Peintres

Garrido, Luis

Pintor navarro nacido en Pamplona en 1951.

Entre 1965 y 1969 recibió clases de dibujo y pintura con los pintores Salvador Beunza, Isabel Baquedano y José María Ascunce en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona y en 1968 recibió el Premio Paulino Caballero de Dibujo. En 1973 realizó su primera exposición individual en la sala de la Caja de Ahorros de Navarra en Pamplona. Desde esa fecha ha participado en varias exposiciones sobre todo en Navarra, País Vasco y Madrid. Su obra forma parte de la Colección de Arte Contemporáneo del Ayuntamiento de Pamplona, de la colección del Museo Gustavo de Maeztu de Estella, del Museo de Navarra y de la Caja de Ahorros de Navarra, entre otros.

En sus primeros años de actividad fue uno de los pintores del grupo conocido como Escuela de Pamplona, del que formarían parte artistas como Pedro Salaberri, Xabier Morrás, Pedro Osés, Joaquín Resano, Mariano Royo, el propio Luis Garrido y de manera más discutible Juan José Aquerreta. Artistas todos ellos de una misma generación que en la década de los 70, poco antes de que Pamplona acogiera los Encuentros del 72, ya conocían sobre todo a raíz de la actividad de la sala de arte de Caja Navarra gestionada por Xabier Morrás las principales tendencias del arte que llegaba de Europa a las que ellos supieron unir a una pintura ligada a la ciudad y a la naturaleza. Es esta última precisamente la vía por la que se decantó pronto Luis Garrido demarcándose antes que el resto de un arte más social.

El trabajo de Luis Garrido es una pintura realista, que busca el detalle sin artificios. Es una pintura silenciosa, que invita a la reflexión y en la que trata siempre de situar al hombre en relación con su entorno. Las obras de Garrido son detalles de la vida cotidiana, lo mismo una flor, que un camino, que una taza de café. Ya que alterna los paisajes con bodegones de corte doméstico. En los últimos óleos de Garrido predomina el dibujo sobre la pintura pero no siempre ha sido así ya que en etapas anteriores de su producción su obra estaba marcada por la expresión de la pincelada a la que en el fondo nunca renuncia. De la misma manera que ha ido simplificando el motivo de sus cuadros, quitando lo superfluo para abstraer de una realidad global aquella que le interesa, técnicamente también ha ido eliminando de su pintura todo lo que emborronaba el cuadro. Con motivo de la exposición que realizó en 1999 en la sala Juan Bravo de Madrid, Garrido explicaba cómo la mayor parte de su obra nace:

"de una visión directa de la naturaleza, de una naturaleza agreste donde la obra del hombre, si aparece, queda diluida, integrada en ella. Veo el color como expresión de luz, formas, flotando en el espacio ocupándolo todo, sin transición ni vacío de una forma a la otra. Cuando la presencia de algo que me conmueve con la suficiente intensidad entones surge la necesidad de representarlo de expresar su lenguaje en el que cualquier matiz es necesario".