Kontzeptua

Prehistoria. Concepto científico (1995ko bertsioa)

Las etapas culturales básicas. (De los tiempos prehistóricos.)
Según aquellos esquemas se puede adelantar ahora el cuadro general de evolución de las culturas prehistóricas en nuestro ámbito inmediato de la Europa Occidental.

I El Paleolítico Inferior. Ofrece en su primera mitad series poco variadas de instrumentos obtenidos a partir de cantos rodados: a los que, por percusión, se les dota de una puntapico o de un filo-borde. Es la Cultura de los guijarros («Pebble Culture»): de amplia difusión en el E. y S. de Africa, donde aparece en relación con los primeros homínidos (Homo habilis). Ese utillaje elemental no evoluciona demasiado a lo largo de los cientos de miles de años que dura el Pleistoceno inferior (desde hace más de 2 millones de años). Las formas de estas culturas de guijarros se conocen, ya en sus fases tardías, en Europa. Con la presencia de los homínidos del Pleistoceno Medio y, pronto, de los primeros representantes del género Homo en Europa, hace al menos un millón de años, se produce una relativa diversificación del utillaje de piedra tallada. Las clasificaciones que esbozara hace un siglo G. de Mortillet se precisan con las ofrecidas por Breuil y otros, agrupándose esas formas culturales del Paleolítico Inferior en dos grandes series: por un lado, aquellas industrias con predominio de instrumentos de talla bifacial (así las características «hachas de mano» trabajadas por ambas caras) y, por otro, aquellas en que predomina un troceado previo de los nódulos-núcleos en lascas, que serán luego conformadas en diversos utensilios. Es así como se suceden como dos series de culturas relativamente independientes y a veces entreveradas. Por una parte, el Abbevillense (antiguo Chelense) -forma cultural no aceptada hoy-, el Achelense o el Micoquiense (como típicos conjuntos de bifaces): por otra parte, el Clactoniense, el Tayaciense y otras variedades del Premusteriense, caracterizados por el dominio en la extracción de lascas de formas predeterminadas. Y habría que aludir, también, al Levalloisiense como situación técnica y no como cultura: de amplio arraigo en el último tercio del Paleolítico Inferior y a lo largo del Paleolítico Medio.

II El Paleolítico Medio. Se caracteriza por la aparición y rápido arraigo de un utillaje «mucho más ligero, más complejo y más eficaz» en opinión de un prehistoriador inglés, a menudo sobre lascas de tipo Levallois. El Paleolítico Medio se corresponde con la genérica cultura Musteriense, ampliamente extendida por Europa, el Africa mediterránea y el Próximo y Medio Oriente. Las poblaciones propias del Musteriense las constituyen ya Homo sapiens, de la variedad neandertalense. A M. Bourgon y F. Bordes se debe la determinación de facies internas dentro del complejo cultural musteriense, según que predominen unos u otros efectivos de útiles líticos dentro del conjunto del equipamiento que se emplea por doquier. Son básicamente cinco grupos los apuntados por Bourgon y Bordes dentro del Musteriense: un Musteriense típico, un Musteriense de tradición achelense, un Musteriense de denticulados, un Musteriense de tipo Quina (O Charentiense) y un Musteriense de tipo La Ferrassie.

III El Paleolítico Superior. Se desarrolla en Europa Occidental desde el interestadio Würm II-Würm III y en las dos últimas partes (Würm III y Würm IV) de la última glaciación. Ofrece un variado utillaje sobre láminas de piedra (es decir, sobre lascas delgadas y estrechas, de formas alargadas), una amplia gama de instrumentos de uso y de adorno labrados en asta, en hueso o en marfil, y el asombroso despliegue del primer arte figurativo de la Humanidad. Según la clasificación de H. Breuil, con las aportaciones de D. Peyrony, se suceden en el Paleolítico Superior del Sudoeste europeo tres grandes bloques culturales:

a) El Auriñaciense-Perigordiense integrado por dos phyla. Por un lado el Auriñaciense en cuyo interior se distinguen hasta seis estadios: uno arcaico o Protoauriñaciense (el llamado Auriñaciense o por algunos) y cinco del Auriñaciense propio (que se designan por ordinales del I -o típico-al V-o final-). Por otro, el Perigordiense con una serie de etapas: el Perigordiense Antiguo (I y II, o Chatelperroniense), los III y IV, el Perigordiense Antiguo (I y II, o Chatelperroniense), los III y IV, el Perigordiense Superior (Va, Vb, Vc o Gravetiense) y el Final (VI, Gravetiense final-Epigravetiense). Uno y otro se entreveran, y a veces se corresponden, según un orden teórico que se puede establecer en la Dordoña sobre el modelo de tres estaciones importantes: La Ferrassie, el Abri Pataud y Laugerie Haute. Ahí se produce la sucesión de abajo arriba: Chatelperroniense, Protoauriñaciense, desarrollo del Auriñaciense típico (I al IV) en relativa contemporaneidad con el Perigordiense III, y sucesión del Perigordiense Superior y Final (Gravetiense y «Epigravetiense»), «Protomagdaleniense» y Auriñaciense V.
b) El Solutrense que comprende cuatro estadios: Protosolutrense y Solutrense propiamente tal (I o antiguo, II o medio, y III o superior).
c)El Magdaleniense que, de acuerdo con H. Breuil, se estructura en dos bloques distintos: sin arpones (Magdaleniense I, II y III), y con arpones (IV, V y VI -a veces VIa y VIb).

IV El Epipaleolítico o Mesolítico. Se caracteriza como etapa de transición cultural, de adaptación al cambio climático que aboca en el Holoceno, y, por tanto, con modalidades instrumentales numerosas y variadas. En general se aprecia en el Epipaleolítico una tendencia a la reducción de las dimensiones en algunos instrumentos líticos (microlitismo); tal como sucede en el Aziliense y en otras modalidades en que van siendo abundantes las armaduras de flechas de formas geométricas (así el Sauveterriense o el Tardenoisiense franceses). Por otro lado se producen situaciones de adaptación cultural a explotaciones nuevas concretas, como es el caso del Asturiense del litoral cantábrico español con macrolitos sobre cantos rodados o de la técnica -más que cultura- Campiñiense (que se inicia por ahora y perdurará en varias áreas del Neolítico).

V Las innovaciones del Neolítico y de la Edad del Bronce. En lo técnico aparece ahora el pulimento de la piedra y la producción de las primeras cerámicas y, con el tiempo, el desarrollo de la metalurgia del cobre. Todo ello es acompañado por múltiples cambios en la organización social de los grupos, en los modos de vida (agricultura y ganadería) y en la distribución de las poblaciones. Hay una tendencia a estructurarlo todo en dos etapas distintas, el Neolítico y la Edad del Bronce, con otra de transición entre ellas, el Eneolítico o Calcolítico (Edad del Cobre). La aparición de la cerámica y sus modos decorativos van a servir básicamente para subdividir en fases el Neolítico de Europa Occidental; la expansión del megalitismo y sus variedades constructivas, la segunda mitad del Neolítico y el Eneolítico; y diversos lotes de ajuares (de piedra tallada, de armas e instrumentos metálicos, de cerámica -por ejemplo, los modos del campaniforme), para ordenar la subdivisión y evolución del Eneolítico y de la Edad del Bronce. Una tendencia relativamente generalizada a organizar la Edad del Bronce en tres etapas (I, II y III, o antiguo, medio o pleno, y superior o final) o a aceptar situaciones de transición no fáciles de delimitar (tal el Neolítico final como «Neo-eneolítico») permite abarcar facies demasiado regionales, de difícil referencia a los modelos generales. Ya que son muchas veces aspectos culturales (técnicos, estilísticos o rituales) más que reales civilizaciones lo que se estaba sobrevalorando con denominaciones culturales muy pretenciosas, como: Chaseense o Montboliense, en Francia: o «Cultura de Almería», del Argar o Bronce valenciano, en España; o con las llamadas culturas del vaso campaniforme, o dolménica, en ámbitos europeos más extensos.

VI La Edad del Hierro. La utilización del primer hierro coexiste con la metalurgia del bronce en el que se elaboran cantidad de objetos de adorno. Las primeras pruebas directas de utilización del hierro en la cuenca del Ebro datan de mediados del s. VIII a. C.

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