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Navarra

El arte prehistórico cuenta con estimables muestras en Navarra. Algunos de los ejemplos más tempranos datan del paleolítico, como la cueva de Alkerdi en Urdax, que posee un conjunto de grabados parietales en los que se reproducen las figuras de diversos animales como bisontes, ciervos y caballos. Más tardías son las pinturas de estilo esquemático halladas en Etxauri en el abrigo la Peña del Cantero I y II, las de la cueva de Basaura en Barindano, así como las de la cueva de Ciriza, todas ellas datadas en época post-paleolítica.

Las huellas de la romanización están presentes en los restos hallados en yacimientos como los de Pamplona, Eslava, Andelos, Santacara, Cascante y Arellano. Los ejemplos más significativos corresponden a restos parciales de arquitecturas, algunas esculturas como retratos y pequeña estatuaria en bronce, mosaicos y estelas. Asimismo requiere una mención específica por su singularidad la Mezquita Mayor de Tudela, erigida en el siglo IX en un solar que ocupan en la actualidad la Plaza Vieja y parte de la catedral, y de la que se conservan varios capiteles, modillones y almenas.

Uno de los templos más antiguos de Navarra es San Miguel de Aralar en Huarte-Araquil, cuyas primeras referencias documentales datan del 1032 y su consagración del 1074. Este primitivo templo fue ampliado en el siglo XII, otorgándole su estructura actual de tres naves, cuatro tramos y tres ábsides. De este periodo data también San Miguel de Izaga que, junto con Aralar, constituyen algunos de los ejemplos más tempranos del románico en la provincia. Uno de los conjuntos románicos más emblemáticos de Navarra es el monasterio de San Salvador de Leire. Sus orígenes se remontan al siglo IX, si bien el grueso de la construcción actual (ábsides, nave principal, cripta, torre y Porta Speciosa) data de los siglos XI y XII. Sobresale asimismo el monasterio benedictino de Santa María la Real de Iratxe en Aiegi, que cuenta con una iglesia románica del siglo XII y otros elementos posteriores de interés como el claustro viejo y la torre, construidas en los siglos XVI y XVII respectivamente.

Por otro lado, destacan algunos monasterios cistercienses fundados en el siglo XII como el de La Oliva en Carcastillo, el Santa María la Real de Iranzu en Abárzuza, el de Fitero o el de Santa María de la Caridad en Tulebras. Estos dos últimos son considerados respectivamente, como las primeras fundaciones masculina y femenina de la orden en la península ibérica. También del siglo XII data la construcción de algunos templos pertenecientes a la merindad de Sangüesa como Santa María la Real de Sangüesa, que se erigió como capilla del palacio real, San Adrián de Vadoluengo, una pequeña iglesia de una sola nave y cabecera circular, Santa María y San Pedro de Aibar o Santa María del Campo en Navascués, convertida en la actualidad en capilla del cementerio.

Estella es otro de los focos románicos destacables de Navarra y cuenta con interesantes arquitecturas construidas a lo largo del siglo XII como San Jorge de Azuelo, San Juan Bautista de Aberin, San Andrés en Villamayor de Mojardín, o la ermita de San Andrés en Aguilar de Codés. Todos ellos son interesantes ejemplos, aunque relativamente modestos en comparación con otros como San Pedro de la Rúa o las iglesias parroquiales de San Miguel y de San Juán de Estella. Sobresale asimismo la iglesia del Santo Sepulcro en Torres del Río, con planta centralizada en forma de octógono y una torre con función de faro en la que al anochecer se solía encender una hoguera que guiaba a los peregrinos del camino de Santiago. Nuestra Señora de Eunate en Muruzabal guarda muchos paralelismos con la anterior, tanto en el tipo de planta como en la presencia de la mencionada torre faro.

La catedral de Tudela requiere un tratamiento específico dada su singularidad e importancia. Este edificio fue construido a lo largo de los siglos XII y XIII en sustitución de la primitiva colegiata de Santa María, templo reconvertido al culto cristiano que en origen albergó la mezquita mayor de Tudela. Uno de sus muchos rasgos llamativos es la curiosa fusión entre la traza románica de los muros y la cubrición realizada por medio de bóvedas de crucería góticas, cuestión que evidencia que su construcción se prolongó durante un periodo de transición estilística. También son reseñables su claustro y sus portadas, elementos que destacan por la cantidad y la calidad de la escultura que albergan.

En el ámbito de la escultura son muchos los ejemplos que merece la pena destacar De entre las portadas románicas más notables cabe mencionar la Porta Speciosa de Leire, la de Santa María la Real de Sangüesa, San Miguel en Estella, San Jorge en Azuelo, o la de San Juan Bautista en Aberin. Destaca asimismo la escultura aplicada a elementos como modillones o capiteles. De estos últimos, sobresalen los del claustro de la catedral de Tudela con escenas como el traslado de los restos de Santiago Apostol, la resurrección de Lázaro o el descenso al Hades. En lo tocante a las artes suntuarias, cabe mencionar el frontal de esmaltes románico de San Miguel de Aralar, pieza de excepcional calidad que en la actualidad preside el altar mayor de la iglesia.

Pese al hecho de que algunos de los ejemplos de esencia románica anteriormente citados poseen elementos con un lenguaje híbrido o de transición hacia el gótico, el desarrollo de este último estilo se aprecia en algunas obras tempranas como la colegiata de Roncesvalles. Consagrada en 1219, destaca por sus puntos de confluencia con algunos importantes referentes del gótico francés como Notre Dame de París. También en Roncesvalles, importante punto del camino de Santiago, destaca la iglesia de San Miguel edificada poco después que la colegiata.

La construcción de Santa María de Viana se llevó a cabo entre finales del siglo XIII y comienzos del XIV, si bien si bien algunos de sus espacios se completaron en siglos posteriores. Su esquema primitivo gótico se aprecia en el interior articulado en tres naves con cuatro tramos y cabecera poligonal. Cuenta además con la particularidad de ser el lugar en el que se halla enterrado César Borgia. Santa María la Real de Olite fue erigida en el siglo XIII y su fachada completada a comienzos del XIV. Adosada al palacio real, esta iglesia fue concebida como lugar para la celebración de actos solemnes y destaca no solo por lo arquitectónico sino también por su portada. Muy influenciada por el lenguaje de los talleres parisinos, es considerada como una de las portadas góticas más sobresalientes de Navarra.

La Catedral de Pamplona es otro ejemplo relevante. El comienzo de su construcción está datado en 1394 y se llevó a cabo en varias fases, con periodos de interrupción vinculados a hechos como la guerra civil de 1451. Está formada por tres naves con seis tramos, uno de ellos añadido en el siglo XVIII durante la construcción de su fachada y posee elementos singulares como su cabecera, cuya traza se atribuye a Johan Lome.Por otro lado, posee elementos de construcción anterior como su claustro, que comenzó a edificarse en torno al 1280, al igual que también lo es la capilla Barbazana, erigida probablemente como sala capitular, fue transformada en capilla funeraria del obispo Arnaldo de Barbazán y también usada como sede del tribunal eclesiástico a partir del siglo XV. Asimismo destacan otras dependencias como el refectorio y la cocina, que datan de mediados del siglo XIV.

La escultura gótica tuvo un gran desarrollo en el ámbito funerario, hecho que puede constatarse en ejemplos como el sepulcro de Sancho VII el Fuerte en la colegiata de Roncesvalles, el de Ximénez de Rada en Santa María de Fitero, ambos del siglo XIII, o los de Arnaldo de Barbazán y Miguel Sanchiz de Asiain, ambos en la catedral del Pamplona y datados en el siglo XIV. A la siguiente centuria pertenecen el sepulcro del canciller Francisco Villaespesa en la catedral de Tudela, el del presbítero del convento de San Francisco en Olite, así como los de Carlos III de Navarra y Leonor de Castilla, Pere Arnaut de Garro y Juana de Beunza, o el de Sanchiz de Oteiza, todos ellos en la catedral de Pamplona.

La estatuaria de bulto redondo cuenta con notables representaciones de vírgenes como la de Los Arcos, la del Puy en Estella, la de Ochagavía, la de Roncesvalles, la de Urricelqui, la del Consuelo de la capilla Barbazana en la catedral de Pamplona, la Virgen del Pilar en Cortes, la de Sorauren o la de Huarte. También son reseñables algunas tallas como la de Santiago en Puente la Reina, la de Santiago en Sansol, la Santa Ana Triple de Tudela, la Santa Catalina de San Martín de Unx, o el San Jorge de Estella. Destacan asimismo algunas portadas góticas como la Puerta del Amparo y la Puerta Preciosa, ambas de la catedral de Pamplona, la de Santa María la Real de Olite, la de la iglesia del Santo Sepulcro de Estella, la de Santa María de Ujué o la de San Saturnino de Artajona, entre otras.

La pintura tuvo un gran desarrollo en Navarra en la Baja Edad Media, pero no alcanzó su cenit hasta los siglos del gótico. El nacimiento del retablo fue crucial, pues se constituyó en una de las principales estructuras destinadas a albergar tanto pintura como escultura. Así gran parte de la producción pictórica sobre tabla forma parte de retablos entre los que cabe mencionar el de Santa Elena en San Miguel de Estella, o los de Santa Catalina de Alejandría y la Virgen de la Esperanza, ambos en la catedral de Tudela. De estilo gótico hispano-flamenco destacan el retablo de San Miguel de Barillas, el de la Visitación en Los Arcos, el de San Marcos en Cascante, el de San Saturnino en Artajona, así como los del Santo Cristo y Santo Tomás, ambos en la Catedral de Pamplona. Existen además destacables ejemplos de pintura mural gótica que en la actualidad forman parte de la colección del Museo de Navarra y que provienen -entre otros lugares- de la Catedral de Pamplona, San Martín de Ecay, San Pedro de Olite y San Martín de Artaiz.

El siglo XVI trajo consigo la llegada parcial y fragmentada del renacimiento a Navarra. Así en la arquitectura religiosa se dio un claro predominio de las iglesias de planta de una nave en sus diferentes variantes (con crucero, capillas entre contrafuertes, cabecera poligonal, etc.). Algunos de los ejemplos más reseñables son la parroquia de Santa María en Valtierra, Nuestra Señora de los Abades en Milagro o la de San Miguel en Lodosa. También el modelo de iglesia columnaria o hallenkirche, con las naves a igual o similar altura, cuenta con interesantes muestras como la Asunción en Cascante o San Juan Bautista en Cintruénigo. Lo renacentista, más allá de lo meramente decorativo, se aprecia en la iglesia de Ciga, así como en la cabecera y el crucero de San Miguel de Larraga y Santa María de Lerín.

Uno de los primeros referentes del lenguaje renacentista se aprecia en intervenciones específicas como el claustro del monasterio de Irache, el coro de la iglesia de Santa María en Torralba del Río, o la portada y torre campanario de la iglesia de Santa María de Los Arcos. Destacan además las portadas de Santa María de Caseda y especialmente la de Santa María de Viana, obra de Juan de Goyaz y Juan Ochoa, cuyo paralelismo con el modelo que Bramante utilizó en el palacio del Belvedere es más que notable.

Otro de los ámbitos de desarrollo arquitectónico y escultórico del renacimiento en Navarra fue el retablo. Destacan algunos como el retablo mayor de Santa María la Real de Sangüesa, el de Isaba, el de Ochagavía, el de Genevilla, el de San Juan Bautista en Mendavia o los de Huarte Araquil y Esquiroz, estos últimos obra de Juan de Beauves. Por otro lado, Juan de Anchieta, máximo exponente del romanismo en el País Vasco, dejó su impronta en retablos como el de Añorbe, el de Caseda, el de Aoiz, el de Obanos o el de Tafalla. Asimismo cabe mencionar algunas tallas de bulto redondo del siglo XVI como los crucificados de Santa María de Viana, el de Huarte Araquil de Pierres Picart y Juan de Beauves, el de Alsasua o el de la capilla de San Martín en la catedral de Tudela, este último de comienzos del siglo XVII.

Por otro lado, sobresalen algunos muebles litúrgicos como las sillerías de coro entre las que podemos mencionar la de la catedral de Tudela, la catedral de Pamplona, la de Añorbe, la de Allo y la de Los Arcos. También el retablo pictórico cuenta con interesantes muestras en Navarra. Tal es el caso del de San Esteban en Esparza de Galar, el de Ororbia, el de Cizur Mayor, el de Burlada, el de Lete o el de Sagaseta. Algunos de los maestros más destacables de la pintura navarra del siglo XVI fueron Juan del Bosque, Juan de Bustamante, Miguel de Baquedano, Juan de Landa y Miguel de Oscariz.

El barroco tuvo en la arquitectura conventual un importante ámbito de desarrollo, con ejemplos como los conventos del Carmen y de Nuestra Señora de Araceli de Carmelitas Descalzos en Corella, el de San Pablo de Concepcionistas Recoletas en Estella, los de Capuchinas, Dominicas y Carmelitas Calzados de Tudela, así como los de Santa Ana y la Inmaculada Concepción en Pamplona. Asimismo requieren una mención específica, dada su importancia en el conjunto de la arquitectura barroca Navarra, la basílica de San Gregorio Ostiense en Sorlada y capillas como la de Nuestra Señora del Camino (1717) y la de San Fermín (1776) en Pamplona, capilla esta última que alberga la popular talla del santo que data de finales del siglo XV.

La escultura barroca en Navarra tuvo un gran desarrollo en el retablo y en las imágenes y pasos procesionales. En este periodo destaca el foco tudelano con emblemáticas obras presentes en la catedral, en la iglesia de las Dominicas, en la de San Jorge el Real o en la de la Enseñanza. También son importantes los retablos de la parroquia del Rosario en Corella, el de Ablitas, el de Miranda de Arga o el del Carmen de Tudela, creados entre el siglo XVII y comienzos del XVIII. Muchos de ellos fueron realizados por familias de artistas como los San Juan, los Gurrea o los Serrano, entre otras. El retablo rococó del siglo XVIII cuenta con interesantes muestras como el de San Martín de Tours de Lesaka, obra de Tomás de Jauregui, el del Salvador de Irurita, así como algunos retablos de San Andrés en Azpilicueta y San Gregorio Ostiense, obras de Silvestre de Soria.

Por otro lado, sobresalen algunas tallas de bulto redondo como el crucificado de San Juan Bautista en Cintruénigo, el Cristo de la Guía de Santa María de Fitero, o el Cristo yacente del convento del Carmen de Tudela, así como las imágenes de santos de nueva canonización como el San Francisco Javier de la basílica de Mendigaña en Azcona o el de la catedral de Pamplona. En el ámbito pictórico destaca notablemente la figura de Vicente Berdusán, pintor asentado en Tudela del que destacan -entre otros- los trabajos realizados en Corella, Valtierra, Tudela y Pamplona.

Las huellas del neoclasicismo en Navarra pueden apreciarse en interesantes ejemplos como la Iglesia de San Pedro en Mañeru (1785-1799) de Santos Ángel de Ochandategui, artífice de la torre de la iglesia de Santiago en Puente la Reina (1777), de la de San Juan Bautista de Mendavia (1783-1786), así como de la fachada de la catedral de Pamplona (1783-1799), obra que realizó en colaboración con Ventura Rodríguez. Destacan otros templos como San Juan Evangelista en Peralta (1826-1833) de Manuel Ángel de Chávarri, o Santa María de Allo (1805-1821) de Pedro Nolasco Ventura, que también proyectó la torre y la portada de San Salvador de Arróniz (1804-1814). En el ámbito escultórico son destacables algunos sepulcros como como el de Espoz y Mina o el del Conde de Gages, ambos en el claustro de la catedral de Pamplona. Asimismo destacan las pinturas que Luis Paret y Alcázar realizó en la Capilla de San Juan del Ramo en Santa María de Viana.

En el siglo XX sobresalen algunas arquitecturas proyectadas por Victor Eusa como la Casa de Misericordia (1927), la Iglesia y convento de los Paules y el colegio de los padres Escolapios, ambos de 1928, el Seminario de Pamplona (1931), o el colegio de los hermanos Maristas (1956). Destacan además otros proyectos, como la impactante y moderna iglesia de San Jorge (2009), obra de Fernando Tabuenca y Jesús Laeche. Asimismo la temática religiosa fue abordada por pintores navarros del siglo XX como Javier Ciga Echandi, Miguel Pérez Torres, al igual que también lo hicieron escultores como Áureo Rebolé, Constantino Manzana, José Ulibarrena, Antonio Loperena, José López Furió, Juan Miguel Echeverría, Antonio Eslava y José Urdin, entre otros.

Navarra cuenta en su patrimonio con importantes ejemplos de arquitectura civil que datan de época medieval. El Palacio de los Reyes de Navarra en Torres del Río (siglo XII), es uno de los ejemplos más tempranos y un interesante referente de la arquitectura civil románica hispana. Asimismo, la importancia de la arquitectura civil gótica queda patente en gran cantidad de construcciones de diversa índole. Tal es el caso de palacios y castillos como el de Javier, cuyos orígenes se remontan al siglo X y fue ampliamente reformado en siglos posteriores, el de Tiebas (siglo XIII), del que sólo se conservan sus ruinas, el de Olite y el de Mendilorri, ambos del siglo XIV, así como los de Arazuri y Marcilla erigidos en el siglo XV. Cabe destacar también algunas torres tardo-medievales como las de Celigüeta, Ayanz y Olcoz, así como el Palacio del Deán de Tudela, construido a finales del siglo XV y del que sobresale su fachada de estilo gótico mudéjar.

La llegada del nuevo lenguaje arquitectónico y de los repertorios de carácter humanista propios del Renacimiento, puede apreciarse en el Palacio del Marqués de San Adrián y la Casa del Almirante, ambos ejemplos construidos en Tudela en el siglo XVI. A la misma centuria pertenecen otras notables arquitecturas como el Palacio de Azpilcueta en Barásoain, el de Andéraz en Abárzuza de influencia italiana, o el Palacio de los Abades en Carcastillo. En lo escultórico, sobresalen algunos elementos del Palacio de los Eguía y el de San Cristóbal ambos en Estella, así como la fachada de la Casa Motza en Villava.

El palacio fue una de las principales tipologías en las que se desarrolló la arquitectura civil barroca en Navarra. Aunque la nómina de edificios barrocos de interés resultaría muy extensa, destaremos el Palacio de los Bobadilla en Villafranca, el de Vallesantoro en Sangüesa, o el de los Colomo en Miranda de Arga, edificados entre el siglo XVII y comienzos del XVIII. A esta última centuria corresponden otros notables ejemplos como el Palacio de los Gómara en Valtierra, el de Arizcunenea en Elizondo, el de la Plaza de los Fueros en Estella, el de Gastón de Iriarte en Irurita o el de Ezpeleta en Pamplona del que destaca su imponente portada.

La modernización de las ciudades derivada del pensamiento racionalista imperante en el siglo XVIII se aprecia también en Navarra en algunos ejemplos como el proyecto de traída de aguas del arquitecto Ventura Rodríguez, que se materializó en la construcción del Acueducto de Noain entre 1782 y 1790. Además de algunos interesantes proyectos de Santos Ángel de Ochandategui, en el ámbito arquitectónico sobresale el Palacio de la Diputación de Navarra en Pamplona, ideado por José de Nagusia en 1840, creador también de la Fuente de la Plaza de Navarra en Tafalla. De esta última tipología, destacan la Fuente de la Abundancia, la de la Plaza de Recoletas, la de Neptuno niño, la de Santa Cecilia y la del Consejo, todas ellas proyectadas en Pamplona en 1788 por el artista Luis Paret y Alcázar.

Durante la segunda mitad del siglo XIX la mejora en el trazado urbanístico de la ciudad de Pamplona se convirtió en una cuestión inaplazable. Este anhelo se materializó en el primer ensanche de 1888. Tuvo su continuidad en el segundo ensanche ideado por Serapio Esparza en 1916 y en el Plan General de 1957. En estos ensanches se llevaron a cabo interesantes proyectos como la Plaza de Toros Monumental (1922), obra de Francisco Urcola remodelada por Rafael Moneo en 1966, la Colonia Argaray (1933) proyectada por Joaquín Zarranz y Juan de Madariaga, el edificio Sarasate 5 (1934) de Joaquín Zarranz o las viviendas Plazaola 2 (1968) proyectadas por Rafael Moneo. El arquitecto Victor Eusa requiere una mención especial, pues desarrolló en Pamplona importantes propuestas como la Casa Goicoechea (1924), el edificio de la Vasco-Navarra (1924), las viviendas Fernández Arenas 4 (1932), el Casino Eslava (1932), el Edificio Aurora (1950), así como el Hospital San Juan de Dios en Beloso (1934-1943) y el Ayuntamiento de Olite (1949), entre otras.

Si bien existen ejemplos escultóricos de interés datados a comienzos del siglo XX como el Monumento a los Fueros (1903) de Manuel Martínez de Ubago y Lizarraga, lo cierto es que el desarrollo de este arte en Navarra en el primer tercio del siglo XX estuvo capitaneado por escultores como Fructuoso Orduna y Ramón Arcaya. Suyos son, entre otros, el Monumento a Pedro Navarro, Conde de Oliveto (1928) y el Monumento a los muertos, vida y muerte (1922) respectivamente. A partir de los años cincuenta comienzan a destacar escultores como José Ulibarrena, Rafael Huerta y Jesús Alberto Eslava. En la década posterior iniciarán su andadura Rafael Bartolozzi, Alberto Orella y Manuel Clemente Ochoa, a los que seguirán -entre otros- Ángel Bados, Xabier Santxotena, Koke Ardaiz, José Ramón Anda, Henriette Boutens, Ángel Garraza, Faustino Aizkorbe y Alfredo Sada. Asimismo a partir de los años ochenta destacarán las propuestas de artistas como Mª Eugenia Ciaurriz, Dora Salazar, Carlos Ciriza o Pedro Osakar.

El panorama pictórico navarro de finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, estuvo dominado por pintores como Salustiano Asenjo, Inocencio García Asarta, Nicolás Esparza, Andrés Larraga, Enrique Zubiri, Jesús Basiano, Javier Ciga Echandi, Francisco Echenique, Lorenzo Aguirre, Miguel Pérez Torres, Julio Briñol, Gerardo Sacristán, Crispín Martínez o Ricardo Baroja entre otros. Tras el punto de inflexión que supuso la Guerra Civil, en la posguerra y las décadas siguientes destacaron -entre otros- los pintores José María Ascunce, César Muñoz Sola, Jesús Lasterra, Eugenio Menaya, Gerardo Lizarraga, Emilio Sánchez Cayuela, Pedro Lozano de Sotés, y Francis Bartolozzi. A partir de los años sesenta sobresalió una nueva generación de artistas entre los que cabe destacar a Patxi Buldain, Pedro Manterola, Julio Martín Caro, José Antonio Eslava, Mariano Sinués, Isabel Baquedano y Ángel Elvira. Mención aparte requieren los integrantes de la llamada Escuela de Pamplona, entre los que se encuentran Juan José Aquerreta, Pedro Osés, Pedro Azqueta, Mariano Royo, Pedro Salaberri, Xabier Morrás y Luis Garrido, todos ellos vinculados con los históricos "Encuentros de Pamplona" de 1972. Las obras de los pintores navarros contemporáneos son una clara muestra del eclecticismo en el que se halla sumida la creación actual y que comprende variados planteamientos y lenguajes. Este hecho se aprecia en la obra de Xabier Balda, Carlos Ciriza, Patxi Ezquieta, Pedro Osákar, Juliantxo Irujo, Jabier Villarreal, Jesús "Txuspo" Poyo y Txaro Fontalba, entre otros muchos.

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