Non assigné

VEGETACIÓN (BIOLOGÍA)

Vegetación permanente o azonal.
Vegetación acuática e higrófila. Se engloban bajo esta denominación las comunidades vegetales ligadas a suelos inundados y encharcados de las inmediaciones de charcas, lagunas, cursos fluviales, etc. La distribución de las comunidades en estos medios está determinada principalmente por la profundidad, la movilidad y las características físico-químicas del agua. En los medios inundados suelen desarrollarse comunidades pauciespecíficas (con una o pocas especies) formadas por hidrófitos, es decir, plantas enteramente sumergidas o con partes flotantes sobre la superficie del agua, de los géneros Potamogeton y Ranunculus principalmente. En las aguas tranquilas son comunes los hidrófitos con hojas redondeadas flotantes, como el nenúfar (Nuphar lutea) y Potamogeton natans, mientras que en las aguas corrientes son más abundantes aquellos que tienen hojas lineares o divididas, sumergidas (Ranunculus penicillatus, Potamogeton pectinatus). Las orillas de los medios acuáticos suelen estar ocupadas por comunidades de helófitos, que son aquellas plantas cuya parte inferior queda sumergida pero que emergen en mayor o menor medida fuera del agua. Los arroyos y charcas de aguas someras suelen verse invadidos por comunidades de pequeños helófitos como el berro (Nasturtium officinale) y el apio (Apium nodiflorum). En remansos de grandes ríos y lagunas, sobre suelos limosos inundados gran parte del año se desarrollan comunidades de grandes helófitos, como el carrizo (Phragmites australis) y la espadaña (Typha sp.). Hacia medios más secos, sobre suelos encharcados pero que no sufren largos períodos de inundación, prosperan las comunidades de grandes cárices (Carex elata, Carex riparia). Las turberas constituyen unos medios particulares que están también en gran medida ligados al agua. Las turberas de esfagnos o turberas altas se desarrollan en las montañas silíceas de la divisoria de aguas (Gorbea, Urkilla, Saioa...), sobre sustratos pobres en bases y de difícil drenaje. Las altas precipitaciones de estas montañas y las bajas temperaturas, junto con la acidez de la roca, propician la acumulación en estos medios de la materia orgánica, en su mayor parte procedente de musgos del género Sphagnum, con lo que se va formando la turba. La diversidad de comunidades vegetales que se puede encontrar en una turbera es muy elevada y está determinada por factores tales como el nivel freático y la mayor o menor fluencia del agua: cambios en centímetros del nivel freático causan la sustitución de unas comunidades por otras. La explotación de la turba hace peligrar estos medios tan sensibles ante cualquier modificación ambiental.

Vegetación halófila de costas y saladares. Los suelos sobre los que se asientan las comunidades halófilas suelen presentar un cierto grado de salinidad. Esta puede deberse a aportes procedentes de aguas marinas en los saladares costeros o de un sustrato yesoso, si hay suficiente aridez climática, en los interiores. La adaptación de las plantas a la salinidad, y a la sequía fisiológica que ésta provoca, consiste principalmente en el desarrollo de tallos y hojas suculentos, donde acumulan agua. La comunidad más frecuente en los saladares interiores es un matorral bajo formado por Suaeda vera, que suele aparecer en contacto con los tarayales hiperhalinos. Los saladares costeros se forman en las zonas de estuario, que se ven anegadas periódicamente por las aguas del mar durante las mareas altas. Suelen estar colonizados por plantas halófitas suculentas, principalmente de la familia de las quenopodiáceas (Arthrocnemum, Salicornia). Constituyen lo que denominamos marisma, que, a medida que nos alejamos de la influencia de la marea y aumenta la del agua dulce del río, pasa a denominarse marjal subhalófilo, en el que se desarrollan comunidades dominadas por juncos halófilos (Juncus maritimus, J. acutus) y carrizos (Phragmites australis). En las costas se pueden reconocer otros dos complejos de vegetación afectados también por el agua del mar, como son los acantilados y las playas y dunas, exponentes, respectivamente, del avance del mar y de su retroceso: los acantilados están continuamente erosionándose por la fuerza del oleaje, mientras que en las playas se va depositando la arena. Las comunidades que colonizan los acantilados varían en función de la naturaleza química de la roca, y se disponen formando cinturas paralelas a la línea litoral en relación con una mayor o menor influencia del mar. Plantas típicas de estas comunidades son Crithmum maritimum, Plantago maritima y Limonium binervosum y, por supuesto, el endemismo vasco Armeria euskadiensis. Las playas están sometidas a la acción de las mareas y no presentan comunidades vegetales estables, pero las dunas que se van formando a partir de ellas sí que son colonizadas por varios tipos de comunidades, denominadas psammofilas, constituidas principalmente por gramíneas (Elymus farctus, Ammophila arenaria). Estas comunidades se disponen en cinturas paralelas, desde las dunas más móviles o embrionarias hasta las denominadas dunas grises, mucho más estabilizadas y con apreciable desarrollo del suelo, provocado por la mayor y más estable cobertura vegetal.

Vegetación rupícola. Las comunidades rupícolas colonizan biótopos rocosos, bien cantiles y paredones o bien pedregales más o menos móviles. Las plantas que forman estas comunidades, llamadas casmófitos, enraizan en el suelo que se acumula en las grietas y fisuras de los cantiles o en el que yace bajo la capa de piedras de las pedreras, al que llegan por medio de unos tallos largos y flexibles. Estos medios son mucho más frecuentes en las zonas montañosas, donde participan en alto grado en el paisaje, y por tanto muchas de las plantas rupícolas son propias de la alta montaña, con distribución pirenaico-cantábrica, como por ejemplo Dethawia tenuifolia, Saxifraga trifurcata, Aquilegia pyrenaica y Potentilla alchimilloides. La aparición de las distintas comunidades vegetales dependerá en gran medida de la naturaleza química de la roca, y en el caso de las pedreras, también del tamaño de los cantos y de su movilidad.

Vegetación quionófila de alta montaña. Se incluyen bajo esta denominación las comunidades vegetales que ocupan los biótopos largamente innivados del piso alpino, denominados neveros o ventisqueros. De mayor a menor espesor y permanencia de la cobertura nival, se distinguen: comunidades formadas únicamente por musgos en las zonas más innivadas, comunidades de sauces rastreros (Salix herbacea, S. retusa), pastizales calcícolas de Sesleria albicans y Carex sempervivens y pastizales acidófilos dominados por el cervuno (Nardus stricta). Estos cervunales están ligados a elevados requerimientos hídricos procedentes de la nieve y de la lluvia.

Vegetación nitrófila. Las comunidades nitrófilas suelen ocupar suelos provistos de aportes extras de nitratos y fosfatos, bien por vía directa (normalmente debido a la actividad humana), bien por descomposición de la materia orgánica acumulada. Estas comunidades están, por tanto, muy ligadas a la actividad humana y en vías crecientes de expansión. Suelen habitar campos de cultivos, escombreras, cunetas, etc. La gran variedad de biótopos ricos en sustancias nitrogenadas y fosfatadas causa la enorme diversidad de este tipo de comunidades, pudiéndose distinguir comunidades anuales y vivaces, de suelos secos y suelos húmedos, de tapias, de cultivos de verano y de cultivos de invierno, etc. Algunas de las más conocidas son por ejemplo los ortigales, en los que domina Urtica dioica, los cardales, formados por diversos cardos de los géneros Carduus, Cirsium, Onopordon, etc., y las comunidades de malas hierbas, entre las que la amapola (Papaver rhoeas) es por todos conocida.

Idoia BIURRUN
Javier LOIDI