Kontzeptua

Prehistoria. Concepto científico (1995ko bertsioa)

Equipos, Centros y Sociedades de investigación. Equipos, Centros y Sociedades de investigación prehistórica. A lo largo de todo este siglo, diversas agrupaciones de investigadores han asumido la responsabilidad de la Arqueología de campo y de laboratorio en Euskal Herria, en todo el ámbito del País o, lo más frecuentemente, en sus provincias concretas. La iniciativa individual ha tendido, casi siempre, a converger con la de otros, en una dinámica de potenciación de sus planes de investigación. La extensa biografía sobre J. M. de Barandiarán escrita por su sobrino Luis de Barandiarán Irizar (1976) ofrece el extraordinario interés de trazarnos los capítulos esenciales de la vida del «Patriarca de la Cultura vasca» en una visión pretendidamente globalizadora en que el curso de su quehacer científico se entrevera con los episodios de su apretada existencia vital. Historiar la labor científica de don José Miguel, en la linea de la biografía de Luis de Barandiarán, es, a fin de cuentas, conocer la trama esencial de los estudios sobre nuestro pasado en los últimos sesenta años del siglo: en sus intenciones, en sus logros y en sus dificultades. Al reconocer cuanto debe la Prehistoria vasca a Barandiarán, su efectivo creador y consolidador, su maestro, puede llegarse a olvidar -ante lo denso de la aportación escrita y de los trabajos de campo que él inmediatamente protagonizó- su constante obsesión por asegurarse una apoyatura social. Seguir la peripecia científica aparentemente personal de José Miguel de Barandiarán (¿es que puede haber trabajo científico no compartido?) permite definir los planteamientos básicos de la historia de la investigación prehistórica vasca en sus equipos y programas colectivos. Se debe insistir en que don José Miguel ha sido a lo largo de su dilatada carrera de prehistoriador esencialmente, y al margen del indiscutible mérito de su impresionante aportación personal, creador y animador de grupos de trabajo. Con ellos se aseguró, en la solidaridad del trabajo compartido, tanto el necesario intercambio de información pluridisciplinar como la divulgación de los conocimientos a otros grupos de no-especialistas, la publicación de las investigaciones o la constitución de colecciones públicas de antigüedades. Ya en 1921 J. M. de Barandiarán había fundado, con algunos estudiantes del Seminario Conciliar de Vitoria, un Seminario de Prehistoria «Ikuska» que, en 1925, se incorporaría de lleno a la Sociedad de Estudios Vascos mediante la creación, en su delegación alavesa, de un «Centro de Investigaciones Prehistóricas». En los locales de la propia Sociedad (en el edificio de la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria) se constituirá, incluso, una colección importante, de carácter didáctico y para prácticas de los investigadores, con piezas prehistóricas y antiguas alavesas que J. M. de Barandiarán venía reuniendo en los últimos años. Aquel «Centro de Investigaciones Prehistóricas» nació con unos objetivos bien concretamente definidos (tal como se expresan en su programa publicado en el tomo VII del «Anuario de Eusko-Folklore», de 1927) de investigación y de divulgación social, coordinándose con otras dos Sociedades paralelas (el Laboratorio de Etnología y el Centro de Investigación de Ciencias Naturales) en un comprensivo «Instituto de Investigación Científica». El Anuario de Eusko-Folklore desde ese año de 1927 acogería, precisamente en una nueva sección de Prehistoria, el informe puntual de lo realizado por aquel grupo. La constitución del Centro de Investigaciones Prehistóricas supondría la institucionalización de un entusiasta equipo de prospectores, unidos por amistad en torno a don José Miguel: fundamentalmente varios profesores del Colegio de Santa María, de Marianistas, de Vitoria (Luis Heintz, Constantino Díez, Marcelo Alonso, Pedro Lorentz) y alguno de sus discípulos del Seminario vitoriano (Tomás de Atauri), con la colaboración decidida del catedrático Enrique de Eguren. El balance de lo realizado por aquel Centro -tal como lo evalúa E. Vallespí al examinar el proceso de la historia de la investigación prehistórica en Alava (1966: 14)- resulta admirable: «Respondiendo a esta doble finalidad científica y didáctica, la labor inicial de la entidad en su primer año de actuación (1925) se centró en el control y clasificación de los diversos materiales dispersos que habían ido aportando los descubrimientos realizados hasta entonces, y en la revisión metódica de los yacimientos conocidos. Los trabajos de campo en este primer año llevaron al reconocimiento de los dólmenes de Eskalmendi, Aizkomendi y Arrizala, túmulos del alto Surbi y dólmenes recién descubiertos de Legaire S. y Berjalarán en la Sierra de Entzia. El control de materiales dispersos fue más interesante y por donación de sus poseedores quedó constituido e instalado un incipiente museo en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria; los fondos iniciales reunidos entonces comprendían los materiales procedentes de los dólmenes de Aizkomendi y Azpea, del túmulo de Okina, del yacimiento de Surbi y de la cueva de los Gentiles (Ilarduya); hallazgos líticos de San Bartolomé, materiales del yacimiento de Salbatierrabide (El Prado-Vitoria), materiales romanos y finalmente un lote de hallazgos esporádicos de la región». Labor que se prolongará, sin notable interrupción, durante los diez años siguientes.

La quiebra radical de aquellos programas de investigación, por la Guerra Civil española primero y por la inmediata Guerra Mundial a continuación, y la disolución de los equipos constituidos será superada por J. M. de Barandiarán, en su exilio, con la creación del «Institut Basque de Recherches». Desde 1946, a través de su órgano de expresión, la revista «Ikuska» (que creó y dirigía él en Sara), encauzará prospecciones y publicará, junto a abundante información de novedades (en apretadas «Crónicas de Prehistoria»), algunas monografías de especial interés: así, el catálogo de yacimientos prehistóricos del País o una visión global de 25 años de investigaciones en Vizcaya, por el propio Barandiarán, o el ensayo sobre los estudios en torno al Cuaternario guipuzcoano, por J. Elósegui. Incorporado, tras su exilio, en 1953 a la actividad arqueológica en Guipúzcoa, se integra Barandiarán inmediatamente en el hacía poco creado Grupo de Ciencias Naturales Aranzadi; de San Sebastián: donde presidirá, hasta 1965, su Sección de Prehistoria. Precisamente en esos años, aglutinando en torno a él a un grupo de jóvenes colaboradores de sus campañas de excavación (sobre todo en Guipúzcoa), irá formando a los especialistas que con el tiempo llegarán a asumir, ya hoy, buena parte de las responsabilidades mayores en la gestión de la Prehistoria vasca. También se hace cargo J. M. de Barandiarán, en esa década, de la dirección de importantes excavaciones arqueológicas en Vizcaya y en Álava, con el patrocinio de las respectivas Diputaciones. Como un intento más por conseguirla en él obsesiva integración de un grupo efectivo de investigadores -unidos por la amistad, por unos intereses comunes y por la adopción de una metodología unificada de trabajo- reunirá José Miguel de Barandiarán, en Lekeitio en 1962 fue su convocatoria fundacional, un «Instituto de Investigaciones Arqueológicas Aranzadi». Este Instituto («Aranzadillo» coloquialmente,... «Arkeoikuska» con el tiempo) se reunirá una vez al año, presidido por Barandiarán, en sede rotatoria por las provincias, para intercambiar información sobre lo hecho en el período anterior y concretar líneas de actuación compartida entre los diversos equipos que ya empezaban a actuar con cierta independencia en distintos yacimientos. El grupo de «Arkeoikuska» continúa en sus reuniones anuales aunque, finalmente, haya quedado casi de hecho asumido en la Sección de Prehistoria de la Sociedad de Estudios Vascos, a partir de 1982.