Concepto

Teatro

Se define como Teatro Independiente al movimiento que, entre finales de los sesenta y comienzos de los ochenta, planteó una oposición social, política y cultural contra las estructuras dominantes en la España franquista desde la producción de espectáculos escénicos. Subordinando la creación artística a la reflexión y a la denuncia, el Teatro Independiente se servía de unos medios materiales y de expresión limitados e incluso deliberadamente pobres, de donde vino el famoso cliché de la "estética de furgoneta" (por la necesidad para su itinerancia de que todo el aparejo y los actores cupiesen en un vehículo de pequeñas dimensiones).

La eclosión del Teatro Independiente vasco se produce entre 1967 y 1969, y cristaliza en formaciones que, en ruptura con los modelos anteriores, sentarán las bases de una nueva forma de afrontar el hecho teatral. Aunque toda catalogación es complicada tratándose de un fenómeno tan heteróclito, nos aventuramos a destacar como grupos representativos a los siguientes: en Bizkaia, Akelarre, Cómicos de la Legua, Geroa y Cobaya Teatro Cósmico; en Gipuzkoa, Orain; La Farándula en Álava; y El Lebrel Blanco en Navarra.

A contrapelo del teatro burgués, estos grupos salieron en busca de públicos populares con obras que tocaban temas cotidianos, ignorados por el discurso oficial, con un contenido político más o menos explícito. En este sentido, tanto para actores como para público las representaciones solían tener un carácter de rebeldía, de militancia; eran sustitutivos del mitin político o de la asamblea; de ahí que, al recuperarse las libertades de asociación y de opinión desde 1977, el Teatro Independiente entrase en una profunda crisis de la que ya no se recuperaría.

Frontones, plazas, centros parroquiales, clubes sociales, etc., hacían las veces de salas alternativas. "¿Dónde actuamos? ¡Pues donde nos dejan!", afirmaban en prensa los miembros de un conocido grupo bilbaino. Hagamos notar que El Lebrel Blanco fue el único colectivo vasco que hizo realidad el sueño de gestionar su propia sala, en la calle Amaya de Pamplona, sala que además estuvo integrada dentro de selecta una red de teatros independientes españoles. Una bomba terrorista finiquitó la experiencia.

De manera más informal, en las principales ciudades también surgieron espacios alternativos: el salón de actos de Santiago Apóstol en Bilbao; Casa del Cordón y los Marianistas en Vitoria; el teatro de bolsillo del Gran Kursaal o la abadía de San Telmo en Donostia; los más o menos improvisados salones de Durango y Barakaldo. Por allí desfilaron prácticamente todos los grupos importantes del Teatro Independiente español y, en algunos casos, incluso del panorama internacional.

Los intentos por crear salas estables y redes descentralizadas de distribución se saldaron en fracaso. Tampoco tuvieron éxito los primeros ensayos de profesionalización del sector mediante diversificación de las actividades de los grupos (actuaciones, enseñanza, construcción de máscaras y decorados, publicidad y trabajos por encargo, etc.). A pesar de tanta precariedad, el Teatro Independiente dio, en ocasiones, pruebas de un excelente nivel artístico.

Como referente histórico unánimemente considerado como punto de inflexión para el Teatro Independiente español figura el Festival Internacional de Teatro, celebrado en San Sebastián en mayo de 1970 con organización de su Centro de Atracción y Turismo y del grupo Los Goliardos. La prohibición por parte de la censura del Ministerio de Información y Turismo de tres espectáculos programados condujo a un plante general de las compañías y a la brusca suspensión del festival tras ocupación asamblearia del teatro Principal (obvio remedo de lo sucedido en el parisino teatro del Odeón dos mayos antes). El que se dio en llamar "Festival Cero de Teatro Independiente" dejó un vacío que intentaron llenar las Semanas del Teatro Independiente de Bilbao los años 1973 y 1974, y, con mucha más fortuna, desde 1975 Vitoria con su Festival Internacional de Teatro.

El Teatro Independiente vio en el euskera un vehículo esencial para comunicar con amplios sectores populares. Por ello, desde temprana hora, los grupos incorporaron las clases de lengua a su agenda de trabajo. Cómicos de la Legua produjo su primer espectáculo euskaldun en 1976, Akelarre en 1977, y Orain en 1980. A la par que declinaba el militantismo político y se iban apagando los furores revolucionarios, se fue despertando el interés por la cultura vasca. Resulta en este orden bastante significativo que a la disolución de Cómicos de la Legua, en 1980, sus "hijos póstumos" Karraka y sobre todo Maskarada se volcasen en la investigación sobre las tradiciones y estéticas autóctonas. Bebiendo de formas parateatrales (pastorales, carnavales, acervo ritual y festivo, etc.), y con la complicidad literaria de Bernardo Atxaga, más una acertada selección de textos de autor (Darío Fo, Marc Legasse), Maskarada desacralizó la escena vasca y proyectó una percepción renovada del teatro desde el ámbito euskaldun.

Como se ha indicado, en la creación colectiva residía una de las señas de identidad del Teatro Independiente por lo cual la presencia de autores locales es más bien escasa. Pero hubo grupos que colaboraron estrechamente con escritores, dando excelentes resultados: El Lebrel Blanco con Patxi Larrainzar, Akelarre con Rapha Bilbao, Geroa con Ramiro Pinilla e Ignacio Amestoy, Cómicos y Maskarada con el mencionado Bernardo Atxaga.

El vacío dejado por el autor fue a ocuparlo a menudo el director como demiurgo aún más absoluto que aquel. En tal sentido, cabe definir como "autor" destacado de aquellos años a Luis Iturri, pese a que no se reclamara como tal. El director de Akelarre fue un brillante renovador de los lenguajes teatrales sobre los que investigó a partir de textos ajenos y de dramaturgias propias. Discípulo de Iturri, y como él director-dramaturgista, Ramón Barea empezó siendo una especie de coordinador de creaciones colectivas en Cómicos de la Legua, y acabó como artífice casi absoluto de muchos de los espectáculos de Karraka. En esta misma categoría incluimos a Elena Armengod, inspiradora y rectora del grupo Bekereke, referencia nacional e internacional del teatro experimental de los ochenta.

El Teatro Independiente amamantó a una nueva generación de actores y de creadores que nutrirían la incipiente industria audiovisual vasca, y cuyas experiencias servirán de referente para las nuevas formaciones teatrales surgidas en la década de 1980.