategia teatral-propagandística tanto en los años de la Restauración como durante la II República. Pero no exenta de crisis, dado que tuvo que madurar una vez que, en sus fundamentos, el modelo se reveló como agotado antes de terminar el segundo decenio del siglo XX. Así lo denunció el periodista y comediógrafo Joaquín Adán desde las páginas de Hermes:
"Estamos ya decepcionados de esas escenas de aldeanos ladinos y socarrones que delectan a los espectadores simples con sus marrullerías y torpe hablar; estamos decepcionados de la tímida doncellita rural, del indiano, del bilbaino de las siete calles, del chacolinero glotón. Los hemos visto agitarse muchas veces en el tablado, pronunciar palabras y desvanecerse para siempre, porque no tenían otro mérito que el de sus palabras, de las cuales quiera Dios librarnos para los siglos de los siglos. Y, sin embargo, se nos decía que eran tipos vascos, costumbres vascas y vida vasca".